María de Maeztu: El impulso de la cultura femenina

María de Maeztu y Whitney luchó durante toda su vida por la igualdad de la mujer frente al hombre. Cuando comenzó a dirigir la Residencia de señoritas, en 1915, apenas tenía a su cargo, pero durante el periodo de la Segunda República el número de chicas que ocupaban las instalaciones era de 500. Su labor fue reconocida por un gran número de entidades educativas de todo el mundo aunque en España fue olvidada. Murió en Buenos Aires, ciudad a la que se exilió durante la Guerra Civil.

08 abr 2017 / 12:56 h - Actualizado: 05 abr 2017 / 22:34 h.
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  • María de Maeztu. / El Correo
    María de Maeztu. / El Correo
  • María de Maeztu: El impulso de la cultura femenina
  • La lucha por la igualdad de mujeres y hombres fue el objetivo de María de Maeztu. / El Correo
    La lucha por la igualdad de mujeres y hombres fue el objetivo de María de Maeztu. / El Correo
  • Alumnas de la Residencia de señoritas. / El Correo
    Alumnas de la Residencia de señoritas. / El Correo

En otros dos artículos que he escrito para Aladar, hablé de dos de las instituciones culturales más importantes de principios del siglo XX: La Residencia de Señoritas y el Lyceum Club Femenino. La primera institución, fue la hermana gemela de la Residencia de Estudiantes y por ella pasaron, como profesoras o alumnas, muchas de las mujeres más importantes de aquella época: Maruja Mallo, Victoria Kent, Maria Goyri... La segunda fue una institución creada para posicionar y apoyar a la mujer en el mundo cultural y científico. El Lyceum fue atacado desde las más oscuras cuevas del machismo y la Iglesia católica, que no veían con buenos ojos eso de que las mujeres no se encomendasen a algún santo patrón y pretendiesen hacerse un hueco o prestarse ayuda, sin que el clero pudiera controlarlas.

Ambos organismos tenían miembros en común, mujeres de extraordinaria relevancia de muchos de cuyos nombres nos hemos olvidado. La que más peso tuvo de todos estos miembros fue María de Maeztu y Whitney. María nació en Vitoria en 1882. Su padre era el ingeniero Manuel de Maeztu Rodríguez, hacendado cubano de origen navarro y su madre Juana Whitney era hija de un diplomático inglés. La pareja no llegó a casarse nunca. María fue hermana del controvertido político y escritor Ramiro de Maeztu, otro de sus hermanos conocidos fue el pintor Gustavo de Maeztu.

La familia se estableció a en Vitoria y quedó en una situación precaria tras la muerte de su padre (que como ya he dicho nunca llegó a casarse con Juana). Fue esa penuria económica lo que decidió a su madre a trasladarse a Bilbao, donde fundó una academia anglo-francesa para señoritas, en la que María colaboró activamente. Se licenció en la Escuela Normal de Magisterio en el año 1898 y comenzó al poco tiempo su carrera como maestra, que le llevaría a Santander, Bilbao y finalmente a Madrid, donde recaló en 1909. Fue esta experiencia como maestra la que le llevó a decir posteriormente: «Es verdad el dicho antiguo de que la letra con sangre entra, pero no ha de ser con la del niño, sino con la del maestro». Queda clara su motivación y entrega a la hora de formar a las nuevas generaciones de estudiantes.

María de Maeztu consiguió después de su título de maestra el de bachiller y el de licenciada en Filosofía y Letras, con premio extraordinario. Muy cercana a personajes como Unamuno u Ortega y Gasset, fue pensionada para ampliar sus estudios y viajó a países como Inglaterra, Francia, Bruselas, Estados Unidos o Alemania. Dominaba varios idiomas y realizó traducciones del alemán y del inglés al castellano de diversos autores.

Es en el año 1915 cuando se le asigna la dirección de la institución conocida como Residencia de Señoritas, que comenzó con treinta plazas ocupadas por pocas alumnas (si no recuerdo mal eran tres chicas catalanas que habían solicitado plaza allí). Durante la República tenía más de quinientas pensionadas y otras quinientas en lista de espera, según ella misma comentaba a los periódicos. El año 1936, la Residencia de Señoritas ocupaba doce edificios. También dirigió la Sección Preparatoria del Instituto–Escuela desde 1918 hasta 1934.

