Proyecto Mágico: El arte en la cancha de juego

«Es un príncipe; es un príncipe» decían los aficionados gaditanos cuando veían a ‘Mágico’ González sobre el terreno de juego, manejando el balón a velocidad de vértigo, cambiando de ritmo para volver locos a los rivales, dominando la pelota con una técnica que muy pocos jugadores han podido dominar a lo largo de la historia. Mágico era, eso, la magia del fútbol

18 abr 2017 / 12:00 h - Actualizado: 17 abr 2017 / 16:55 h.
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  • ‘Mágico’ González durante un momento de un partido. / El Correo
    ‘Mágico’ González durante un momento de un partido. / El Correo
  • El jugador ‘Mágico’ González (a la izquierda) junto con Juan José. / El Correo
    El jugador ‘Mágico’ González (a la izquierda) junto con Juan José. / El Correo
  • ‘Mágico’ González. / El Correo
    ‘Mágico’ González. / El Correo
  • Cartel del documental ‘Proyecto Mágico’. / El Correo
    Cartel del documental ‘Proyecto Mágico’. / El Correo

«Reconozco que no soy un santo, que me gusta la noche y que las ganas de juerga no me las quita ni mi madre. Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida. Lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Sólo juego por divertirme”. Esto es lo que decía ‘Mágico’ González de sí mismo. Tal vez sea el mejor futbolista que ha pisado los campos de fútbol españoles, pero era así, como él mismo afirmó ser. No quiso nunca jugar en equipos grandes, no quiso hacerse millonario porque lo que cobraba lo gastaba de inmediato y cuanto más hubiera ganado más hubiera malgastado, no quiso entrenar como un profesional porque prefería jugar en el patio de casa con los chiquillos (más de una vez tuvieron que ir a sacarle de allí para llevarle al campo).

Jorge Alberto González Barillas llegó a España para jugar el mundial de fútbol con la selección de su país natal, El Salvador. Y encontró en Cádiz el lugar en el que quería jugar al fútbol porque él era un bohemio y estando en Cádiz creyó que la ciudad le permitiría vivir a un son que le dejaba disfrutar de la vida ganando lo suficiente. En realidad, no fue tan bonita la historia. El presidente del Cádiz, Irigoyen, le fichó en un hotel (mágico se había quedado en España tras jugar el Mundial de Fútbol y se estaba corriendo una juerga tras otra diarias por todo el país). Irigoyen le pidió que fuera a la presentación del equipo y él lo que hizo fue irse a Madrid. Allí tuvieron que amenazarle por incumplir el contrato y accedió a jugar en el equipo gaditano. Pero más tarde, sí es verdad que hizo de Cádiz su casa. Jugó en el equipo de Mejía y de Juan José; cada tarde que jugaba el estadio Ramón de Carranza se llenaba del mismo modo que los campos de toda España se llenaban si él aparecía en la alineación titular.

‘Mágico’ González llegaba de El Salvador después de haber pasado más hambre que un caracol en un espejo (esto es una de las cosas que se dicen en el documental Proyecto Mágico, 2012). Encontró bares, discotecas, juerga. Y no hizo ascos a una noche de desenfreno nunca. Entrenar era otra cosa. Le gustaba jugar al fútbol como si fuera una forma de divertirse, como si estuviera tomando unas cervezas en el bar con los amigos, pero entrenar era un suplicio.

Consiguió marcar algunos tantos que fueron verdaderas obras de arte. Incluso algunos porteros iban al centro del campo para felicitar al jugador por el gol que habían encajado. Un tanto a Zubizarreta, desde medio del campo, después de robar la pelota en su área, hizo que el internacional español aplaudiera sin rubor alguno a González.

Entendía la vida como entendía el fútbol. Si vivir es inventarse la realidad a diario, jugar al fútbol era inventarse el deporte a diario.

Una de las tardes en las que no daba pie con bola, ‘Mágico’ se fue al vestuario sin saber nadie lo que estaba pasando. No había sido capaz de parar un balón, de hacer un pase en condiciones, de tirar a puerta. Pero, de regreso al campo, organizó un lío inolvidable. Nadie sabe qué pasó en ese vestuario. En cualquier caso, es mejor no hablar de algunas cosas de las que hizo ‘Mágico González’ porque los mitos hay que preservarlos en el tiempo. ‘Mágico’ González fue y sigue siendo un mito absoluto entre los aficionados gaditanos. Y entre los que han visto jugar al salvadoreño en otros campos, no faltan auténticos fans. Ver una buena tarde de ‘Mágico’ te servía para toda la temporada.

Proyecto Mágico es un documental de Manuel Jiménez Núñez. Es muy breve. Apenas en veinte minutos, Jiménez ventila el asunto. Solo vamos a ver una barra de un bar, las barricas de vino, el grifo de cerveza, algunos clientes tomando el aperitivo. Y escucharemos los testimonios de los aficionados sin ver el rostro de ninguno de ellos. No hay rostros porque Jiménez quiere que entendamos que la opinión de una persona sobre ‘Mágico’ es la opinión de todos. Solo escuchamos un pasodoble cuando aparecen los créditos finales; después de que Mágico haya sido comparado con Curro Romero.

Habrá quien quede decepcionado creyendo que en el documental se verán imágenes del jugador con la camiseta del Cádiz y sobre el terreno de juego. Pero el objetivo de la película es hacernos recordar lo que fue este jugador, que intentemos recordar esas imágenes que tanto vimos en la moviola y que constituían una obra de arte en sí mismas.