Realmente tango

Ya arrancó el ciclo de conciertos de tango que el Teatro Real ofrece, aprovechando el estreno de la ópera Bomarzo, de Alberto Ginastera. Hasta la fecha, ha sido el turno de Lidia Borda y de Patricia Noval, quienes interpretaron en el escenario de la Escuela de Música Reina Sofía clásicos del género, aunque no faltaron las interpretaciones de otros géneros igual de potentes como la chacarera, la ranchera, el fado y la milonga.

29 abr 2017 / 12:58 h - Actualizado: 28 abr 2017 / 12:14 h.
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  • Patricia Noval. El Correo
    Patricia Noval. El Correo
  • Lidia Borda. / El Correo
    Lidia Borda. / El Correo

El 20 de abril pasado abrió el ciclo de conciertos de tango que organiza el Teatro Real con la actuación de Lidia Borda y sus músicos en el piano, la guitarra, el violonchelo y el contrabajo. Un concierto que habló de los límites: no hay límite preciso entre el tango y el folclore argentino; no hay límite preciso entre el tango y el rock nacional (como se lo llama en la Argentina). Los géneros se cruzan, se ensamblan. Y de estos cruces y ensambles estuvo compuesto el programa del concierto de Borda. Empezó por «Alma en pena», ese tango que dice: «Tú me enseñaste a querer, ¡y he sabido! Y haberlo aprendido, de amores me mata», para seguir con Cátulo Castillo y Homero Manzi, y desembocar, en la cuarta canción, en una chacarera de Atahualpa Yupanqui. Sobre este género, contaba Borda en el escenario la importancia de la figura del caballo en las letras de las canciones, que retratan la soledad del gaucho y a ese animal como su amigo fiel. Pero entre tango y tango no fue sólo la chacarera la que irrumpió para constatar un ensamble, sino también el fado, concretamente «Estranha forma de vida», de Amalia Rodrigues, que Borda supo interpretar de manera magnífica y emotiva; y el ya mencionado rock nacional, para poder cantar una temática de la que el tango, como explicó la cantante, poco se ha ocupado: lo político. Por ello seleccionó a Luis Alberto Spinetta para su repertorio, ese cantautor, ícono del rock nacional, que como solista o con su banda supo hablar de la memoria, de la dictadura cívico-militar que sufrió la Argentina en la década del setenta. Pero por fuera de la canción política, sonaron estos versos, que no son memoria en el sentido político, pero tampoco olvido: «Después, qué importa del después/ toda mi vida es el ayer/ que me detiene en el pasado...». «Naranjo en flor», «En esta tarde gris»... los tangos de la melancolía.

Una semana después, continuó el ciclo de tango con el concierto de Patricia Noval acompañada de Yasmina Raies al piano, Iván Diego Valenzuela en el contrabajo y la bandoneonista Cindy Jocelyn Harcha. Abrió el concierto con «El choclo», de Enrique Santos Discépolo y lo cerró con «Corrientes y Esmeralda», de Francisco Pracánico. También Noval se refirió a la falta de límites precisos entre géneros y su repertorio marcó ese ensamble, igual que hizo Borda, con Atahualpa Yupanqui. Y a falta de fado, esta cantante eligió la ranchera: «Me enamoré una vez», para homenajear a una cantante muy admirada por Patricia Noval, a Ada Falcón. Con esta canción, el concierto alcanzó su clímax cuando el público fue invitado a participar. No faltaron las milongas, incluso una milonga campera, y un vals de Homero Manzi.

Quedan dos funciones para completar este ciclo de conciertos de tango, que tendrán lugar, ya no en la Escuela de Música sino en el mismo Teatro Real: Ariel Ardit el 3 de mayo, y la grandísima Adriana Varela el 6 del mismo mes. Quedamos, pues, a la espera de más música argentina sin fronteras.