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¿Quién fue Jesús de Nazaret?

Óscar Fábrega rastrea todas las fuentes posibles en busca del personaje más influyente de la Historia. En ‘Pongamos que hablo de Jesús’, un potente ensayo publicado por Booket, el almeriense trata de esclarecer asuntos como la relación de Cristo con la Magdalena, su vinculación con la secta de los esenios o los misterios de su Pasión, Muerte y Resurrección. Una obra divulgativa y necesaria que cautivará a todo tipo de lectores... más allá de sus credos

10 feb 2018 / 08:44 h - Actualizado: 06 feb 2018 / 00:56 h.
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  • Portada de ‘Pongamos que hablo de Jesús’. / El Correo
    Portada de ‘Pongamos que hablo de Jesús’. / El Correo
  • Imagen de la película ‘Jesucristo Superstar’. / El Correo
    Imagen de la película ‘Jesucristo Superstar’. / El Correo
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    Imagen de la película ‘Jesucristo Superstar’. / El Correo

«... Jesús nació en Palestina, la Tierra Prometida, y fue hebreo, israelita, galileo y, por extensión, judío. Pertenecía, por lo tanto, al pueblo favorito de una curiosa divinidad, Yahvé. Aunque, como verán, tampoco se enrolló demasiado con sus habitantes. Además, vino al mundo, creció, predicó y fue crucificado en un momento determinado de la historia de aquella región: entre los últimos años del siglo I a.C. y los primeros del I d.C.». Con este tono ágil y desenfadado, y poco habitual en la literatura religiosa, arranca Pongamos que hablo de Jesús, una de las obras más ambiciosas del investigador y escritor Óscar Fábrega (Almería, 1976). Un recorrido riguroso y ameno por la figura histórica de Jesús de Nazaret que, a través de ochocientas páginas, trata de dar respuesta a múltiples interrogantes. El primero de ellos es la propia realidad del personaje, del que no tenemos «ningún material definitivo que permita demostrar, arqueológicamente hablando, la existencia». De ahí que este autor licenciado en Humanidades y amante de la filosofía y la antropología acuda a todas las fuentes escritas posibles. Desde los veintisiete libros que componen el Nuevo Testamento al Documento Q —recopilación de palabras de Jesús que fueron recogidas y mantenidas por la tradición oral cristiana y que acabaron plasmándose por escrito a mediados del siglo I—, pasando por los evangelios llamados «apócrifos» que tantas curiosidades atesoran. Y más allá de los textos cristianos, Fábrega también se interesa por los testimonios extrabíblicos; esto es las Antigüedades judías, del judeo-romano Flavio Josefo; los Anales del senador y cónsul Cornelio Tácito; la Vida de los doce Césares, de Suetonio; o la epístola de Plinio el Joven (enviada al emperador Trajano, y la consiguiente respuesta de este). Un ingente material que se complementa con el Talmud —donde Jesús es mencionado hasta en quince ocasiones— y la curiosa carta de Mara Bar-Serapion, historiador y filósofo estoico del siglo I, cuyo documento es considerado por algunos como el más antiguo no cristiano en mencionar al Nazareno.

Del rey David a Herodes el Grande

Este amplio estudio de Óscar Fábrega se divide en siete partes, la primera de las cuales es una necesaria introducción al contexto histórico, social y político donde nació y vivió el protagonista. En ese sentido, el autor no duda en remontarse a los primeros tiempos de la Biblia, analizando el origen de Israel y su relación con Egipto, la época dorada del rey David o la primera destrucción del templo de Jerusalén a manos de los babilonios. Dicho relato continúa con el reinado de Herodes el Grande y la Palestina de los tiempos de Jesús. Aquí el almeriense se detiene a explicar los diversos grupos religiosos existentes en la época —desde los saduceos y fariseos a los esenios y zelotas—. Un apartado que se complementa con los cristianos primitivos y sus consiguientes divisiones. Seguidamente, Pongamos que hablo de Jesús se enfrenta a cuestiones controvertidas como el «mitismo», hipótesis que defiende que el galileo fue un personaje mitológico, y su influencia en las corrientes New Age; o en los cultos mistéricos aportados por el Imperio Romano y su posible influencia en el primer cristianismo. Temas que, sin lugar a dudas, harán reflexionar a lectores agnósticos y creyentes.

