Mujeres, las grandes olvidadas en la historia de las lenguas inventadas

Arika Okrent recoge parcialmente en su obra In the land of invented languages (2009) una lista de lenguas artificiales que, curiosamente, no se acompañan de nombres femeninos correspondientes a la autora. Todos los nombres que aparecen son de hombres. Las mujeres, como en tantas otras cosas, son las grandes olvidadas en la historia de las lenguas artificiales aunque algunas de ellas fueron inventadas por ellas

27 may 2017 / 12:49 h - Actualizado: 25 may 2017 / 20:22 h.
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  • Portada de una de las novelas de Suzette Haden Elgin (1936-2015). / El Correo
    Portada de una de las novelas de Suzette Haden Elgin (1936-2015). / El Correo

Si piensan por un momento en una lengua artificial, seguramente recordarán proyectos tan extraordinarios como el Esperanto, creado por el médico oftalmólogo Ludwik L. Zamenhof para facilitar la comunicación entre naciones o el Volapük, concebido por el sacerdote alemán Johann Martin Schleyer con este mismo propósito. Si nos embarcamos en el ámbito de la ficción, posiblemente les resultarán más familiares otros como el Dothraki, ideado por Peterson para la popular Juego de Tronos, el Klingon, inventado por Marc Okrand para esos seres de aspecto un tanto desagradable que protagonizan Star Trek, o el na’vi, originado por Frommer para dotar de una lengua a esas asombrosas criaturas humanoides, de piel azul, que habitan en la luna de Pandora. Pero, si prestan toda su atención, se percatarán también de que todos estos proyectos, junto a los muchos que conforman la interminable lista de lenguas artificiales que Arika Okrent recoge parcialmente en su obra In the land of invented languages (2009), tienen un elemento en común: todos han sido construidos por hombres, en muchos casos, no necesariamente lingüistas. Ahora bien, ¿se han preguntado alguna vez si existe alguna lengua artificial inventada por una mujer? En este artículo les desvelaremos el misterio.

Las mujeres han sido siempre las grandes desconocidas y olvidadas en la historia de las lenguas artificiales, hasta el punto de que algunos de los proyectos que estas han diseñado se encuentran condenados al olvido. Si son ya poco reconocidas las aportaciones que las mujeres han realizado en disciplinas como la Lingüística, poco podemos esperar de un campo que a día de hoy pasa casi desapercibido para los estudiosos del lenguaje. Entre los que muestran algún tipo de interés por proyectos de esta índole, pocos tienen constancia de la existencia de lenguas inventadas por mujeres.

Resulta paradójico, por tanto, que la primera lengua artificial documentada sea obra de una mujer. La desconocida Lingua Ignota fue creada por Hildegard von Bingen (1078-1179) en la Alemania del siglo XII. Escritora, teóloga, científica, música, pintora y visionaria, esta monja y abadesa en el Monasterio de Rupertsberg desarrolló un esbozo de lengua artificial en su obra Ignota Lingua per simplicem hominem Hildegardem prolata. Su lengua se basa en un listado de aproximadamente mil palabras glosadas en latín o alemán, en la que solo es posible encontrar sustantivos y unos cuantos adjetivos. Dichas palabras no se presentan de forma aleatoria, sino que se encuentran agrupadas en categorías diferentes y en su mayoría están relacionadas con un léxico cotidiano (comidas, personas, árboles, plantas, vestidos, utensilios, partes del cuerpo, etc.). Con el fin de representar su lengua, Hildegard también desarrolló su propio alfabeto, diferente de los conocidos en la época, al que denomina Litterae ignotae: (Ver imagen)

Los orígenes de la Lingua Ignota siguen siendo un auténtico misterio. Pese a que se ha especulado mucho sobre el propósito con el que Hildegard ideó su lengua, aún no conocemos a ciencia cierta la intención que inicialmente tendría esta extraordinaria mujer. Algunos abogan por el carácter científico de esta creación lingüística. Otros, en cambio, la relacionan con manifestaciones místicas como la glosolalia o las lenguas oníricas, cuestión del todo discutible si tenemos en cuenta la sistematización que domina la lengua. Finalmente, no faltan quienes consideran este sistema como un esbozo de una lengua secreta. Sea como fuere, se trata de un asunto que merece una mayor atención de la que he recibido hasta el momento, aunque solo sea para desvelar algunos de los muchos enigmas que encierra esta lengua.

Pero no solo la Lingua Ignota fue originada por una Mujer. También el láadan, cuya autora, la escritora, lingüista y feminista Suzette Haden Elgin (1936-2015), la inventó para que las mujeres pudiesen expresar sus pensamientos sin tapujos. Con el fin de dar a conocer este sistema, Elgin lo convierte en el eje vertebrador de sus novelas, una trilogía de ciencia ficción que comienza con Lengua Materna (1984) y que continuó con La Rosa de Judas (1987) y Earthsong (1994).

