«Que baje Dios y lo vea»: El cielo puede esperar. El fútbol no

El cine como puro divertimento suele buscar la combinación de situaciones ligeras y, generalmente, cómicas. Este es un ejemplo de cine de entretenimiento, sin lugares profundos, sin casi nada

22 may 2018 / 08:34 h - Actualizado: 16 may 2018 / 21:56 h.
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  • Karra Elejalde, J.M. Montilla «El Langui» y Alain Hernández, son los protagonistas de esta comedia. / El Correo
    Karra Elejalde, J.M. Montilla «El Langui» y Alain Hernández, son los protagonistas de esta comedia. / El Correo
  • El equipo de fútbol de los religiosos va de lo ridículo a lo inmensamente divertido. / El Correo
    El equipo de fútbol de los religiosos va de lo ridículo a lo inmensamente divertido. / El Correo
  • La subtrama romántica no aporta casi nada al conjunto. / El Correo
    La subtrama romántica no aporta casi nada al conjunto. / El Correo
  • Cartel de la película. / El Correo
    Cartel de la película. / El Correo

Que baje Dios y lo vea es la ópera prima de Curro Velázquez. El realizador fue guionista de Fuga de Cerebros y fue creador de la serie Chiringuito de Pepe.

Que baje Dios y lo vea es una primera película fallida. Eso sí es muy entretenida, nada exigente, pueden verla los niños de todas las edades y, a veces, hasta resulta graciosa. Fútbol e Iglesia, una combinación poco habitual que podría haber dado mucho juego y que se queda en casi nada.

Un monasterio está en quiebra y el obispo de la diócesis está hablando con unos posibles compradores del edificio para convertirlo en balneario. El prior, hombre obediente, asume que es eso lo que pasará puesto que lo dice su superior (cosa que por otra parte, en la vida real, no es cierto puesto que el clero secular y el regular no tienen ese tipo de relaciones). El caso es que aparece por allí un sacerdote díscolo al que han destinado al monasterio a causa de su conducta. Y propone disputar la ‘Champion Clerum’ (campeonato de fútbol religioso) para salvar la situación. Por supuesto, los monjes no saben jugar al fútbol y la cosa va de penosa a llevadera como suele pasar en este tipo de comedia blandita y previsible. La película incluye todos los ingredientes necesarios para que guste al espectador que no reclama profundidades, que quiere olvidarse de sus problemas y poco más. Esos ingredientes son: una historia de amor, cambios sustanciales en los personajes respecto a un asunto importante (cosa que no significa que los personajes estén bien dibujados ni nada parecido. No lo están), situaciones casi surrealistas que rozan la ridiculez y resultan simpáticas... Lo de siempre.

Si la dirección de Curro Velázquez presenta un trabajo irregular, sin objetivo claro, que busca lo fácil y trata de evitar cualquier problema por pequeño que sea; las interpretaciones son el producto de esa falta de criterio y exposición del realizador. Karra Elejalde se viste de monje y dice cosas y da collejas y se pone exagerado. Y ya está. Su personaje es plano y no hay nada más que lo que se ve superficialmente. Alain Hernández siempre resulta algo soso y esta vez es extravagantemente soso. Su personaje no es que sea plano, es que no existe aunque la leve carga teológica de la película (Teología de la Liberación) recae sobre él. La falta de dirección actoral es más que importante. J.M. Montilla «El Langui» sabe reírse de sí mismo y, francamente, se disfruta mucho con alguien capaz de hacer algo así. Macarena García defiende un papel cortito y sin dificultad alguna. Por supuesto, protagoniza la historia de amor más vacía y que menos aporta de los últimos veinte años de cine español. En fin, lo de las interpretaciones da poco de sí. Fáciles porque no hay personajes, desordenadas porque no hay dirección y prescindibles porque con esos mimbres poco se puede conseguir.

Técnicamente la película no está nada mal. El realizador sabe mover la cámara y lo deja bien claro con los planos cenitales que, además, son aprovechados para dejar claro que los curas de fútbol poco y de ayudar a los pobres mucho (ese es el mensaje más sólido de la película). Iluminación, bien. Vestuario, bien. El resto, bien.

Que nadie crea que la fina ironía es la protagonista de los diálogos de la película. No, eso no es así. Reina el chiste fácil y construido en el territorio del humor grueso. Ahora, bien, las risas están garantizadas con algunos momentos en los que la situación es extraordinaria. El Papa, durante la madrugada, en el cuarto de baño ventoseando, tiene su gracia. O ese papamóvil encajonado en un callejón estrecho en exceso es de carcajada. El que escribe se queda con una escena para reírse: la preparación del campo de entrenamiento dentro del monasterio. Esas líneas delimitando el terreno de juego, las áreas o el medio del campo, son maravillosas.

Si una tarde no tienen nada que hacer y quieren pasar un buen rato, ver Que baje Dios y lo vea es una excelente opción. Se reirá, podrá compartir un rato con los más menudos; como la película no va de fútbol (es una excusa), a los que no les gusta ese deporte no se les hará difícil ver la película. En fin, que se puede ver porque se deja ver. Y el buen rato está garantizado. Si busca profundidades y exquisitez cinematográfica mejor vea algo de Andréi Tarkovski.