Luis Ricardo Falero. El arte de no ser profeta en tu tierra
Luis Ricardo Falero, duque de Labranzo, fue un excelente pintor de finales del siglo XIX. Su obra es desconocida en España y los museos españoles no cuentan con una sola de las obras del pintor granadino. Sus pinturas rebosan sensualidad y un misterio que llega desde conjuntos improbables o una sencillez apabullante. La sociedad del siglo XIX no quiso ver en la obra de Falero nada que no fuera escandaloso. Pero nada cambió en el XX
Alguno se estará preguntando «pero vamos a ver ¿tú no eras la que escribe sobre mujeres más o menos conocidas y sobre mitología? ¡Qué estás haciendo!». Y tengo que responder: sí, soy yo, pero las injusticias y los olvidos me ponen de un mal humor espantoso y bastante tengo a diario (es lo que tiene ser abogada los días laborables) como para no tratar de mejorarlo a golpe de teclado. Y es que fue darme de narices con el hombre del que hoy quiero hablar y decidir que tenía que traerlo a Aladar. Luis Ricardo Falero es casi un desconocido en nuestro país, hasta el punto de que no hay ni una pintura suya en los museos públicos españoles, mientras que sí los hay en Reino Unido, Francia o Estados Unidos. Esta situación me ha disgustado, enfurecido, entristecido y vuelto a enfurecer. Después de todo ese tránsito decidí que lo mejor era poner remedio.
El descubrimiento se lo debo a mi marido, que vio una referencia en internet, un cuadro, y le faltó tiempo para preguntarme: «¿Sabías que este hombre era español?». A partir de ese momento me he puesto a investigar y aunque no he encontrado muchas noticias sobre él, salvo referencias en blogs especializados en arte (gracias, gracias, gracias), breves notas en alguna tesis doctoral de pintura femenina y orientalizante y poco más. Estas circunstancias, en una época en la que lo que no existe en internet, prácticamente no existe, podría induciros a pensar que se trataba de un pintor sin talento y no, no es así.
Luis Ricardo Falero nació en Granada en 1851, pertenecía a una familia aristocrática y pudiente. Desde su infancia demostró tener un gran talento para los idiomas y la pintura, hasta el punto de que sus padres decidieron enviarlo a un internado británico cuando contaba siete años (me parece una barbaridad). El niño era un portento en muchos ámbitos, no sólo es que dibujase bien, es que le gustaba también la ciencia y cursó estudios de química e ingeniería. Con nueve años sus padres decidieron que cambiase de aires y lo enviaron a París. Estamos hablando de un niño de esa edad en pleno siglo XIX, apego hacía sus padres no debía tener mucho con semejante método de crianza, pero a la vista de lo que había en el resto de España en aquella época, no podemos negar que era un privilegiado.
Pocos años después su padre le pedía que regresara a casa y se enrolase en la marina española, lo que no casaba mucho con el tipo de estudios que le habían procurado. Luis se sometió a la voluntad de sus progenitores, pero su paso por la marina fue breve. La milicia y el mar no eran para él. Tampoco estuvo mucho tiempo más realizando trabajos de química e ingeniería, pues alguno de sus experimentos salió mal y quedó escarmentado. Fue entonces cuando decidió dedicarse a lo que de verdad le gustaba: el arte. Con poco más de dieciséis años comienza a ganarse la vida como pintor, pero no lo hace en España. Pasará tiempo en París y en Londres donde sus pinturas comienzan a ser muy conocidas y cotizadas. Se integra con facilidad entre la burguesía y la nobleza de ambos países. Además no era el único pintor español que pasó una buena parte del tiempo en esa ciudad. En la segunda mitad del siglo XIX se creó lo que se conoció como la «escuela española de París», que en el siglo XX cayó en el olvido ante el empuje de los diversos movimientos vanguardistas. Fue en la ciudad francesa donde se interesó por los desnudos femeninos que protagonizan su obra.
