Nos vemos aquí al lado

El próximo día 29 de junio se estrena en Sevilla la película ‘Nos vemos allá arriba’ (‘Au revoir là-haut’), un trabajo espectacular que va de lo patético a lo íntimamente perverso, de la alegría por vivir al infierno de una existencia desdichada, del horror al amor. Una opción espléndida para los amantes del cine.

16 jun 2018 / 08:13 h - Actualizado: 15 jun 2018 / 10:52 h.
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  • Las secuelas que deja una guerra es uno de los temas principales de la película. / Jerome Prebois. ADCB Films
    Las secuelas que deja una guerra es uno de los temas principales de la película. / Jerome Prebois. ADCB Films
  • El trabajo de Dupontel está lleno de imágenes evocadoras, de sonidos que nos trasladan a lugares improbables y apetecibles. / Jerome Prebois. ADCB Films
    El trabajo de Dupontel está lleno de imágenes evocadoras, de sonidos que nos trasladan a lugares improbables y apetecibles. / Jerome Prebois. ADCB Films
  • Albert Dupontel, director, protagonista y guionista de la película. / Jerome Prebois. ADCB Films
    Albert Dupontel, director, protagonista y guionista de la película. / Jerome Prebois. ADCB Films
  • La amargura de las relaciones familiares truncadas inunda todo el metraje de la película. / Jerome Prebois. ADCB Films
    La amargura de las relaciones familiares truncadas inunda todo el metraje de la película. / Jerome Prebois. ADCB Films
  • El actor argentino Nahuel Pérez Biscayart logra una interpretación estupenda. Ojos y movimiento corporal. Solo eso. / Jerome Prebois. ADCB Films
    El actor argentino Nahuel Pérez Biscayart logra una interpretación estupenda. Ojos y movimiento corporal. Solo eso. / Jerome Prebois. ADCB Films

La guerra es eso que hace un hombre (pocas veces las mujeres) buscando un grado de infelicidad común que impide al ser humano sentirse pleno. La guerra es eso que siega la vida de millones de personas al cabo del año y lo hace a cambio de nada. La guerra es eso que nos pasa factura durante décadas y convierte las sociedades en hervideros que preparan el siguiente conflicto como si fuera la cosa más normal de las que pueda hacer alguien en este mundo.

Pero, aun siendo un verdadero desastre, en una guerra cabe todo. Incluso la bondad y el arte. Es algo tan extraño eso de matarse unos a otros que cualquier cosa puede pasar alrededor de un conflicto en el que miles de vidas desaparecen cada jornada. Nadie debe escandalizarse con esto. ¿Cuántos cuadros representando batallas y escenas violentas hay en los museos de todo el mundo?

Pierre Lemaitre entregó un relato estupendo titulado como la película de Albert Dupontel. Nos vemos allá arriba. Una novela excelente que fue premiada con el Goncourt en 2014. Por ello, resulta una paradoja que la película tenga las fortalezas colocadas en lugares diferentes al guion. Dupontel adapta bien el texto de Lemaitre, pero olvida que una novela no es un guion y que la literatura no es cine. En cualquier caso, no se trata de un libreto especialmente flojo. No, el problema es que la película está a un nivel técnico asombroso y el guion no lo está. Ni más ni menos. Está bien, pero no es suficiente.

Ahora bien, Nos vemos allá arriba (Au revoir là-haut, 2017) es una película estupenda. La puesta en escena es un primor. Todos los detalles parecen estar cuidados al máximo, la sensación de uniformidad es aplastante. El vestuario extraordinario. Pocas veces la integración de ese vestuario en la paleta de colores que se despliega en pantalla fue tan importante. La peluquería y el maquillaje exactos.

La cámara de Abert Dupontel se mueve con elegancia, a veces a una velocidad imposible sin que moleste al espectador. Los planos secuencia (los del arranque de la película especialmente) están justificados y su utilidad para la estructura narrativa es absoluta. Los planos cortos buscando lo mejor de la interpretación de Nahuel Pérez Biscayart se entregan desde el mejor de los encuadres. En este caso es especialmente importante ese acierto puesto que el argentino se pasa el 90 por ciento del tiempo tras una máscara. Le quedan los ojos y el movimiento corporal para encarnar un papel lleno de matices que, además, es entrañable. El realizador Dupontel, encarna a otro de los personajes protagonistas. Si Pérez Biscayart intenta representar esa zona que ocupa el arte dentro de un conflicto, una estética de la violencia que existe aunque resulte dolorosa; Dupontel defiende un personaje que representa la bondad, la esencia blanca y cristalina que un ser humano conserva aunque tenga que vivir el peor de los momentos de su vida. El resultado pendula entre lo patético y lo irónico, entre lo bello y lo repugnante.

El argumento tiene algún problema de profundidad al armarse con una serie de subtramas que van debilitando el cuerpo central narrativo y que, a cambio, aportan poca cosa. Por ejemplo, la relación de un antiguo oficial que estuvo al mando de los protagonistas durante la guerra pierde potencia a medida que avanza el relato cuando es fundamental. Queda prendida con alfileres a costa de imágenes espectaculares que presentan una fiesta maravillosa por loca y divertida. Pero, hay que insistir, se perdona puesto que el conjunto es una maravilla. Y porque nos dibujan nuestro propio universo en un ámbito que pertenece a la ficción. De eso va el arte, de colocarnos al lado de lo que somos para que nos entendamos.

El día 29 de junio se estrena en las salas de cine sevillanas. Merece la pena acercarse y echar un vistazo a este trabajo entrañable, espectacular, colorista, sorprendente, honesto y divertido. Si alguien ha leído la novela no debe preocuparse. Aunque la adaptación es cercana al original, la puesta en escena convierte la trama conocida en una carga llevadera. Es más, creo que conviene leer la novela antes de ir a la sala de proyección.

En cualquier caso, bienvenida sea.