Lorca, Cuba y el bajo presupuesto

Se presentaba el pasado 1 de marzo, en el Fernán Gómez de Madrid, ‘¡Oh Cuba!’ una producción que llegaba avalada por sus resultados dentro del programa ‘Lorca y Granada en los Jardines del Generalife’. Nada del otro mundo. Una producción en la que el presupuesto (a todas luces justito) no permite grandes alharacas. Decepcionante y prescindible

10 mar 2018 / 11:05 h - Actualizado: 09 mar 2018 / 08:13 h.
"Teatro","Teatro Aladar"
  • Loles León en un momento de la representación. / Fotografía cortesía de Equipo Seda
    Loles León en un momento de la representación. / Fotografía cortesía de Equipo Seda
  • La representación entretiene aunque poco más. / Fotografía cortesía de Equipo Seda
    La representación entretiene aunque poco más. / Fotografía cortesía de Equipo Seda

Tras seis meses de estancia en Nueva York, Federico García Lorca llega a La Habana. Estará allí durante noventa y ocho días. Entonces es cuando vuelve a escuchar su idioma y vuelve a transitar un entorno que le recuerda a su tierra. Esto le hace sentir feliz. Escribe el poeta: «Si yo me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba». Lorca descubre la libertad del cuerpo frente a otro cuerpo. No hay que olvidar un dato importantísimo que se desarrolla en esos noventa y ocho días: Lorca escribe su obra más críptica, la obra que atesora el espíritu más poético del autor, «El público».

Cuba recibe a Lorca durante los primeros meses del fraudulento acceso a un segundo periodo presidencial de Gerardo Machado. Lorca se suma a los movimientos contrarios a Machado y llega a manifestarse en las calles de La Habana.

La poesía pura y la poesía social, arropadas por las vanguardias, llenan revistas y tertulias. Cuba es una isla en constante movimiento cultural.

En definitiva, el contacto de Lorca con La Habana y su gente hace que Lorca de rienda suelta a su poética más íntima, a sus ganas de vivir en libertad, a lograr que la sensualidad inunde su universo.

Y algo de todo esto encontramos en ¡Oh Cuba!

El día del estreno el patio de butacas del Fernán Gómez de Madrid se llenaba en tres cuartos de su aforo (soy generoso) y muchos de los espectadores eran gentes de la profesión.

El espectáculo no es gran cosa aunque resulta divertido. Un espectador que no busque profundidades poéticas en un espectáculo como este, no encontrará motivos de queja serios. Tampoco nada que le invite a volver una semana después.

Música, cante. Poesía. A pesar de las cosas que suceden a veces en el escenario, la poesía de Lorca es inmutable. El resto se encuentra a un nivel medio (vuelvo a ser generoso). El audiovisual no aporta nada al espectáculo. Es verdad que tampoco resta. Pasa desapercibido aunque está. Las coreografías, de Adrián Galia y Eduardo Veitia, resultan vistosas y entretenidas, pero lo explícito gana la partida al sentido último que solemos encontrar en la danza bien encuadrada en un concepto poderoso con el que expresar. De la música se podría decir algo muy parecido. Algunas voces terminan siendo molestas y distorsionan momentos que podrían llegar a tener cierto interés. Por ejemplo, Alina Sánchez pasa por el escenario para dejar claro que una voz que estuvo a buen nivel, pasados los años, es mejor guardarla con cuidado. Verdaderamente floja esta cantante que lo ha podido ser todo aunque no está obligada a hacer estas cosas pagando un precio tan alto como el abonado sobre las tablas del Fernán Gómez de Madrid.

Loles León hace de todo un poco. Comenzó la representación algo tensa, algo torpe al moverse. Superados los primeros minutos todo fue mucho mejor. El problema es que eso que hace (de todo un poco) termina siendo una especie de paseo por lugares que deberían formar un conjunto sólido y terminan siendo escenas deslavazadas. Aunque la obra se divide en dos pulsos y cinco latidos buscando esa unidad tan deseada siempre, no se consigue el objetivo puesto que esa división es más enunciativa que otra cosa. Lo de ‘medio rapear’ uno de los poemas que se escuchan, es un verdadero despropósito. Hay que tener mucha clase para hacerlo sin rozar el ridículo.

Desde hace ya mucho tiempo, los presupuestos escasos o casi imposibles se han apoderado de un elevado porcentaje de producciones en los teatros españoles. Las carencias que antes se podían medio esconder para que el gran público no las percibiese con claridad, ahora, quedan patentes sin filtro alguno. Los repartos, que muchas veces eran espectaculares, ahora se encuentran con cuentagotas y el espectador se tiene que conformar con lo que le ofrecen porque no hay otra cosa. Y el daño que se hace a las artes escénicas es incalculable.

Manejar poemas de Lorca no es garantía de nada si el entorno es hostil, mediocre o inadecuado. Apostar a caballo ganador cuando va a galopar por un camino lleno de baches es tirar el dinero.