Puente Genil y la poesía

Puente Genil es un pueblo que cuida de la memoria de sus poetas. Ella también quiere cuidar memorias, poemas leídos y escritos cerca de su tierra natal, nombres propios y algún objeto que recuerda como si lo estuviera viendo hoy. La autora nos cuenta el encuentro con un pueblo, como dibuja su consciencia lo que fue ella y cómo lo sintió para que el recuerdo siga pegado a su espalda.

11 feb 2017 / 12:35 h - Actualizado: 11 feb 2017 / 14:55 h.
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  • Del mismo modo que hay pueblos que dejan morir a sus poetas en el olvido, en Puente Genil cuidan del recuerdo de los suyos. / El Correo
    Del mismo modo que hay pueblos que dejan morir a sus poetas en el olvido, en Puente Genil cuidan del recuerdo de los suyos. / El Correo
  • Puente en Puente Genil. / El Correo
    Puente en Puente Genil. / El Correo
  • En Puente Genil la poesía era, antes, cosa de hombres. Ya no. Ahora la mujer puede dedicar su tiempo a escribir poemas con naturalidad. / El Correo
    En Puente Genil la poesía era, antes, cosa de hombres. Ya no. Ahora la mujer puede dedicar su tiempo a escribir poemas con naturalidad. / El Correo
  • El monumento de la época del dictador luce, ahora, un poema en cada uno de sus lados. / El Correo
    El monumento de la época del dictador luce, ahora, un poema en cada uno de sus lados. / El Correo

La población de Puente Genil, en plena campiña cordobesa, está dividida por el río Genil. Su nombre proviene de Pontón de Don Gonzalo que bajo el Marquesado de Priego estaba situado en la margen derecha y pertenecía a Córdoba. A la izquierda del río el nombre era Miragenil perteneciente al Marquesado de Estepa, en Sevilla. Como no se ponían de acuerdo, la regente reina María Cristina por real decreto los unió en 1834.

Al entrar con el AVE, pasas de largo la antigua estación, que fue creada en 1865, una de las primeras de España. También fue el primer pueblo de Andalucía que tuvo electricidad en 1889. El río baja casi a rastras, es una lengua que apenas alcanza a estirarse con fuerza; me dicen que a veces es mucho más caudaloso. Están construyendo un paseo que se llamará Paseo de los Poetas. Allí nacieron poetas como Manuel Reina, Juan Rejano y Ricardo Molina. Pregunto a Antonio Roa, que organiza recitales poéticos desde el 2012 mediante la Asociación Cultural Poética, si no hay poetas mujeres en Puente Genil. La poesía era cosa de hombres en la campiña cordobesa. Ahora no, los tiempos cambian y las lecturas de poesía son acompañadas por el grupo de música Nameless. La pianista, Alicia Baena, tiene los dedos engarzados de música.

Hay pueblos que dejan morir a sus poetas en el olvido, otros, que los ensalzan y celebran, gracias a personas que lo hacen posible porque que saben que el arte no solo nos hace más felices, sino que nos ayuda a sentir la vida en todas sus dimensiones, incluso la religiosa. Como en la mayoría de pueblos andaluces no faltan las cofradías, ni los hermanos cofrades. La Rambla, que es el lugar donde nací, también tiene sus cofradías, viene a cuento porque mi abuelo era Cofrade Mayor. Las cofradías y sus hermanos permiten pensar en la masonería, pero no puedes entrar en sus secretos, y menos si eres mujer puesto que hasta hace pocos años era cosa de hombres. Nos cruzamos con los miembros de una orquesta que acaba de ensayar. Más de cincuenta hombres y mujeres vestidos de gala con sus instrumentos en la mano. No sé si la soledad de las grandes ciudades sería menos aguijoneadora en un lugar con tantas cofradías que, como me dice Ernesto Cáceres, dinamizan la vida cultural. Ernesto tiene vocación de docente. Es abogado y excelente transmisor de conocimiento destinado a los más frágiles de la sociedad, los niños y las niñas.

Ha publicado un libro ilustrado «Las fiestas de la Puente» con Jesús Berral. Explica a vuelo de pluma historias relacionadas con la población que invitan a recorrer sus páginas coloreadas de ilustraciones. Han construido un ocurrente artificio verbal y cromático de habilidosos juegos de palabras. No hay grandes empresas editoriales por medio, simplemente el gesto, el deseo de hacerlo posible.

Ricardo Molina es el poeta que mejor conozco. Fue uno de los fundadores del grupo Cántico. Nació en 1917 y murió en Córdoba, en 1968, dos años antes le habían dado la plaza fija como profesor de literatura. Sus poemas son cerrados y abiertos, sensuales y melancólicos, clásicos y tiernos. Luis Antonio de Villena dijo que eran tiempos poco favorables para un creador que hubo de celar su condición homosexual, como la mayoría de sus compañeros de Cántico. Hay una foto en una cofradía del que él era hermano, está con traje oscuro, el fondo es negro y solo resaltan las manos cruzadas, la derecha sobre la izquierda, su perfil de hombre mediterráneo destaca con rasgos agudizados por algunas arrugas. No es posible esquivar este cuerpo de tierra / no es posible olvidarme de los ojos, los labios / el cuello y las mejillas y los brazos y el pecho / y los pies y los muslos y el vientre y la cintura / y el alma repartida / por todo nuestro cuerpo / como el sexo / una piel más sensible y brillante, un perfume / hondo como el deseo. Este poema lo escribió en la primavera de 1947, con treinta años.

La calle Aguilar sube hasta el Calvario y la Iglesia con el sonoro nombre de Nuestro Padre Jesús de la Humildad. Se alza un monumento que en tiempos del dictador estaba dedicado a los caídos de un solo bando, ahora luce un poema en cada cara de los cuatro lados del monumento, así nadie se ofende, me dicen. Estamos en la parte más alta de la población. Bajamos de nuevo hasta el puente. Los desastres urbanísticos cometidos en algunas calles hacen que te sientas en cualquier extrarradio de ciudades como Madrid o Barcelona. Bloques de cemento y balcones con alguna ropa tendida. Los edificios no llegan a alcanzar demasiada altura. Puedes ver la hierba que crece en los campos de alrededor después de tanta lluvia en el mes de febrero. Puente Genil tiene muchas iglesias, te salen al paso. La matriz, que era la más importante, la de la Inmaculada Concepción, las ermitas, la del Convento de los Frailes... Las iglesias te salen al paso así como los concurridos bares a la hora del mediodía. Se nota que es domingo porque la gente ocupa las terrazas y los platos de tapas salen de las cocinas dejando un aroma exquisito. Cuando era pequeña en casa había una lata grande donde guardaba mi abuela los utensilios de coser, era una lata que decía: Dulce de Membrillo. Yo miraba atentamente el dibujo de un Cristo con la cruz a cuestas y en el fondo el rostro de la virgen con dos lágrimas, ocupando la tapa del dulce. No sé cuántos ratos me pasé mirando aquella lata.