¿Por qué el suspense o el terror puede resultar un respiro?

Porque nos convierte en centinelas del capítulo siguiente, porque sabemos que cualquier cosa puede ser posible y esa misma incertidumbre es la que nos permite sentir que respiramos. Ser adicto a las series puede resultar ser una forma de sentir que respiras

16 nov 2015 / 19:38 h - Actualizado: 16 nov 2015 / 19:39 h.
"Series"
  • Josh Hartnett, Eva Green, Danny Sapani, Harry Treadaway y Timothy Dalton.
    Josh Hartnett, Eva Green, Danny Sapani, Harry Treadaway y Timothy Dalton.
  • Eva Green es una de las protagonista de Penny Dreadful, una serie de televisión estadounidense de suspenso, creada y escrita por John Logandf.
    Eva Green es una de las protagonista de Penny Dreadful, una serie de televisión estadounidense de suspenso, creada y escrita por John Logandf.
  • ¿Por qué el suspense o el terror puede resultar un respiro?

El preludio de un suceso inquietante, pasional, melancólico; una puerta entreabierta a otro mundo primitivo, lascivo, delicado, oscuro. Así se nos aparece el Londres victoriano del siglo XIX y su exquisita escenografía, de la que nunca te sacias, porque te sacude, te conmueve y te corrompe.

Dorian Grey, el doctor Frankenstein, un explorador de los confines de la tierra y una médium-bruja poseída, se disponen a luchar contra un poder insondable desde el límite, porque ellos también están tocados por maldiciones egipcias y culpas filiales mundanas. Esto es lo interesante de Penny Dreadful (Los horrores de penique), llamada así en honor a los fascículos sobre historias de terror, que se distribuían por ese precio en la decimonónica Inglaterra: la banda sonora que te yergue el espíritu y suspende tu juicio hasta alcanzar el otro lado; y ese límite donde los elegidos por otras eras y los humanos pueden sucumbir al mal o sobrevivir a él, porque de alguna forma u otra, la naturaleza humana es trascendental, trasciende los extensos muros del debería para conquistar libertades que no podría permitirse antes de traspasarlos.

Orquestada en su primera emisión por John Logan (Estados Unidos, 1961) esta serie edifica con voces susurrantes, melodías de cuerpos, de debilidades y miedos un templo donde el apasionado de las series de suspense pueda rendir un culto intermitente al más allá; ¿los cimientos? La imposibilidad de expresarnos o de hacer, en este determinista orden de cosas; y, tal vez, otro tema sería la radicalidad de la fractura entre el bien y el mal. Y ¿solo nos queda lo maniqueo?, ¿no se nos ofrecen hibridaciones a lo largo de nuestros días?, ¿no se confunden, no es necesario para el ser humano confundirlos, no es el precio que paga el hombre para sentirse más realizado?

¿El hilo desmadejado? El deseo de eternidad... ¿pero a cuesta de todo?

¿Con qué soñaba el doctor Frankenstein cuando decidió electrificar su criatura? ¿En qué pensaba Grey cuando pidió su deseo?

Qué es el amor sino el ansia de que aquello que amamos perdure durante toda la vida, sino la traducción de la saturación de la herida de la finitud. Y no es, también, el tiempo en sí mismo, ¿una perversión? Lo que nos condena y permite nuestra salvación.

Estos horrores de a penique, que narra el dramaturgo y guionista estadounidense, se descifran de forma coral. Cada personaje esconde un pasado que merece ser descubierto y comprendido. Entre tantas veredas, es inevitable destacar la omnipresencia de la actriz Eva Green (Vanessa Ives), su saber estar en ese siglo, tan real, y de tan desmedida belleza, que te arrebata el deseo de prenderte a su falda y te crees capaz de adentrarte con ella en el más inhóspito paraje. Aunque, ¿los fuertes son tan fuertes como pensamos o fueron corderos alguna vez?, ¿los monstruos fueron moldeados como tales para serlo y si es así puede rescatarse en ellos algún rastro de humanidad?

Las dos primogénitas temporadas (la segunda, la predilecta) en Versión Original (doblada queda destronada), me sirvieron de bálsamo en un estivo doliente. Y ya no hablamos de lo que me evadí con ese concierto fílmico parpadeante propio de una gran producción, excéntrica; tampoco de una línea estética que ha dejado huella en los escaparates de medio mundo gracias a las oportunas temporadas de moda; ni de la BSO de Abel Korzeniowski, extenuante, cuando da contigo en ciertos momentos existenciales en lo que tienes que aprender a manejarte de nuevo.

Antes de disfrutarla, no entendía el empleo desaforado del término yonky para describir a una persona adicta a las series, ahora reconozco que se trata de una experiencia esclavista por la que tenía que pasar.

Con una sacudida de violines in crescendo, la caricia de las teclas de un piano y con sangre derramada se compone la presentación de cada uno de sus capítulos; ¿no comienza así también la vida?, ¿no es, acaso, ése nuestro origen, lo puramente visceral?, la primera bocanada de vida ¿no es sentir, sentida? En términos adictivos, Penny Dreadful es eso, una extenuante bocanada de vida.