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No hay Navidad sin Scrooge

Tras su incontestable éxito, Charles Dickens vuelve a la sala La Fundición de la mano de Teatrasmagoria. «Canción de Navidad» es una propuesta ideal para disfrutar en familia, pero también un regalo para los que aman el buen teatro.

09 dic 2017 / 08:55 h - Actualizado: 07 dic 2017 / 23:31 h.
"Teatro","Teatro Aladar"
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Warren’s Blacking Factory era una fábrica de betún para calzado próxima a la actual estación de tren de Charing Cross, en Londres. Allí comenzó a trabajar Charles Dickens, recién cumplidos los doce años, a razón de diez horas diarias. Además de pagar su hospedaje, el joven debía ayudar a la familia, cuya situación era completamente desesperada. Corría el año 1824, y tras no poder afrontar una serie de deudas, John Dickens, el padre oficinista del futuro escritor, fue condenado a prisión, llevándose con él a su mujer y a varios hijos —aunque parezca sorprendente, en aquella época el moroso tenía derecho a compartir celda con sus familiares—. Mientras estos sobrevivían a duras penas en el penal de Marshalsea, Charles sufría la explotación con enorme estoicismo, aprendiendo cuán injusta puede llegar a ser la vida con los más débiles. Dicha enseñanza no caería en saco roto, llegando a convertirse años después en material de primera calidad para sus artículos y relatos de denuncia social. Tras sobrevivir a la dureza de la manufactura y formarse de manera autodidacta, halló diversos empleos en el ámbito judicial hasta dar con su verdadera vocación, la escritura. True Sun fue el primero de los diarios que supo valorar su talento, y más tarde, en 1834, el Morning Chronicle lo contrató como periodista para cubrir campañas electorales. Allí conoció a su futuro suegro —la joven Catherine Hogarth era hija del director— y partir de ese momento comenzaron a surgir sus primeras creaciones literarias, en su mayoría novelas por entregas. Por ejemplo Los papeles póstumos del club Pickwick, Oliver Twist —esta última inspirada en su propia experiencia personal— o Grandes esperanzas. Con apenas 27 años, Charles Dickens ya era el autor más leído de Inglaterra, llegando a alcanzar las cifras de 100.000 ejemplares vendidos de su novela David Copperfield. Este inusitado éxito le permitió viajar, impartir conferencias en varios países y cumplir uno de sus sueños de infancia, comprarse una casa en Kent.

A Christmas Carol

Pese a su falta de recursos, la familia de Dickens adoraba la Navidad. En esas fechas su padre solía incluso montar obritas de teatro para deleite de sus pequeños, algo que caló en el espíritu del escritor y que más tarde repitió con sus propios hijos. Tras un informe del gobierno británico sobre la gravedad del trabajo infantil, pensó en escribir un panfleto utilizando su sobrada experiencia como periodista político. Sin embargo, poco después cayó en la cuenta de que un relato de ficción podría llegar a más gente, máxime si este se ambientaba en época de fiestas. Así nació Canción de Navidad, una novela corta publicada originalmente por Chapman & Hall el 19 de diciembre de 1843, curiosamente el mismo año que el príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria de Inglaterra, popularizó la primera tarjeta navideña. Antes de la víspera de Navidad, la cifra de copias vendidas superaba los seis mil ejemplares, ampliándose con el tiempo hasta convertirse en un fenómeno en los Estados Unidos y el resto del mundo. Y es que la historia de Ebenezer Scrooge, el viejo avariento al que se le aparecen tres fantasmas durante la Nochebuena, forma parte de la memoria colectiva de todos. Tal es su dimensión que, desde su aparición en pleno siglo XIX, sus adaptaciones se multiplican cada año. Desde las múltiples versiones literarias (infantiles, ilustradas, en cómic, etc.) hasta su irrupción en el cine, donde grandes intérpretes como Albert Finney, Michael Cane o Patrick Stewart han encarnado a su protagonista.