La «Vida Oculta» del Nazareno

Pero es a partir de la página 201 cuando el volumen comienza a volverse electrizante, especialmente con el estudio de las genealogías de Jesús y los problemas de ascendencia de su madre —aspecto obviado en los textos canónicos pero sí tratado en apócrifos como el Protoevangelio de Santiago y el Evangelio del Pseudo Mateo—. Un tema que, como es de suponer, viene acompañado de las eternas preguntas sobre la virginidad de María y los posibles hermanos de Jesús, así como una necesaria reflexión sobre José. Seguidamente, el libro abarca asuntos no menos interesantes como la fecha de su nacimiento («Cristo nació antes de Cristo»), el lugar del mismo (¿cueva o establo?) y otras cuestiones diversas como la circuncisión, la matanza de los inocentes o la epifanía. A partir de ahí, Óscar Fábrega se detiene en la llamada «Vida Oculta» de Jesús, mencionando desde las hipótesis de su viaje a la India y su relación con el budismo —esta idea se remonta nada menos que a 1895—, hasta su cuestionable visita a las islas británicas. Si bien, lo más jugoso de este apartado es sin duda su postura ante el sexo opuesto y su relación con María Magdalena; asunto donde el investigador pone el énfasis necesario para sorprender al lector —los párrafos dedicados a la «leyenda provenzal» son de los más agradecidos del libro— y despertar su curiosidad.

¿Tuvo Jesús mal carácter?

Más adelante, Óscar Fábrega se adentra en la vida pública de Jesús de Nazaret, comenzando por su bautismo en el Jordán, y haciendo hincapié en la figura del Bautista. A este le sigue la posible vinculación con el colectivo de los esenios —sin dejar de lado la aparición de los rollos de Qumrán en el Mar Muerto—, su estancia en el desierto y las múltiples tentaciones, y otros episodios curiosos de su vida como su presencia en Caná de Galilea o la Transfiguración en el monte Tabor. Aprovechando estos pasajes, el investigador profundiza en aspectos tales como el amor universal predicado por el Maestro en el Sermón de la Montaña, e incluso en el «mal carácter» mostrado hacia los gentiles en el Templo de Jerusalén y hacia sus propios discípulos —básicamente tras comprobar que no habían comprendido algunas de sus enseñanzas—. Una sección que se completa con la revisión al capítulo de los milagros y la alusión al Evangelio secreto de Marcos, texto creado por la secta de los ‘carpocracianos’ y cuyas afirmaciones —presuntamente escandalosas— rozan lo extravagante. Aunque lo más ilustrativo son los párrafos dedicados al verdadero rostro de Jesús y las diversas formas de acceder a él: desde el Mandylion y el paño de la Verónica al «Cronovisor».

Y al tercer día...

Las partes sexta y séptima están dedicadas a la Pasión, Muerte y Resurrección del Galileo, y en ellas se analizan desde el proceso judicial que desembocó en la crucifixión hasta la importancia teológica de dicha muerte. Un aspecto sumamente interesante es el que tiene que ver con el símbolo de la cruz. Aquí Fábrega expone los diferentes tipos existentes en el mundo y su relación con otros iconos, como la esvástica, el triskelion o el lauburu. Si bien, donde el almeriense echa el resto es en todo lo relacionado con la Resurrección. Bajo el título «Y al tercer día...», los lectores podrán recordar las diferentes versiones de los evangelistas al tiempo que profundizan en la Primera Epístola a los Corintios, de Pablo de Tarso. Aquí el escritor no puede evitar incluir las teorías sobre la no-muerte del Nazareno enarboladas por Kurt Berna, Barbara Thiering o Ghulam Ahmad, líder del movimiento Ahmadiya. Tesis que se complementan con las diversas tumbas en las que algunos no creyentes sitúan los restos de Jesús —desde el barrio de Talpiot, en Jerusalén, a la remota Cachemira—, y hasta su posible procedencia ‘extraterrestre’. En resumen, el libro de Óscar Fábrega se cimenta sobre todas las bases existentes a la hora de reconstruir la vida de este importante personaje, siguiendo la máxima de teólogos modernos como José Antonio Pagola, quien no duda en afirmar que «una cosa es el Jesús histórico y otra el Cristo de la fe».