Las diez mejores películas del cine mudo (1ª Parte)

Como corresponde a un momento fundacional, el periodo del cine mudo es uno de los más emocionantes de la historia del cine. Hagamos un recorrido, a modo de muestra, por diez de sus títulos más significativos

26 dic 2018 / 10:51 h - Actualizado: 26 dic 2018 / 11:38 h.
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  • Proyección de la película ‘Napoleón’ de Abel Gance en una de las salas de la época. / El Correo
    Proyección de la película ‘Napoleón’ de Abel Gance en una de las salas de la época. / El Correo

El cine mudo, que a veces parece campo exclusivo de estudiantes o académicos, nos ofrece multitud de obras maestras que aún pueden sorprender a todo tipo de público. En un tiempo en que el lenguaje cinematográfico aún no se había asentado, la experimentación formal era constante, no solo en los márgenes del arte, sino también en las obras de gran presupuesto, destinadas a un público general. Ya desde el principio encontramos filosofías dispares sobre lo que debía o no ser este nuevo formato, sobre sus posibilidades artísticas, sus responsabilidades morales y su posición dentro de la cultura, debates que continúan hasta el día de hoy.

He obviado filmes a medio camino entre el mudo y el sonoro como Vampyr (1932, Dreyer) o Tiempos Modernos (1936, Chaplin), pero se podría debatir ampliamente sobre sus méritos como cine mudo y su posición en el canon. Además, para hacer esta clasificación manejable me he ceñido a los largometrajes, pero no hay que olvidar que una gran parte de la producción de esta época se centraba en cortometrajes y mediometrajes. La obra completa de Méliès, verdadero padre del arte cinematográfica, se compone de películas de menos de cuarenta y cinco minutos. Los grandes cómicos de la época, como Laurel y Hardy o Max Linder, hicieron muchos de sus mejores trabajos en los cortometrajes, y casi todas las obras de animación tempranas fueron de pequeño formato. Todos ellos merecen también su hueco en la historia del cine.

Las diez mejores películas del cine mudo (1ª Parte)
‘El gabinete del doctor Caligari’ sería enormemente influyente en el cine negro y de terror de las décadas siguientes a su estreno. / El Correo

El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920)

Es una de las películas fundacionales del expresionismo alemán, en el que también se engloban Metrópolis y El último. En ella se nos presenta al doctor Caligari (Werner Krauss), que utiliza a Cesare (Conrad Veidt, que años después daría el salto a Hollywood), un sonámbulo, para cometer sus crímenes. La acción transcurre en una ciudad irreal, llena de ángulos imposibles y decorados teatrales. Las luces y sombras típicas de este estilo están aquí pintadas en las propias paredes. Es un mundo inquietante, donde la ambientación realza una historia de locura y muerte. El final de la historia, un giro que se podría antojar facilón, deja no obstante aún una cierta inquietud en el espectador.

Originalmente iba a ser dirigida por Fritz Lang, pero problemas de calendario lo impidieron. Es difícil saber cuál habría sido el resultado final en caso contrario, pero sin duda la formación teatral de Robert Wiene supuso una gran diferencia. El gabinete del doctor Caligari sería enormemente influyente no solo en posteriores obras del movimiento sino en general en el cine negro y de terror de las siguientes décadas, aunque pocas películas posteriores han sido tan atrevidas en su diseño.

Las diez mejores películas del cine mudo (1ª Parte)
El actor principal de ‘El último’ es Emil Jannings. / El Correo

El último (Friedrich Wilhelm Murnau, 1924)

Se podría llenar esta lista solo con películas de Murnau, pero este es quizá su trabajo más logrado. Cuenta una historia pequeña, la de un hombre mayor que es degradado de su puesto de portero en un importante hotel a asistente de los lavabos, y el efecto que esto tiene sobre su orgullo y su situación en la sociedad. Es un argumento que podría dar lugar a un drama repleto de diálogos, pero Murnau consigue contar la historia sin el uso de ningún intertítulo, exclusivamente con recursos visuales, especialmente gracias a un novedoso uso de la cámara en movimiento y, por supuesto, al trabajo del actor principal, Emil Jannings.

