Los años no pasan para ‘Johnny’ y ‘Baby’
El auditorio FIBES acoge el musical «Dirty Dancing», una excelente adaptación de la película de 1987 que permite disfrutar a espectadores de todas las edades a base de ritmo, cercanía y una sorprendente puesta en escena. El preciosismo de su puesta en escena, los cambios de ritmo y la fuerza de su música en directo hacen de este «Dirty Dancing» un producto muy superior al original. Una oportunidad de disfrutar del buen musical en Sevilla
Cuando el 21 de agosto de 1987 se estrenó «Dirty Dancing», la escritora y productora Eleanor Bergstein suspiraba por recuperar el dinero invertido y, como mucho, sacar un beneficio discreto que le ayudase a emprender un nuevo camino alejada de los focos. Teniendo en cuenta que el primer visionado de la cinta fue un auténtico desastre, que sus protagonistas —Patrick Swayze y Jennifer Gray— tuvieron mil roces durante el rodaje y que el principal patrocinador se retiró por desavenencias con el guión —la mítica escena del aborto no era bien vista por casi nadie—, aquello era lo máximo a lo que podía aspirar. Sin embargo, como suele ocurrir algunas (pocas) veces, el azar quiso que la película resistiese todos los envites para acabar convirtiéndose en uno de los éxitos cinematográficos más incontestables de la historia, llegando a recaudar 214 millones de dólares, logrando un Óscar para la mejor canción original —(I've Had) The Time of My Life— y varios Grammys para la música. En ese aspecto, y como dato curioso, hemos de mencionar que la banda sonora llegó a superar en las listas de éxitos a gigantes de la época como Michael Jackson y Bruce Springteen, vendiendo la friolera de 40 millones de copias. Desde entonces varias generaciones han crecido a los sones de sus pegadizos temas o rememorando sus icónicos bailes, como aquel en el que la protagonista, Baby, es sostenida en el aire por un enérgico Johnny Castle ante el asombro de todos. Por cierto que los ensayos, tan recordados o más que el propio número, se rodaron en un lago a cuatro grados de temperatura, debiendo renunciar a los primeros planos por la visible hipotermia de sus intérpretes.
El salto al teatro
Treinta años después de aquel difícil proyecto que llegó a reventar las taquillas de medio mundo —la leyenda cuenta que Swayze odiaba hasta sus propios diálogos—se estrena en España su versión escénica. Esta viene precedida por un enorme éxito en el Reino Unido, donde lleva completadas dos temporadas de lleno absoluto en el West End londinense, y tras años de adaptaciones en América, Europa, Asia y Oceanía (Australia fue el país que la vio nacer en 2004). En palabras de su autora: «Fue la inmensamente generosa y efusiva respuesta de los fans la que finalmente me animó a hacer de «Dirty Dancing» un musical en teatro. Dado que la gente veía la película una y otra y otra vez, pensé que lo que realmente querían era estar presentes cuando la historia ocurría. El teatro ofrece la oportunidad de tenerlo en vivo, ahora, y de tener más. El escenario tiene profundidad, mientras que la pantalla es plana, así que mientras que algo ocurre, algo más está pasando a tu alrededor o detrás de ti, antes o después». En ese sentido, la historia base se mantiene igual, pero con el añadido de nuevas escenas para potenciar la relación entre Baby y Johnny, a las que se suman otras sobre los padres de la muchacha y el resto de personajes. Como anécdota, Eleanor Bergstein recuerda que aquel era «el verano de la lucha por los movimientos civiles», por lo que el discurso de «I have a dream» de Martin Luther King tuvo lugar en Washington en el mismo momento en que Baby y Johnny movían el esqueleto en el hotel Kellerman.
Los nuevos Swayze y Gray
La versión de «Dirty Dancing» que la compañía LETSGO ha traído a Sevilla se divide en dos actos con 26 y 18 temas musicales respectivamente. De este modo, y como complemento a las melodías más conocidas de la película, la nueva adaptación incluye piezas como Do you love me, Save the last dance for me, In the still of the night (I'll remember) o Someone like you que devuelven al espectador a la llamada ‘década prodigiosa’ de la música. En el aspecto artístico destacan las interpretaciones de Christian Sánchez como Johnny Castle y Eva Conde como Baby. El primero pasó por las aulas de Coco Comín, una de las mejores escuelas de artes escénicas de España, que diera a luz musicales como «Grease» o anuncios como el de Freixenet 2001 —aquel rodado en el Liceu de Barcelona donde participó Penélope Cruz—. Asimismo el catalán se puso en manos de prestigiosos maestros como Helen Rowson, Jordan Bayne y Susan Batson en ciudades como New York, protagonizando títulos tan interesantes como «Fiebre del sábado noche», «Hair» o «El Rey León». Aunque quizás sean sus intervenciones en las series de televisión «Gim Tony», «Olmos y Robles» y «Perdóname Señor» las que lo han hecho más popular. Teniendo en cuenta la dificultad de su cometido —hacer olvidar a un Patrick Swayze cuya interpretación de Jonhnny es una de las más recordadas de la historia del cine— y el hecho de que el musical contenga más números que la película, hay que decir que Sánchez cumple con nota alta. Algo similar ocurre con Eva Conde, titulada en Danza Española y con gran experiencia en espectáculos como «Moonwalker», «El mundo de ABBA», «Historia del pop español» o «La Fuerza del Destino». Su rol, el de la legendaria Baby, es una papeleta tan complicada o más que la de su compañero —la icónica Jennifer Gray se formó en danza y actuación en la Dalton School de Manhattan—, sin embargo Conde (que también ha hecho sus pinitos en televisión en producciones como «Amar en tiempos revueltos» o «El secreto de Puente Viejo») la dota de una ingenuidad deliciosa, sobre todo en el primer acto, desembocando después en un personaje complejo y lleno de matices al que suma su faceta de gran bailarina. En ese sentido hay que destacar la labor de Federico Bellone, el director milanés responsable de musicales como «La Bella y la Bestia» o «Sister Act», quien además de dotar de alma y carisma a sus personajes compone un retrato de los años sesenta pleno de colorido y viveza. La pareja protagonista va arropada por un elenco de profesionales de las tablas, como Antonio M. M., actor que lleva años combinando labores de doblaje con el teatro, la televisión y los musicales —su labor como director del hotel Kellerman es impecable—, Fanny Corral, quien dejó su impronta en la Academia de OT y cuya interpretación de Penny logró emocionar al público, Sara Pérez, Antonio Reyes y Lilian Cavale —los convincentes familiares de Baby— o el veterano Enrique Cazorla, cuyas fugaces apariciones elevan siempre el nivel del espectáculo. Si el reparto supera en mucho las expectativas lo mismo podemos decir del aspecto técnico. Desde el diseño de decorados de Roberto Comotti, tan prácticos como maravillosos, a la iluminación de Valerio Tiberí, todo funciona con la precisión de un reloj suizo. En ese sentido, la obra —casi un calco de la cinta homónima de 1987— no escatima en detalles, por lo que los espectadores consiguen imbuirse en la historia del mismo modo que lo hicieron en la butaca del cine o en el salón de su casa. Pero, eso sí, de un modo mucho más mágico y cercano. Y es que el preciosismo de su puesta en escena, los cambios de ritmo y la fuerza de su música en directo hacen de este «Dirty Dancing» un producto muy superior al original.
La nueva adaptación incluye piezas como Do you love me, Save the last dance for me, In the still of the night (I'll remember) o Someone like you. / Enrique Moreno