Palabras mayores

Hemos estudiado a los desconocidos, pero también los consagrados de las letras cubanas presentaron obras que no se suelen recoger entre las principales –salvo en el caso de Gutiérrez- mas fijan como definitiva una obra eterna. En los grandes literatos no hay obras menores, sino puentes que consolidan una concepción del mundo.

27 may 2017 / 12:53 h - Actualizado: 25 may 2017 / 21:57 h.
"Libros","Literatura","Libros - Aladar","Literatura - Aladar"
  • Portada de ‘Trilogía sucia de La Habana’. / El Correo
    Portada de ‘Trilogía sucia de La Habana’. / El Correo
  • Portada de ‘Fiebre de caballos’. / El Correo
    Portada de ‘Fiebre de caballos’. / El Correo
  • Portada de ‘La ciudad de las columnas’. / El Correo
    Portada de ‘La ciudad de las columnas’. / El Correo
  • Portada de ‘Viaje a La Habana’. / El Correo
    Portada de ‘Viaje a La Habana’. / El Correo
  • Portada de las novelas de Virgilio Piñera ‘Pequeñas maniobras / Presiones y diamantes’. / El Correo
    Portada de las novelas de Virgilio Piñera ‘Pequeñas maniobras / Presiones y diamantes’. / El Correo

Pedro Juan Gutiérrez. TRILOGÍA SUCIA DE LA HABANA

La recopilación de cuentos del escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez es un jardín de las delicias en donde se encuentra todo lo malo, más las promesas de lo bueno -por venir, o para resistir- en una existencia al límite: lo grotesco, lo morboso, lo feo y lo maravilloso, hibridaciones entre la belleza y el horror contadas sin pudor ninguno. Cuentos que no lo son, sino más bien historias, trozos de vida que componen un mapa emocional, la narración de una biografía, con toda la carga de profundidad que supone la realidad cruda y descarnada.

Sin embargo, a pesar de su crudeza o quizás gracias a ella, el lector entra en el pacto de una verosimilitud que pasa a ser realismo y que le lleva, como solo puede hacer la buena literatura, a vivir en realidades en las que no habita.

Su mismo título explica que el lugar geográfico es La Habana, hasta donde llegan los ecos de la miseria en el Oriente de la isla. El momento es el del “periodo especial”, la madre de todas las crisis que ha vivido nunca una sociedad educada; el ambiente social es una marginalidad convertida en norma, y sus personajes una procesión de buscavidas, que no son chulos, prostitutas, mendigos, ladrones, asesinos, o locos, sino que la realidad les ha obligado a vestirse con la ropa moral de esos personajes para poder salir adelante. El hilo conductor es el sexo, abundante, duro, variado, presente en cada detalle de la vida, el íntimo disfrute más difícil de arrebatar a un ser humano si no fuera mediante el placebo de las religiones.

En una sociedad donde el fusible de los códigos ha saltado, las personas solo se guían por el instinto, se refugian en los mundos artificiales del alcohol y de la hierba, en la extraña empatía que crean suciedad y miseria compartidas, en un mundo en ausencia de mañana.

Heroica, porque sus personajes están hechos del material de los superhombres; valiente, por superar todo prejuicio y todo miedo; comprometida solo con la verdad y el imperio de los sentidos; y crítica con dios, con el régimen, y hasta con los mismos turistas, ignorantes de la tragedia cotidiana, la Trilogía de La Habana es el preludio de una gran novela, El rey de La Habana; recoge la evolución de la picaresca española en el ambiente promiscuo y corrompido de los trópicos.

Destaca el narrador, un confidente, un amigo, que no nos intenta agredir con su discurso a sabiendas de que nos perjudicaría mucho más hurtándonos la verdad. Un libro valioso.

Leonardo Padura. FIEBRE DE CABALLOS

Se le celebra por la invención de Mario Conde, el detective, protagonista de toda una serie de sus novelas. Las veleidades intelectuales quieren que El hombre que amaba a los perros sea la mejor de sus obras. Se le concedió el premio Princesa de Asturias por su temperamento ético, por su independencia intelectual y –quizás- como homenaje velado a esa nación hermana que le vio nacer y le permitió crecer profesionalmente, aun con cortapisas, y le deja disentir con mesura desde el corazón mismo de Cuba; a esa sociedad que se resiste, con la herencia de la Revolución, a normalizarse, para bien y para mal, y en la que todos quieren colarse, no se sabe por qué, en cuanto se abre una mínima rendija. Así como otros se empeñan en salir.

Más allá de todas estas cosas encontramos un Leonardo Padura ensayista y cronista, excelente; y al escritor novel de esta aventura emocional, sentida e íntima, digna de la altura del resto de su obra.

Es una historia de amor. De iniciación a la vida. De adolescencia y contradicción. De engaños mutuos y desgarros, en la que –lo han hecho muy pocos novelistas- el autor abandona la idealización, se concentra en la historia resistiéndose al sentimentalismo, deja el tremendismo para la periferia de lo que cuenta, y desarrolla un relato emocionante, verdadero, auténtico, en el que todos nos podemos ver reconocidos como seres humanos en los detalles, si no en la identificación con la tortura del deseo, las trampas de ese paso forzado a la madurez; con la presión del entorno, y la desesperación de no saber cómo actuar, que hacer, como solucionar una carencia que nos estremece.