Como tantas películas a lo largo de la historia la interferencia del estudio estropeó el resultado en el último momento, añadiendo un epílogo edulcorado contrario al objetivo del director y del guionista, Carl Mayer. No obstante, los creadores insertaron el único intertítulo de la película antes de esta última escena para recordarnos que la película acaba aquí y que lo que sucede a continuación es pura fantasía. Resulta fácil, como con otras películas que han sufrido suerte semejante (La mujer del cuadro, de Fritz Lang, viene a la cabeza) simplemente pretender que esos últimos cinco minutos no existen y quedarnos con la obra redonda que hemos contemplado.

Las diez mejores películas del cine mudo (1ª Parte)
‘Metrópolis’ nos traslada al mundo art déco. / El Correo

Metrópolis (Fritz Lang, 1927)

Esta es posiblemente una de las obras más famosas del cine mudo. Se trata de una película épica de ciencia ficción que muestra un futuro distópico donde los trabajadores viven en el subsuelo y los ricos viven en la lujosa ciudad que se alza sobre ellos. A pesar de obvias metáforas sociales y un final cuestionable, del que el propio Fritz Lang renegaría años después, la película funciona sobre la base de una historia más compleja de lo que puede parecer a simple vista, algunas potentes interpretaciones (especialmente la de Brigitte Helm, en su doble papel de María y el Hombre-Máquina) y sobre todo un diseño de producción y unos efectos especiales portentosos. Usando trucos de cámara, miniaturas, fondos mate y una gran imaginación, el filme nos traslada totalmente a este mundo art déco, que ha sido enormemente influyente.

Como otras películas de la lista, no tuvo buena acogida en su época y se recortó su largo metraje después de su estreno. Por ello, durante muchos años solo ha estado disponible una versión truncada, hasta que en 2008 apareció en el Museo del Cine de Buenos Aires una copia con gran parte del metraje ausente. Aunque este es de mucha peor calidad que el resto, y además la imagen está recortada, al menos ahora tenemos una visión mucho más cercana de la obra original.

Las diez mejores películas del cine mudo (1ª Parte)
El actor Albert Dieudonné en una escena de ‘Napoleón’. / El Correo

Napoleón (Abel Gance, 1927)

Esta película pretendía ser solo la primera parte de una serie de seis que contara la vida completa de Napoleón Bonaparte, pero estos planes se cancelaron después de que esta fuera mutilada por los distribuidores y pasara por los cines sin pena ni gloria. Narra la historia de Napoleón (Albert Dieudonné, amigo personal de Gance y que ya había interpretado al emperador en el teatro), desde los inicios de la Revolución francesa hasta la campaña de Italia, donde la película culmina con tono triunfalista. Es en este clímax donde Gance despliega la «polivisión», la proyección en tres pantallas simultáneas, no solo para plasmar enormes panorámicas, sino también para crear efectos de composición e incluso, en un momento de exceso patriótico, tintar las pantallas respectivas de azul, blanco y rojo. Aparte de este excéntrico mecanismo, Gance creó una película increíblemente dinámica, con una cámara en constante movimiento, portada sobre el pecho del operador o montada sobre artilugios, desde un trineo a una especie de guillotina. Ninguna idea era tan loca como para no ponerla en práctica.

El historiador Kevin Brownlow ha estado restaurando la película desde hace más de cincuenta años, hasta llegar a una versión más o menos completa de cinco horas y media de duración, con una magnífica banda sonora de Carl Davis. Por suerte, en el año 1979, Gance tuvo, apenas un año antes de su muerte, la oportunidad de ver la película restaurada con el tríptico final, como él siempre había pretendido, y obtuvo el reconocimiento del público que se merecía.