Las poetas arábigo andaluzas: El olvido dentro del olvido

25 feb 2017 / 12:45 h - Actualizado: 27 feb 2017 / 10:57 h.
"Poesía"
  • Las poetas arábigo andaluzas: El olvido dentro del olvido
  • Las poetas arábigo andaluzas: El olvido dentro del olvido
  • Hafsa. / Pintura de J. L. Muñoz
    Hafsa. / Pintura de J. L. Muñoz

Wallada Bint Al-Mustakfi, Hafsa bint al Hayy y Aisa Bint Ahmad, son los nombres de tres mujeres poetas que vivieron en nuestro país entre los siglos XI y XV. Son un caso extraño y único en la literatura medieval europea. Su escritura es sugerente; a veces, algo atrevida; y sus vidas resultan fascinantes mirando desde el siglo XXI. Porque en aquel momento la sumisión injusta de la mujer era tremenda.

Nuestro país fue durante varios siglos un lugar en el que se coexistieron (con más o menos tolerancia) varias culturas: cristiana, árabe, judía. Hay muchas ciudades que aún dan testimonio de la existencia de las mismas: Toledo, Granada, Sevilla, Córdoba, Badajoz (sólo tenéis que acudir a ver nuestras murallas y fortines)... Sin embargo para la mayor parte de nosotros (entre los que me cuento) la cultura musulmana o judía no supone más impronta que esas viejas edificaciones, que perfilan nuestro día a día.

Hemos olvidado cualquier tipo de influencia que nos hubieran dejado esos ocho siglos en los que los árabes ocuparon la península Ibérica. Algunos dirán que no, pero sinceramente si la mayor parte de nuestros compatriotas no recuerdan quien era Benito Pérez Galdós, ¿creéis que van a recordar alguna muestra de la literatura ajena a la cultura mayoritaria?

En este descuido cultural (más o menos intencionado) también se incluye la labor de las mujeres poetas arábigo-andalusíes que vivieron entre los siglos XI y XV en nuestro país y que son un caso único en la literatura medieval europea. Escribieron en árabe clásico, empleando cánones y temáticas comunes para su época dentro del mismo espacio social y cultural en el que se escribía, por ejemplo El cantar del mío Cid. No eran cristianas, no eran hombres, no eran monjas, ni tenían las tradiciones que terminarían por imponerse, pero ahí estaban y resulta interesante recuperar sus figuras por lo alejadas que están de nuestros prejuicios.

Wallada Bint Al-Mustakfi, es una de las más conocidas, fue hija del califa cordobés

Muhammad III al-Mustakfî, que estuvo apenas dos años ejerciendo ese cargo y se vio obligado a abandonar la ciudad disfrazado de mujer, para evitar la muerte (aunque no lo logró durante mucho tiempo). Wallada mantuvo una relación amorosa con uno de los poetas más conocidos de la época, Ibn-Zaydûn, que también ejercía como primer ministro y secretario de los monarcas de Sevilla. A él le dedicó algunas composiciones amorosas más conocidas, pero igual que hizo eso, cuando su relación terminó de forma tempestuosa (al parecer la engañó con una de sus esclavas), no dudó en lanzarle dardos en forma de poesía satírica, que era el género en el que la escritora destacaba. En sus poemas se refirió a él como puto, adúltero, cabrón, cornudo y ladrón. Como podéis observar dentro de la sátira se permitía un lenguaje soez y el empleo de insultos y reproches.

Wallada fue una alabada por su belleza, cultura y encanto, pero también fue criticada por su desprecio hacia las convenciones sociales. Reunía en sus salones a lo más granado de la sociedad y no dudaba en relacionarse con cualquiera que le pareciera interesante. Llegó al punto de instruir a la hija de uno de sus proveedores de fruta, que terminaría por convertirse en otra gran poeta satírica de la época, Muhya al-Qurtubiyya. Este comportamiento le grajeó enemigos, al tiempo que generó numerosas habladurías con la evidente intención de perjudicarla. Y es que cuando hagamos del chisme un deporte olímpico, barremos en el medallero.

