Patrimonio

Philip Roth es un autor magnífico que sabe escribir sobre cualquier tema. En esta novela afronta la relación entre padre e hijo, la figura materna. Y lo hace desde una finísima ironía envuelta en una amargura que todo lo puede.

19 nov 2016 / 12:00 h - Actualizado: 15 nov 2016 / 00:07 h.
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  • Portada de la novela de Philip Roth ‘Patrimonio’. / El Correo
    Portada de la novela de Philip Roth ‘Patrimonio’. / El Correo

Una de las cosas que me llaman enormemente la atención de la narrativa de Philip Roth es su sinceridad tan absoluta. Roth es capaz de escribir sobre cualquier tema, y de hacerlo sin juzgar, comentar o criticar. Se limita a exponer los hechos y los pensamientos a través de sus personajes, sin hacer ningún tipo de juicio de valor al respecto. Pero esto no quiere decir que sea una narrativa fría o distante: al contrario, se siente una enorme comprensión y empatía hacia las faltas, los vicios y los defectos que se van plasmando de manera casi documental. El autor no juzga, pero comprende. Esto es así en cada libro de Roth, pero en el caso de Patrimonio es aún más impresionante porque se trata de su propia vida lo que está novelando aquí. El libro trata sobre los últimos meses de vida de su padre, a quien diagnostican un tumor cerebral, y la difícil relación con su hijo, sus conversaciones, sus recuerdos. El autor hace de Philip Roth un personaje que sufre, ama, duda, rechaza... sin intentar justificar, explicar o suavizar la verdad, expuesta además con grandes dosis del típico humor judío amargo, absurdo y mordaz que Roth reconoce haber heredado de su padre. Hay que ser un gran autor para ser capaz de hacer algo así.

Es admirable la manera que tiene el autor de plasmar los sentimientos encontrados que le provocaba esta figura paterna, los años de lucha interna y la final aceptación del hombre que era su padre, con todas sus virtudes y todos sus defectos. La madre, en cambio, apenas aparece para morir y dejar al padre en la desolación y la soledad. La vida de la madre existe solamente en función de la de su marido, como figura silenciosa, paciente y amable, pero sin las dimensiones míticas que se le conceden al padre. Una vida dedicada a los demás que no merece más que un par de párrafos sueltos en la obra de su hijo, quien es capaz de amarla y respetarla, pero no de admirarla. Es este un libro para hijos, sospecho, mucho más que para hijas. Pero en cualquier caso, es un gran libro.

Calificación: Impresionante.

Tipo de lector: Lectores masculinos que sean hijos o lo hayan sido alguna vez.

Tipo de lectura: Fascinante.

Engancha desde el principio.

No le sobra ni una página.

Argumento: Ser padre no es fácil, ser hijo lo es aún menos.

Personajes: De marcado color local judío y norteamericano, pero que expresan los sentimientos universales de amor y desamor, atracción y rechazo que se dan hasta en las mejores familias.

¿Dónde puede leerse? Libro todo terreno, se deja leer en cualquier parte.