La novela termina de una forma imprevisiblemente igualitaria y razonable, suficientemente abierta su supervivencia para que quede en la imaginación del lector, pero marcada por acontecimientos cruciales que harán que los protagonistas sean diferentes personas que cuando comenzaron sus vidas de ficción, después de un conflicto, de unos titubeos, escarceos y huidas.

Alejo Carpentier. LA CIUDAD DE LAS COLUMNAS

La Habana se convierte en La ciudad de las columnas después de que Alejo Carpentier nos la revele. A partir de esta obra ya no podrá ser otra cosa. El libro es una colección de fotografías ágrafas -de autores sin voluntad de haberlo sido, o rescatadas de las agencias, o de la Oficina del Historiador- pero poderosas y reales, antiguas o modernas, que componen, junto a un texto del autor francocubano, la ensoñación.

Carpentier ensaya un análisis de los elementos híbridos y espurios que dan a la ciudad ese carácter especial dominado por el clima, marcado por las columnas, los enrejados, las vidrieras y las mamparas; en su disertación hay glosas, deseos y recuerdos, pero sobre todo amor y admiración por la ciudad que le vio nacer.

La Habana es única en la simbiosis de los estilos imposibles, su urbanismo es peculiar, un amontonamiento de sustratos diferentes atenuados por la lluvia del trópico, percibidos por el pensamiento musical y barroco de uno de los escritores más poderosos en la captura de las sensaciones del Caribe, esa pasión, ese mar, ese enamoramiento.

Lo que nos regala Carpentier es el aroma, una nueva manera de ver y de mirar conformada con la aceptación de todo, sin descartar nada, con el reconocimiento de que La Habana es una amalgama en la que el tiempo y los colores actúan de una manera diferente a la que deberían hacerlo. Un lugar que solo se explica desde la literatura, la música, o el arte.

La prosa de Alejo Carpentier es hermosa por sí misma, no necesita motivo ni pretexto, utilizada sobre espacios habitados por él se convierte en un regalo para el lector, un anticipo para el expectante, y un reflejo para el viajero exiliado, ausente.

Reinaldo Arenas. VIAJE A LA HABANA

Los tres relatos recogidos bajo este título deben de leerse desde su aspecto psicoanalítico, en donde emergen, bajo actitudes de la vida real -que son sentimientos y sucesos en el tiempo narrativo- traumas y fantasmas del pasado. Sin duda que en Viaje a La Habana son la familia, el pasado que siempre vuelve, los hedores de esa Revolución de la que huyó el escritor, apaleado y estigmatizado; la pesadilla de un regreso, el mal sueño de la sociedad cubana, el augurio de lo que está pasando allí supuesto desde el exilio, y un cierto canibalismo darviniano con resabios de tragedia griega.

Que trine Eva, primer cuento, es un ejercicio de patchwork, otro Viaje a La Habana emprendido cuando su autor aún estaba allí, indescifrable en su textura metafórica, agotador en el monotema textil que se convierte en una ensoñación y que parece un símbolo. Aunque extraño, como cuento es divertido y sugerente.

Mona se escapa del título común, como lo hace del lienzo en el que está pintada una de sus actoras. Es un trampantojo, una alucinación, un juego de espejos entre la realidad, la obra de arte que la refleja, la Historia que la eyecta, y la emoción que la provoca. En Mona están las circunstancias del expatriamiento.

Es imposible no recordar a través de los relatos el humor negro y los recursos de Virgilio Piñera cuyos reflejos se ven aquí.

Se articula la escritura como un tríptico vital que representa la huida de Cuba, la frialdad del exilio, y el regreso inventado, cuando ya el escritor se encontraba a las puertas de la muerte. Es el Viaje a La Habana que ya no pudo hacer, y su obra última.

Virgilio Piñera. PRESIONES Y DIAMANTES

Puede decirse que Virgilio Piñera inventó su propio estilo, emprendiendo un camino único e irrepetible que tiene rasgos kafkianos, en cuanto que nos introduce, sin que lo podamos impedir, en una realidad obsesiva y paralela que participa del absurdo, y bajo ese disfraz, lo que no tiene sentido adquiere una finalidad, mientras que lo cotidiano pierde su interés, devaluándose. Es también surrealista por sus asociaciones inconscientes, basculando sobre el mundo de los sueños, de las pesadillas. Todo esto lo alcanza el escritor cubano mediante el humor negro y una escritura convencional y cuidada, dotando a su obra narrativa de una estructura sólida, así como de todos los recursos de la excelencia; por ello nos deja más perplejos aun.

El equilibrio entre realismo y absurdo transita esa cuerda floja que es -en literatura- la sorpresa, y Piñera lo mantiene magistralmente durante toda la narración.

En Presiones y diamantes nos parece ver evidenciada una crítica social, al tiempo que retrata los tics y los tips de las clases elegantes, reputadas por su esnobismo. Lo que no alcanzamos a conocer es cuál es ese mundo que Piñera desvanece en lo delirante, se nos antoja el gran Buenos Aires donde vivió durante más de diez años.

Piñera escribió teatro –Electra Garrigó- y poesía –La isla en peso-, cayó en desgracia durante la etapa más oscura de la cultura en Cuba, pero el régimen ha terminado por incorporarlo, reivindicándolo, sacándolo de su ostracismo, porque los muertos no molestan.

Sus cuentos no dejarán indiferente a nadie. En esta hay un diamante que no se consigue subastar de ninguna manera, personas que viajan de una manera bastante peculiar para no tener nada que contar a su regreso, una conspiración para despoblar el mundo, y una afición por jugar canasta que fanatiza a las multitudes.