Sus pinturas son mal valoradas en nuestro país en ese momento, hasta el punto en que se le considera poco menos que un pintor pornográfico: mujeres sensuales que eran repudiadas por la reprimida sociedad de la época. No fue así en el extranjero donde gozó de éxito. Los desnudos femeninos se encuentran normalmente incardinados en pinturas de tipo orientalizante, mitológicas o mágicas, dentro del movimiento romántico de pintores. Sirenas, hadas, brujas, esclavas, demonios pueblan sus pinturas y es que entre la burguesía británica el interés por el espiritismo, el zodiaco, lo oriental estaba en boga y un artista hace lo que debe para poder vivir de su arte (debería aplicarme el cuento).
Al parecer, Luis Ricardo Falero no daba título a sus pinturas por lo que los nombres a los que voy a referirme en los próximos párrafos son posteriores, pero ya sabéis que lo que no tiene nombre no existe y necesito que existan para nosotros, para que tengamos una idea de lo que vamos a mostrar.
Una de las que más me ha llamado la atención ha sido Brujas yendo al Sabbath, donde hay muchos y muy diferentes desnudos femeninos. Se mezclan brujas hermosas con otras monstruosas; machos cabríos, gatos negros; murciélagos; algún brujo despistado y la mismísima muerte, que persigue y acompaña a las brujas. Las posturas de las mujeres son de lo más insinuantes, no es de extrañar el concepto que de él se tenía en nuestro país a finales del siglo XIX. Demuestra una maestría a la hora de plasmar esos cuerpos voluptuosos de piel muy blanca. El carácter sexual de alguna de las poses es evidente. Para los que seáis aficionados a las series televisivas, esta pintura sale en la serie Sense 8.
También es muy interesante su pintura Estrellas gemelas en las que representa a dos figuras femeninas desnudas que sostienen en sus manos unas estrellas, esta pintura pone en evidencia su afición a la astronomía, pues esas ninfas representan lo que se conoce en astrofísica como estrellas binarias.
Quiero hacer también referencia a su obra Alegoría de la pintura, también conocida como Pintando. Me llamó la atención porque en esa obra la modelo no sólo es tal sino que también aparece ejerciendo de pintora, lo que no parece tan normal en una época en la que las mujeres eran más objeto que sujeto de la pintura y el arte en general. Aunque había mujeres pintoras y alguna se ganaba la vida bastante bien, no era lo habitual (¿ahora lo es?). Esta pintura se ha subastado en varias ocasiones ente coleccionistas privados, sin que la administración española haya mostrado interés alguno aunque su precio no era prohibitivo.
En cuanto a su vida personal poco sabemos, salvo que el año de su muerte fue demandado por Maud Harvey, que lo acusó de haberla despedido después de dejarla embarazada. La muchacha comenzó trabajando como empleada de la limpieza y después como modelo del pintor. Aunque Luis Ricardo negó la paternidad del niño, los tribunales le condenaron a pagarle una pensión de seis chelines semanales para su mantenimiento, por lo que la paternidad quedaba establecida judicialmente. Moría en 1896 con sólo cuarenta y cinco años en un hospital londinense. Mientras que los periódicos del momento lamentaban la pérdida del pintor, en España no se recoge ni una sola mención al respecto (al menos, no la he encontrado en la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional).
En el siglo XIX su pintura era muy reconocía e incluso se expuso en la Real Academia Británica. En la actualidad se encuentra expuesta en museos como el Metropolitan de Nueva York, en museos británicos, franceses y también en diversas colecciones privadas. El olvido, desconocimiento y la falta de interés por parte de nuestras autoridades resulta chocante y reprochable. No termino de comprender como no hay ni un solo cuadro de este granadino en museos de titularidad pública. Y no sólo eso sino que no hay prácticamente ni una sola obra escrita en español en la que se trate con un poco de interés su figura. Tan sólo una obra descatalogada de Tusquets, a la que algunos afortunados podréis acceder y que se titula «Pintores españoles en París 1850-1900», realizada por Montse Martí y Carlos González.
El duque de Labranzo, ese era su título nobiliario, fue un gran artista y su hermosa obra es desconocida entre sus compatriotas. A ver si la Junta de Andalucía se anima, da ejemplo y adquiere algún ejemplar de este granadino cosmopolita (que no sólo García Lorca recorrió mundo) para que podamos disfrutarlo de cerca.