London Eye

No se ve ni una bandera de la Unión Europea en Londres. A nivel simbólico el Brexit se da por amortizado, aunque la vitalidad de la ciudad transmite una imagen opuesta a las catástrofes que se prevén en el continente para la quinta economía del mundo. Si las exposiciones de la temporada parecen organizadas sin pasión, solo para rellenar los numerosos contenedores culturales, el acceso libre a los museos permite recuperar alguno de los tesoros en los que no reparan las multitudes

14 abr 2018 / 08:53 h - Actualizado: 09 abr 2018 / 22:28 h.
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  • Impecable montaje del «Macbeth» de Verdi en la Royal Opera House de Covent Garden / © ROHClive-Barda
    Impecable montaje del «Macbeth» de Verdi en la Royal Opera House de Covent Garden / © ROHClive-Barda
  • «Matrimonio Arnolfini» de Jan van Eyck. / El Correo
    «Matrimonio Arnolfini» de Jan van Eyck. / El Correo
  • El grueso de la colección de los «Bronces de Benín» está felizmente en el British Museum y se compone de más de 700 piezas. / Augusto F. Prieto
    El grueso de la colección de los «Bronces de Benín» está felizmente en el British Museum y se compone de más de 700 piezas. / Augusto F. Prieto
  • Detalle de uno de los «Bronces de Benín». / Augusto F. Prieto
    Detalle de uno de los «Bronces de Benín». / Augusto F. Prieto
  • El detalle que se puede disfrutar en los «Bronces de Benín» es asombroso. / Augusto F. Prieto
    El detalle que se puede disfrutar en los «Bronces de Benín» es asombroso. / Augusto F. Prieto
  • The Sard. / Augusto F. Prieto
    The Sard. / Augusto F. Prieto
  • El Támesis y The Sard al fondo. / Augusto F. Prieto
    El Támesis y The Sard al fondo. / Augusto F. Prieto

PODER

Phillida Lloyd firma el impecable montaje del «Macbeth» de Verdi en la Royal Opera House de Covent Garden. Funciona como un mecanismo –y parece mentira- la adaptación verdiana de la tragedia de Shakespeare, tanto en el texto como en la puesta en escena, que va acompañada de una coreografía magistral. El despliegue de luces consigue crear esa atmósfera augural que el texto requiere. En un primer plano el coro de las brujas, que no abandona el escenario en toda la función, proyectando el tono majestuoso, monumental, que el compositor italiano imaginó para todas sus partituras.

Espléndida Anna Pirozzi en la malignidad calculadora de la lady Macbeth del segundo reparto, cuando parece que brilla con fuerza en el primero Anna Netkrebo por su potencia y su ferocidad. Estupendo el elenco al completo.

Precede ese drama a la maldita «Gloriana» de Benjamin Britten, compuesta para la coronación de Isabel II en 1953, prevista y esperada para la próxima temporada de verano, en el intento de recuperar un clásico que disgustó al público en su presentación. Son dos funciones diferentes que trabajan sobre la ambición del poder, y la cárcel que este supone para los sentimientos y las pasiones.

Por cierto que un montaje alternativo de la ópera de Briten con libreto de William Plomer, basado en un libro de Lytton Strachey, sube a los escenarios del Teatro Real de Madrid en estos días.

RIQUEZA

Como si no hubiera mañana y el Brexit fuera a ser baladí, la familia real de Qatar continúa invirtiendo en ambas orillas del Támesis, y se ha convertido ya en el primer terrateniente de la capital, por delante de la reina, e incluso de la propia municipalidad de Londres.

Su brazo inversor ha cerrado la compra del emblemático edificio que alojaba la embajada de los Estados Unidos en Grosvenor Square, bajo cuya águila imperial se proyecta un hotel de lujo. Una pérdida irreparable para la América de Trump, porque la sede diplomática, diseñada por Eero Saarinen y abierta en 1960, es uno de los diseños más especiales y elegantes de la capital británica y marcaba con su volumen -sugerentemente moderno y suficientemente refinado- un área de influencia. Es la única obra del arquitecto norteamericano de origen finlandés en el Reino Unido, y ocupa un espacio vinculado con los Estados Unidos casi desde el momento de su independencia.

Los qataríes pueden vigilar bien sus inversiones desde lo alto de las 95 plantas de The Sard, el rascacielos que les diseñó Renzo Piano en Southward y cuya imagen –como define su nombre- es la de una esquirla de cristal que se clava en el corazón de la ciudad, junto al Tower Bridge. Pueden proveerse de todo tipo de artículos en sus propios grandes almacenes -Harrod´s- y dirigir sus negocios desde Canary Warf, uno de los centros financieros más importantes del mundo, del que son los mayores propietarios, y donde se están levantando simultáneamente no menos de 15 nuevos rascacielos, entre ellos uno proyectado por el estudio Herzog & de Meuron.

