Las mejores películas del siglo XXI (VIII)

El año 2014 nos dejó varias películas importantes. Una de ella fue ‘Leviathan’ del realizador ruso Andrey Zvyagintsev. Paisajes salvajes, destrucción salvaje de la sociedad y de un Estado, salvaje viaje a los infiernos de los protagonistas. Película tensa, de ritmo pausado. Película estupenda

24 dic 2018 / 09:21 h - Actualizado: 24 dic 2018 / 09:45 h.
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  • ‘Leviathan’ es una película pausada que va construyendo un mundo terrible hasta que atrapa al espectador definitivamente. / El Correo
    ‘Leviathan’ es una película pausada que va construyendo un mundo terrible hasta que atrapa al espectador definitivamente. / El Correo

El Leviatán es una bestia que creó Dios y que se vincula con el mismísimo diablo. Y cuando todo es adverso, cuando la desintegración del universo se va a producir o se está produciendo, se denomina con ese nombre al momento crítico. Leviatán es sinónimo de destrucción, de monstruosidad.

Andrey Zvyagintsev es un realizador ruso que va creciendo con rapidez. Se le ha comparado en numerosas ocasiones con Andrei Tarskovsky aunque enLeviathan(2014) tiene poco que ver con el que ha sido el mejor director ruso de todos los tiempos. Es un buen director, un buen guionista y su personalidad comienza a ser más importante que los parecidos. Logra, con este trabajo, mostrar una madurez impecable. La película, por cierto, tiene mucho que ver con la obra de Thomas Hobbes que los absolutistas conocen tan sumamente bien.

Kolya (Vladimir Vdovichenkov defiende su papel con gran solvencia) es dueño de un pequeño terreno donde está situada la casa familiar en la que vive con su esposa Lilya (Elena Lyadova, estupenda) y tiene su taller mecánico. El alcalde del pueblo quiere ese terreno para construir en su propio beneficio. Su abogado y antiguo compañero del ejército (Aleksey Serebryakov logra una interpretación maravillosa) amenaza al político para que pague una cantidad importante a Kolya. Y comienzan los problemas.

Las mejores películas del siglo XXI (VIII)
El viaje a los infiernos del protagonista es el único posible en un mundo destruido y arrasado por la corrupción o la falta de esperanza. / El Correo

La acción se desarrolla a orillas del mar de Barents, al norte de Rusia. Los parajes aparecen como si estuvieran en plena decadencia, a punto de diluirse. Para ello, el fotógrafo Mikhail Krichman despliega la paleta de tonos azulados y grises infalibles. Son demoledoras algunas de las imágenes y nos recuerdan que nos están contando el éxito de la maldad, del fin. La imagen icónica es la que nos presenta los restos óseos de una ballena varada que sirve como metáfora de lo que sucede. La corrupción brutal que todo lo devora (el alcalde del pueblo es un tipo bajito, gordito, estrábico y muy mala persona; es la encarnación de ese derrumbamiento político de todo un Estado y de la lucha por mantener su estatus por parte de lo peor de la clase política), eso es ese anima varado. Pero también es el callejón sin salida en el que se encuentra la mujer de Kolya obligada a vivir en un lugar terrible con un hombre al que ha dejado de amar y un adolescente insoportable. Pero también lo es el abogado que cree que el mundo es lo mismo que la ley olvidando que el mundo es mucho más que eso. Pero también es un mundo reducido a un esqueleto inservible que todo lo convierte en inservible. Y lo es el destino de un adolescente solo en el mundo y que solo servirá para que otros reciban una ayuda por parte del Gobierno.

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¿En un mundo desolado cabe el amor? es una de las preguntas que nos obliga a plantear el realizador. / El Correo

El ritmo narrativo va de menos a más. La película es pausada, el realizador se toma su tiempo y termina enganchando al espectador sin compasión. Todo fluye, todo encaja. El horror es el horror y se dibuja a sí mismo con trazo fino y cuidadoso. La cinta contiene momentos formidables: la salida de la iglesia, todos ricos y tranquilos después de escuchar y ser perdonados es impagable. El brazo de la máquina que derriba es miedoso. Por cierto, la Iglesia ortodoxa no sale bien parada en esta ocasión. El cinismo del clero se presenta como algo inmenso y casi ridículo aunque suficiente para mantener un poder al lado de otro poder que le hace intocable.

Philip Glass aporta la partitura. Como todo en esta película, está construida con poco para decir mucho. Aporta a la poesía de Andrey Zvyagintsev una solidez indispensable para que el trabajo se vea rematado.

¿Es esta una de las mejores películas del siglo XXI? Sin duda.

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Poster de ‘Leviathan’, película de Andrey Zvyagintsev. / El Correo