Nueva ciencia ficción cañí

En España también hacemos ciencia ficción. No solo es cosa de los grandes estudios norteamericanos. Pero no parece que nadie se atreva, de verdad, a jugarse el tipo. Mandan las taquillas y las ideas quedan en segundo plano

05 oct 2015 / 17:26 h - Actualizado: 05 oct 2015 / 17:28 h.
"Ciencia ficción","Ciencia ficción - Aladar"
  • Escena de la inefable ‘Fin’.
    Escena de la inefable ‘Fin’.
  • Una oscura imagen de ‘Los últimos días’.
    Una oscura imagen de ‘Los últimos días’. Nirek Sabal

Un par de títulos sirven de referencia para encuadrar la nueva ciencia ficción que se hace en el cine español. No son las únicas aunque representan lo mejor y lo peor de los últimos trabajos realizados por profesionales del cine español.

Los últimos días (2013). Es una película firmada por Alex y David Pastor. La dirigieron con la inestimable ayuda del fotógrafo Daniel Aranyó, la gran baza de la película. Porque, en realidad, a pesar del esfuerzo técnico, lo que tenemos son unas ganas locas de hacer cine, un despliegue de medios exprimido al máximo, una puesta en escena cuidada y elegante, a José Coronado que se las sabe todas, pero un producto en el que falta arrojo como para apostar por una mayor profundidad narrativa.

El cine no puede, ni debe, quedarse en espectáculo visual que se aprovecha para contar cualquier historieta. No, porque puede pasar lo que en Los últimos días, que todo tenga pinta de estar hilvanado y poco más a costa de mostrar lo que se sabe hacer con una cámara. Un detalle sin desvelar nada de la trama: en una escena vemos como un personaje rompe un cristal de la ventana y se asoma desde el borde, luego vemos a cuatro más que lo hacen en otro lugar distinto. Vale. Pero cuando uno de ellos necesita hablar con otra se dedica a golpear el vidrio y gritar como un loco para que le escuche (la otra persona está alejada). Si ya hemos visto que asomarse a la ventana se puede ¿por qué esas criaturas no lo hacen y se dejan de tonterías? Eso sí, hay escenas espectaculares, hay mucha escuela de cine detrás.

El caso es que los Pastor nos cuentan cómo una enfermedad ataca a la humanidad entera, una enfermedad que impide salir a espacios abiertos. Agorafobia. Y, claro, la cosa es apocalíptica del todo.

Algunas escenas son francamente buenas. Barcelona en plena desintegración, la vida en los espacios cerrados incluidos los subsuelos (el del metro está muy bien diseñado). Otras son francamente desastrosas. Por un lado, no vienen a cuento y, por otro, recuerdan en exceso a producciones millonarias que ya habían abordado esto del apocalipsis. Animales sueltos por la ciudad (¿recuerdan Soy leyenda?), fortalezas construidas para evitar ataques de los más salvajes (¿recuerdan Mad Max?) Se suman cosas inexplicables que restan interés. Lo de las ventanas ya esta dicho, pero cómo saber la forma en la que alguien sobrevive meses sin comida, sin agua y embarazada se hace pesado e irritante. Poco guion que se intenta maquillar a base de espectáculo visual y una magnífica fotografía.

Quim Gutiérrez no termina de encajar en su papel. Parece no disfrutar con lo que le toca hacer. Coronado, sin embargo, aunque sin demasiado ánimo, encaja porque tiene tablas para dar y tomar. No es el papel de su vida, eso no. Leticia Dolera hace un papel muy secundario y se queda en correcta. Y Marta Etura, aunque aparece poco, soluciona algunas escenas con la sonrisa y poco más. Tiene un talento natural muy poderoso esta chica. Con poco consigue mucho. Esta película me hace pensar en el talento de los profesionales españoles (que no falta) y en cómo se utiliza, en qué lo utilizan. Hay muestras suficientes de buen cine y de originalidad. ¿Por qué andar con productos parecidos a los de Hollywood? ¿Por qué no arriesgar sin buscar tanto el resultado de la taquilla? Lo grande no llega con lo extravagante. Lo grande llega con las grandes ideas y con las apuestas inciertas. Esto es algo en lo que deberían pensar productores y realizadores. Y es la baza que hará despegar al cine español definitivamente. Los últimos días es una película más. Sólo eso. Y es una lástima que sea así.

Fin (2012). En todo sistema narrativo debe existir una cantidad de información suficiente y una zona expresiva compensada para que el relato se convierta en algo más que una historieta o una noticia de periódico. Sin unas cantidades justas, de una cosa y otra, el relato no funcionará. Un exceso de información convierte el relato en la sucesión de escenas que nada dicen y el exceso de expresividad (sin la información necesaria) lo convierte en un jeroglífico irresoluble. Fin, primera película del realizador Jorge Torregrossa, arranca con ímpetu, con los elementos técnicos necesarios para hacer buen cine.

Un grupo de amigos se encuentra en una casa de campo; parecen tener guardado un secreto inconfesable; y ocurre algo inesperado que ni ellos ni el espectador reconocen (el paso de un meteorito o algo así por encima de sus cabezas, la desaparición de alguna estrella). Hasta aquí, los personajes habían comenzado a presentarse, todo era creíble, la cámara estaba en su sitio. Hasta aquí, todo iba bien. Pero después, se produce un derrumbe casi total de la propuesta. Apenas en 20 minutos.

Llega la ciencia ficción sin que tengamos tiempo de conocer a cada personaje (algo que nos dejará sin opciones en cuanto al interés por ellos), lo inexplicable se trata de solventar con una carga expresiva poco sólida, nada se entiende (ni los personajes ni los espectadores aciertan a saber qué ocurre), los animales son agresivos sin una justificación clara, un león aparece en pantalla por las buenas, la lógica de la película se soporta sobre detalles insípidos (el asunto del reloj de uno de los personajes que aparece dentro de su coche es una clara muestra de esto). Si hablamos del final de la película el la cosa es mucho más grave.

Todas las dudas que podemos acumular ya se han acumulado. Sobre lo que pasa, sobre los personajes, sobre la justificación narrativa, sobre los escenarios.

Todas las dudas que quedan en manos de un doloroso e irritante piense usted lo que quiera o pueda. Poco antes del final, los personajes que quedan sueltos por la pantalla intentan explicar el fondo de la película con un par de frases. Lógicamente, el desbarajuste es absoluto. Puede dar un ataque de risa si se piensa un poco. Eso sí, con la explicación se da por zanjado el asunto. El espectador se queda con cara de pánfilo y hasta la próxima.

Maribel Verdú está bien aunque no se qué pinta metida en un proyecto como este. Carmen Ruiz se esfuerza mucho y logra el personaje más completo (dentro de la falta de dibujos claros que presenta Torregrossa). Andrés Velencoso debería dedicarse a la suyo y no al cine. El resto hace lo que puede.

Muy bien la fotografía de José David Montero. Torregrossa muy irregular. La película, naturalmente, lo mismo. Hay escenas que son un chiste. Por ejemplo, la persecución de los perros es espantosa. Y el problema no es que la escena esté mal rodada. El verdadero desastre es que se pierden oportunidades magníficas para dar un giro argumental, que a estas alturas de la cinta, es más que necesario. Todo queda en el territorio de la duda, de la falta de comprensión, de lo ramplón y sin interés alguno. Una oportunidad de oro desaprovechada.