Los Al-Thani –la familia real qatarí- son dueños además de Dudley House, en Park Lane, uno de escasos palacios residenciales que quedan en la capital británica, y una de las propiedades más caras de la ciudad, decorado por Alberto Pinto en un estilo que podríamos catalogar como «póngamelo todo», que hizo declarar a la propia Isabel II en una visita de cortesía que «hacía que el palacio de Buckingham pareciera bastante aburrido», en uno de esos destellos de ironía superior que los Windsor tienen en sus momentos álgidos.

CONQUISTA

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En 1897 los ingleses encabezaron una expedición punitiva contra el reino de Benín, que había osado atacar a una legación diplomática, masacrando a sus integrantes (cierto que no tenían permiso para entrar en la ciudad y se les había pedido que esperaran). La campaña militar saqueó el recinto real apropiándose de las obras de arte que decoraban el palacio y las residencias de la nobleza. Son conocidas como «Bronces de Benín».

Cuando las planchas fueron expuestas para su venta, Europa se quedó estupefacta. Los estudiosos no podían suponer semejante refinamiento en un pueblo considerado hasta entonces atrasado y salvaje. Se llegó a deducir una influencia europea. Porque lo cierto es que algunas de esas esculturas –hechas mediante el proceso de la cera perdida- se habían comenzado a facturar en África en el siglo XIII, y son de una perfección técnica a la que no se llegaría en Occidente hasta el Renacimiento.

El grueso de la colección está felizmente en el British Museum y se compone de más de 700 piezas, de las que se exponen en torno a un centenar en la planta baja, muy ignoradas por los turistas que acuden a la institución centrados en otras cosas. Las planchas representan personajes e imágenes de la corte Oba, incluidos algunos comerciantes portugueses. Son de un detallismo asombroso, y el poder de sus imágenes inspiró a los artistas contemporáneos a su revelación, desde Picasso a Matisse, Modigliani, Munch, o Brancusi.

AMBICIÓN

La temporada londinense no ofrece grandes sorpresas, ni una exposición cuyo relato destaque, aporte o sorprenda, pero sí recorridos sólidos y ambiciosos. Quizás la más sugerente sea la de los «Impresionistas en Londres» que recorre la influencia de los pintores franceses exiliados en Inglaterra a consecuencia de los disturbios de la Comuna de París. El círculo que se instaló en Londres influyó y se dejó influir por contemporáneos como Turner, y se impregnó de las brumas y las luces sesgadas que desarrollarían su propia visión de la luz y la paleta de colores. Se muestran en la Tate Britain destacadas obras de Tissot, Monet, Carpeaux, o Derain.

En la misma institución en Chelsea, otra muestra se centra en dos de los grandes del realismo sucio como son Francis Bacon y Lucien Freud, para analizar cien años de intentos de capturar la vida a través de la pintura, y cuelga obras de Giacometti, Souza, y Deacon, además de varios lienzos destacados de la pintora Paula Rego.

En la Tate Modern se recorre la creación de Picasso en un año que fue decisivo para el artista español, 1932, marcado por su ascenso artístico y social, su primera retrospectiva exitosa, la instalación de su atelier en el castillo de Boisgeloup en Normandía, y la relación con Marie-Thérèse Walter.

También tiene su espacio Modigliani en la antigua central térmica, con una exhibición monográfica en la que está representada toda su creación, desde que abandona Italia, atraído por los círculos artísticos de París, hasta llegar a sus famosos retratos. Están los desnudos suntuosos, muchos de los cuales vienen de colecciones privadas, y una extensa perspectiva de su faceta como escultor.

«La calma vive en Grecia» es una historia de amistad y de amor. Los trayectos vitales del escritor Patrick Leight Fermor, los pintores Niko Gikha y John Craxton, y su amor común por Grecia, representado en las salas de exposiciones temporales del British Museum por medio de cuadros, fotografías, dibujos, y primeras ediciones.

Por último, la National Gallery compone alrededor del «Matrimonio Arnolfini» de Jan van Eyck una panoplia de obras prerrafaelitas en una pretensión de mostrar la influencia y la recepción que tuvo la adquisición de ese cuadro para los fondos de la Galería en el siglo XIX. El simbolismo de la tabla flamenca, sus juegos de perspectiva, de presentación, de luces y contraste, así como la aparición del espejo cóncavo fueron motivos de inspiración para el círculo de la Hermandad Prerrafaelita.