Nace Teatrasmagoria

Antes de ingresar en la ESAD de Sevilla y dedicarse por entero al teatro, Néstor Barea asistió a clases de Filología en la Fábrica de Tabacos. Mientras disfrutaba de la compañía de otros estudiantes que, como él, declaraban su amor por el arte de Talía, el futuro actor y director se sumergió en la lectura de los grandes clásicos. Desde autores españoles a anglosajones, su mente se fue nutriendo de historias que, años más tarde, verían la luz sobre un escenario. Su primera gran oportunidad —ya finalizados los estudios en Arte Dramático—, le llegó de manos de la compañía Teatro Clásico de Sevilla y no era otra que «La vida es sueño». De este modo, Néstor Barea pudo darse a conocer al gran público interpretando nada menos que un texto de Calderón de la Barca —ahí es nada—. Más tarde vendrían «Don Juan Tenorio», «Cyrano de Bergerac» y otros retos igualmente interesantes. Sin embargo, su mente, inquieta y creativa a partes iguales, albergaba una idea original que tiempo después vería la luz con gran esfuerzo y dedicación: aunar teatro y fantasmas. O lo que es lo mismo, narrar desde la dramaturgia aquellos textos sobrenaturales de la literatura universal que ya forman parte de nuestra cultura popular. Y quién mejor para poner en marcha el experimento que Charles Dickens...

Un producto comercial de calidad

«Canción de Navidad» se estrenó el 17 de diciembre de 2014 en el sevillano Teatro Alameda, y su llegada a las tablas supuso a su vez el bautizo de la joven compañía Teatrasmagoria. Un proyecto asentado sobre cuatro actores profesionales —Gina Escánez, Nacho Bravo, Alicia Moruno y el propio Néstor Barea—, a los que sumar técnicos tan solventes como la escenógrafa Mar Aguilar, el experto en iluminación Valentín Donaire y el músico José Jiménez. Ese primer espectáculo, que ahora regresa a la sala La Fundición de Sevilla del 21 de diciembre al 4 de enero, es el mejor ejemplo de que el talento, la formación y el trabajo sólo pueden dar como resultado el éxito. Inspirado por la novela de Charles Dickens y dotado de ingredientes que potencian su hipnótico argumento, el libreto de Néstor Barea es un compendio de técnicas teatrales de lo más completo. Desde la comedia musical a la máscara contemporánea, pasando por las sombras chinescas y el teatro de marionetas, «Canción de Navidad» no solo constituye un manjar para los amantes del buen teatro, sino que la fusión de sus elementos genera un producto comercial de calidad. Tocados por una varita mágica, sus cuatro actores se encargan de dar vida a los personajes dickensianos con una vitalidad que asombra. Y es que los múltiples cambios de registro, vestuario y emplazamiento sobre el escenario no afectan en absoluto al ritmo, y muy por el contrario constituyen su mejor herramienta para meterse al público en el bolsillo. Nacho Bravo está perfecto como Ebenezer Scrooge, tanto a nivel físico como emocional, mientras que el resto de componentes clavan los papeles secundarios. Si hay que poner alguna pega a este delicioso montaje es su apariencia de pasatiempo infantil —nada más lejos de la realidad—, lo que tal vez les impide acceder a otros públicos y escenarios. Por cierto que gracias a su incontestable éxito en 2014, Teatrasmagoria puso en marcha otros dos títulos ‘fantasmales’ en los años siguientes: El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde, y El extraño caso del Doctor Jeckyll y Mr. Hyde, de R. L. Stevenson, demostrando que su fórmula, como la de Dickens, es tan atractiva como perdurable.

En esta producción de ‘Canción de Navidad’ se fusionan los materiales y se genera un producto comercial de calidad. / Fotografía Emilio Morales

‘Canción de Navidad’ es una novela corta publicada originalmente por Chapman & Hall el 19 de diciembre de 1843. / Fotografía Emilio Morales