Excelente pedagoga y oradora, llevó a cabo su misión como directora de la Residencia de Señoritas combinando el control necesario para que las muchachas no estuvieran en boca de nadie y al mismo tiempo permitirles tener un ámbito de libertad. El examen al que se sometía a las alumnas era férreo, pues era una excelente oportunidad para que pudieran ser «ejemplo» a la sociedad. La Residencia supuso una bocanada de aire fresco donde la formación y la socialización se daban la mano y permitían la convivencia de mujeres de diversa ideología. Según la antigua alumna y periodista Josefina Carabias, la Residencia de Señoritas fue la causa y no la consecuencia de que tantas mujeres acudieran a la universidad aquellos años. La metodología didáctica se basaba en la convivencia, la tolerancia, integración de las ciencias y las artes. El éxito de su forma de concebir la enseñanza fue evidente.

María de Maeztu defendía la igualdad entre hombres y mujeres y la necesidad de que el acceso a la educación fuese idéntico en ambos casos. Se definía a sí misma como feminista y proclamaba la necesidad de que las mujeres tuvieran las mismas oportunidades que los varones. Era necesario que la mujer fuera al matrimonio con igualdad de derechos y deberes, que fuera independiente económicamente de su esposo. Para todo esto, era necesario crear no un «ángel del hogar» sino una mujer que tuviera medios para vencer en la lucha por su existencia. Sólo así podría ir la mujer al matrimonio con auténtico amor y no dependencia. Justificaba el divorcio de las parejas por ser el único camino que tenían los cónyuges cuando no habían logrado hacerse el uno al otro.

Como he manifestado al principio, también fue la primera presidenta del Lyceum Club Femenino, que compartía muchas de las finalidades de la Residencia de Señoritas. De hecho muchas de las profesoras o conferenciantes de la Residencia también ocupaban cargos en ambas instituciones. Y era lógico pues el Lyceum pretendía apoyar a las mujeres que destacaban en diversos ámbitos culturales y prestar ayuda y apoyo a las que no se encontraban en las mejores circunstancias (en sus diversas secciones). La actividad del Lyceum se nutrió de la experiencia de la Residencia, era allí donde muchas mujeres exponían su obra pictórica o daban a conocer sus escritos.

Fue nombrada doctora Honoris Causa en diversas Universidades de todo el mundo. Su dominio de varios idiomas le permitió desarrollar una interesante tarea como traductora de obras pedagógicas.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, concretamente entre los años 1927 a 1929, María, respaldada por su hermano Ramiro, aceptó ser miembro de la Asamblea Nacional (Congreso de los Diputados), en la sección dedicada a la educación. Durante la República fue vocal del Consejo de Instrucción Pública, y también miembro del Consejo Nacional de Cultura. La ideología de María era conservadora, aunque posiblemente no tanto como la de su hermano Ramiro, que fue fusilado a manos de las milicias republicanas. Es entonces cuando María, que ya había sido relevada de la dirección de la Residencia de Señoritas (cerrada durante la guerra), decide exiliarse de España con destino a Buenos Aires.

A pesar de ser una persona de ideología conservadora (en sus últimos años se acercó peligrosamente a la ultraderecha), no quiso regresar a España tras la guerra, consciente de todo lo que se había perdido y de la imposibilidad de recuperar la Residencia de Señoritas o el Lyceum. En Argentina pasó los últimos años de su vida y fue nombrada catedrática de Historia de la Educación, cargo que ocupó hasta su muerte. Sólo regresó para asistir al entierro de su hermano Gustavo en 1947, un año antes de su muerte. Su cadáver fue repatriado y descansa con el resto de su familia en el panteón familiar que crearon en Estella, pues su madre decidió ir a pasar los últimos años de su vida a esa población navarra.

María de Maeztu dedicó su vida a la enseñanza de la mujer, a posicionarla en el mundo. Ha sido una de las más importantes figuras de la historia de la educación en nuestro país, una de las pedagogas más importantes y que, sin embargo, como tantas otras, permanece en el olvido. Dedicó sus esfuerzos, no sólo a educar en un sentido formal, sino a crear una formación intelectual que fomentase la responsabilidad y la participación igualitaria en la construcción de la sociedad española.

María de Maeztu dedicó su vida a la enseñanza de la mujer, a posicionarla en el mundo. / El Correo