La primera novela de la saga se localiza en el siglo XXIII y refleja un modelo de sociedad basado en el androcentrismo, en el que las mujeres habrían perdido todos sus derechos como ciudadanas debido a una reforma constitucional. La situación de desigualdad entre hombres y mujeres era tan evidente que incluso las mujeres eran recluidas en la denominada Casa Estéril cuando desobedecían a sus maridos o, como el propio nombre de la casa indica, cuando no podían ofrecerles una descendencia digna. En este contexto, en el que los lingüistas desempeñan un papel fundamental como intérpretes en las transacciones comerciales y negocios entre alienígenas y humanos, un grupo de mujeres lingüistas, pertenecientes a la Casa Estéril, aprovechando dicha realidad multilingüe, elaboran una lengua cuyo único objetivo era propiciar un cambio en la sociedad.

Bajo la atenta mirada de los hombres, conscientes de la elaboración del Proyecto Codificador pero no de las consecuencias que este podría tener, las mujeres continúan con su tarea lingüística en las horas dedicadas a labores de costura. Ahora bien, el carácter revolucionario de la autora se evidencia en la forma en la que se propaga esta lengua en la novela. Las mujeres solo fueron capaces de difundir sus creaciones lingüísticas gracias a la traducción al láadan de los textos sagrados que después eran recitados en los Servicios Religiosos de los Jueves por la noche en capillas de hospitales y casas privadas. Pero Elgin no solo pretendía desarrollar su lengua en la novela, sino que su intención iba mucho más allá.

Su idea de que el láadan traspasase los límites de la ficción y fuese acogido por las mujeres en el mundo real lleva a la escritora a elaborar rigurosamente su lengua antes de insertarla en la novela. En este sentido, la autora concibe sus novelas como una especie de «laboratorio de experimentación mental» en el que poder explorar soluciones lingüísticas a problemas sociales. Para comprobar la efectividad de su experimento, Elgin se concede un plazo de diez años, desde su primera aparición en Lengua Materna en 1984 hasta 1994, momento en el que publica la última novela de la trilogía. Su intención de que el láadan traspase los límites de la ficción se evidencia también en la publicación del Primer Diccionario y Gramática del Láadan, en el que se recogen los principales rasgos gramaticales y léxicos de la lengua.

En el marco de las lenguas artificiales, el láadan se presenta como un caso particular. Aunque su gramática no es sino una versión simplificada de los modelos de lenguas naturales, especialmente de la lengua inglesa, la autora presta toda su atención a la construcción del vocabulario. Según Elgin, la mayoría de los términos del Láadan estaban destinados a expresar conceptos, importantes para las mujeres, que no están presentes en las lenguas naturales. Muchos de ellos están relacionados con las emociones y los sentimientos. También son frecuentes los términos inventados por la escritora para describir situaciones exclusivas de mujeres que en las lenguas naturales se engloban bajo un mismo concepto.

En suma, mientras que muchas lenguas imaginarias anteriores se esforzaron en vano para mejorar la comunicación mediante la simplificación del lenguaje, reduciéndolo a monosílabos o categorizando los términos de acuerdo a su composición, el láadan refleja un deseo de ampliar el lenguaje existente con el fin de dar cabida a las experiencias y los sentimientos de las mujeres. Así, no les resulte extraño si encuentran, por ejemplo, siete acepciones distintas para referirse a la menstruación: Ásháana (menstruar con alegría), Desháana (menstruación temprana), Elasháana (menstruar por primer vez), Husháana (menstrución dolorosa), Osháana (menstruación), Wesháana (menstruación tardía) y Zhesháana (menstruar en sincronía con otras mujeres).

Sin embargo, en lo que sí coincide Elgin con los inventores de lenguas de siglos anteriores es en su afán por distanciarse de las lenguas naturales, a las que considera imprefectas y poco precisas. La autora organiza los términos referentes a un mismo concepto en campos semánticos representados por una palabra. La adición a esta primera palabra de afijos conlleva la precisión del significado de cada miembro del grupo. Cada palabra o término incorpora en sí mismo una definición explícita del concepto denotado. De esta forma, se confecciona la mayor parte del vocabulario del Láadan, a excepción de ciertas palabras creadas posteriormente para conceptos que no tienen equivalentes en otras lenguas y que establecen una correspondencia directa entre lengua y sensibilidad femenina. Un ejemplo es el término lowitheláad, que significa «sentir, como si fuera directamente, el dolor/pena/sorpresa/alegría/furia de otra persona».

Quizá sea esa carga aparentemente feminista el motivo por el que este sistema ha sido objeto de innumerables críticas provenientes de diferentes sectores. Sin embargo, la intención de la autora no era crear un sistema radicalmente feminista para perjudicar a los hombres. Su propósito no pasó de idear una lengua para mujeres liberales conscientes de las desigualdades sociales de los años ochenta, momento en el que Elgin confeccionó su lengua. Por eso, no se equivoquen, no la juzguen como un arma poderosa para destruir la sociedad. Ni tan siquiera piensen que es una vía para escapar del maltrato. Entiéndase mejor como un simple instrumento capaz de originar un mundo mejor. Así, si como decía Wittgenstein, «imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida», este sería también el significado que el láadan tendría para Elgin, pues ella concebía su sistema como la única forma de lograr una auténtica sociedad igualitaria.

¿Se han preguntado alguna vez si existe alguna lengua artificial inventada por una mujer? En este artículo les desvelaremos el misterio.

Hildegard desarrolló su propio alfabeto, diferente de los conocidos en la época, al que denomina Litterae ignotae. / El Correo

Hildegard von Bingen (1078-1179). / El Correo