Otra poeta conocida dentro del mundo andalusí fue Hafsa bint al Hayy (Granada 1135) conocida como la Rakuniyya o Perla de Granada. Fue hija de un noble bereber y se hizo famosa por sus versos románticos. Estos provenían de una historia amorosa en la que el poder, la venganza y la literatura se dieron la mano, creando un drama brutal. Hafsa debía ser una mujer muy culta y hermosa. Esa belleza provocó que atrajese a dos pretendientes: el poeta Abû Fa’far Ibn Said, que era miembro de una poderosa familia de Alcalá la Real y que ocupaba el cargo de secretario del príncipe Abû Sa’îd Uþmân que, a la sazón, era el otro enamorado de la poeta. Las relaciones amorosas entre Hafsa, el gobernador y el poeta se reflejaron en la poesía de ésta. Hasta el siglo XXI han llegado diecisiete de sus obras que según los entendidos adoptan un lenguaje sencillo y hermoso. Os dejo una muestra: ¿Voy yo a ti o tú vienes a mí? / Mi corazón acepta lo que digas. / A salvo te hallarás de la sed y del sol / cuando ocurra tu encuentro conmigo, / pues mi boca es dulce fuente cristalina, / las ramas de mi pelo, sombra umbrosa, / Respóndeme enseguida...

Se sospecha de Hafsa tenía algún tipo de relación también con el príncipe por otros versos suyos que se han descubierto en los que alababa al joven y habla de recuperar placeres pasados y perdidos. Los celos y la confrontación entre ambos pudieron ser la causa de que el poeta Abû Fa’far apoyara a un grupo que se rebeló contra su señor y este aprovechando las circunstancias ejerció un castigo ejemplar contra su secretario: lo crucificó. También puede ser que no fuera por la cuestión amorosa, pero no me negaréis que es lo que le de morbo al asunto.

Tras la muerte de Abu, Hafsa guardó luto por su amante, a pesar del riesgo que conllevaba hacerlo pues había sido un traidor. Dejó de escribir poesía y se dedicó a la enseñanza, tanto en Granada como en Marrakech, donde el califa Al Mansur la invitó a trasladarse. Allí se encargó de dirigir la educación de sus hijas hasta su fallecimiento.

Otra poeta e intelectual de la época fue Aisa Bint Ahmad, poeta con una vasta cultura a sus espaldas, que le permitió desempeñar labores como copiadora del Corán y otros libros. Contemporánea de Almanzor, su preparación religiosa y literaria la daba a conocer como una mujer extraordinariamente sabia entre los ciudadanos del califato. Nunca contrajo matrimonio a pesar de haber recibido numerosas propuestas en este sentido. Destaca un breve poema dedicado a un hombre que le propuso contraer matrimonio y que decía: Una leona soy, / y nunca me agradaron los cubiles ajenos, / y si tuviera que escoger alguno, / nunca contestaría a un perro, yo / que tantas veces los oídos cerré a los leones.”

Resulta extraordinario a nuestros ojos que una dama del medievo se tuviera a sí misma en tan alta estima, pues estamos convencidos de que la mujer en esa época (cristiana, mora o judía) era esencialmente sumisa. Sin embargo, Aisa no se compara con ningún animal dócil, ni de compañía. Es la hembra del rey de la selva y desde luego no piensa dejarse amilanar por nadie, pues hasta a los propios leones ha hecho oídos sordos, según su convicción. Que una mujer en pleno siglo XI dijese algo así, me parece extraordinario.

Hubo más mujeres poetas andalusíes. La profesora de la Universidad Complutense Teresa Garulo ha logrado rescatar en su obra Diwan de las poetisas de Al-Ándalus, hasta treinta y nueve nombres. Consiguiendo dar una imagen única y enriquecedora de las mujeres que vivieron en la España medieval. Una realidad que podríamos aprovechar en nuestro beneficio pues en nada se parece a la del resto de países europeos que nos rodean, con una riqueza inusual que ha quedado oscurecida por la imposición del cristianismo como única fuente de cultura durante siglos.

Repasamos la labor de las mujeres poetas arábigo-andalusíes que vivieron entre los siglos XI y XV en nuestro país y que son un caso único en la literatura medieval europea

Dentro de la sátira del siglo XI se permitía un lenguaje soez y el empleo de insultos y reproches. / El Correo

¿Voy yo a ti o tú vienes a mí? / Mi corazón acepta lo que digas. (versos de La Perla de Granada). / El Correo