Ser poeta, audaz y mujer

Nuria Ruiz de Viñaspre es poeta y editora de EME, una colección de poesía que solo se ocupa de editar mujeres; la casa mayor es la editorial La Palma de la escritora y poeta Elsa López. Nuria es autora de varios libros de poesía. El próximo 15 de marzo presentarán una antología de poetas colombianas en el marco del festival Ellas Crean, en Madrid y el 19 de marzo, en la Fundación Caballero Bonald de Jerez de la Frontera.

17 feb 2018 / 08:53 h - Actualizado: 18 feb 2018 / 12:00 h.
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  • Nuria Ruiz de Viñaspre, poeta y editora de EME. / Asis G. Ayerbe
    Nuria Ruiz de Viñaspre, poeta y editora de EME. / Asis G. Ayerbe
  • Portada de ‘Queda la palabra Yo’. / El Correo
    Portada de ‘Queda la palabra Yo’. / El Correo

Si no fueses poeta ¿editarías a otras mujeres poetas?

Por supuesto. La decisión o la posibilidad de publicar mujeres poetas no depende de que en mí confluya la vertiente poeta con la vertiente editora. Si solo fuera editora igualmente publicaría literatura escrita por mujeres. Solo para dar luz a lo minoritario. Poner la lupa donde la luz influye de otro modo y con la única finalidad de modificar los hábitos lectores que arrastramos desde niños. Y es que para mí y partiendo desde abajo, desde muy atrás, es en la educación desde donde se puede abordar el hoy y el futuro. Antes incluso que los programas educativos, hay que hablar del concepto de escuela, de la escuela como institución que fabrica personas. Desde una sociedad que da cuenta de todo, y de lo que hace la gente, es vital examinar de qué modo se hace, y los colegios (a los que les seguirán los institutos y las universidades) son lugares donde se crean las maneras de pensar, de actuar, de expresión, los modos de cómo se reproduce la dominación. Esta idea del sociólogo francés Pierre Bourdieu se puede ampliar con el concepto de capital cultural, el campo simbólico, término acuñado acertadísimamente por él y que venía a ser la herencia que recibimos de la familia inconscientemente, la herencia de sus instrumentos intelectuales.

Por eso creo que no se puede estudiar ni decidir nada sin partir de estos lugares donde se forman a las personas y por tanto, donde se crean también las diferencias sociales. Justo ahí es donde se producen las estructuras sociales. Por lo tanto, el sistema escolar, la educación, son clave para comprender la sociedad tal y como está hoy planteada.

¿Por qué EME es solo una colección de poesía que edita a mujeres?

Si tenemos en cuenta que las mujeres somos la mitad de las voces y por tanto la mitad de la población humana, diría que son hasta pocas las colecciones que publican escritos de mujer.

Creo que las editoriales, sellos o colecciones que publican a mujeres son muy valientes, ya que apuestan por una minoría dentro de una minoría, es decir, son las doblemente marginadas, hay ahí una doble discriminación, primero por ser poetas y segundo por ser mujeres. Y del mismo modo que sus voces sirven para equilibrar esa mitad humana que son, que somos, también se arriesgan a que los lectores disminuyan precisamente por esta cuestión. Si lo piensan, los libros más reseñados (no sé si más publicados y mejores) son del perfil hombre y blanco: esas son las características de los autores que habitualmente son reseñados en revistas más o menos relevantes y prensa, por lo tanto, acaban más fácilmente en manos de los lectores. Incluso se podría empezar a hacer listas de libros más leídos (no sé tampoco si más vendidos) escritos por mujeres. En definitiva, que hay que seguir en esa lucha constante para crear y mantener todas esas editoriales que publican a mujeres, para cambiar política y socialmente los hábitos lectores, con el fin de visibilizar esta realidad. Desde siempre ha sido una necesidad constante la visibilidad de las mujeres en el campo literario. Bien para estar dentro de la cultura, bien para cambiar o ampliar el género en las citas de libros, o simplemente para alcanzar aquel capital simbólico que Bourdieu consideraba tan natural, aquella ya mencionada herencia cultural. Recordemos que para Adrianne Rich, el texto literario era una clave significativa de “cómo vivimos, de cómo hemos vivido, de cómo nos han educado a imaginarnos a nosotras mismas, y de cómo el acto de nombrar ha sido hasta hoy una prerrogativa masculina y de cómo podemos empezar a ver y a nombrar ahora. Leer en presente como una mujer contemporánea, significa dejar de leer como históricamente habían aprendido a leer las mujeres, cada época parece proponer un modelo de lectora ideal. Romper esta frase: las mujeres sentimos mucha más presión para justificar nuestra necesidad de escribir.

Insisto en que todo esto implica mucha valentía. Creo que en un mundo literario de hombres es un acto muy audaz, ya que a partir de esa recepción comienza la verdadera lucha, no solo por sacar adelante el libro en cuestión, sino conseguir una cierta permanencia en las librerías, perpetuarlo en ese tiempo bajo un nombre de mujer. Las mujeres tenemos que demostrar constantemente nuestra valía en todos los campos, y en la literatura, donde el canon siempre ha sido patriarcal, más aún. Y ya sabemos que históricamente los cánones marcados, ya no solo en el campo literario, han sido patriarcales. Y en el campo de la literatura es muy patente.
Es cierto que se puede caer en el pensamiento de que publicar solo a mujeres puede ser considerado como una especie de totalitarismo. ¿Nosotras, peleando por una diversidad, y a la vez publicando solo a la otra mitad de la población humana? Pues sí, ya que como he dicho en algún momento, no es más que una pauta de normalización. Hay que matizar esta diferencia. Yo soy mujer, poeta y editora, dirijo una colección de mujeres, pero lo realmente deseable, sería que fuera un hombre el que dirigiera una colección de mujeres para llegar a ese equilibrio.
Por otro lado, el término literariamente correcto se concibe como «normalización», pero para llegar a la normalización hay que partir del poder. Sabemos que el poder no pasa por el enfrentamiento entre dominantes y dominados, como decía Marx. Según Foucault el poder está presente en cada parte del entramado social. Un grupo decide qué es la verdad y establece esa verdad, establece qué es lo correcto, pero todos sabemos que no hay una verdad absoluta, ya que la verdad define lo correcto y lo incorrecto, lo normal y lo patológico, la bondad y la maldad. Es decir, a través de esta verdad el poder disciplinario controla la voluntad y el pensamiento en un proceso que Foucault llamaría de normalización. Normalizar implica controlar a los individuos para que cumplan su rol en la sociedad. Y evidentemente a esta normalización se llega a través del lenguaje. Todo esto aparece en («Arqueología del saber» de Foucault) donde las prácticas sociales han creado un lenguaje que se apoya en definir un algo por su opuesto (bueno/ malo, sabio/ ignorante guapo/feo etc.) y este lenguaje es justo lo que define al discurso, entendiendo por discurso cualquier cosa dicha o escrita.

Por ejemplo cuando un grupo social dice que algo es anormal, está definiendo lo que es normal. Por lo tanto, llegamos a la definición de normal a través de su opuesto. Y viceversa, si algo es normal desde allí se puede definir la anormalidad (lo marginado). Pero que lo anormal sea excluido no significa que no sea importante, ya que a través de la anormalidad se establecen las relaciones de poder. Lo que ocurre es que lo normal tiene poder sobre la anormal. Un ejemplo: el poder afirma que la heterosexualidad es normal, por tanto la homosexualidad es anormal. Aquí vemos cómo la persona normal entre comillas tiene poder sobre la anormal.

Lo que está claro es que los libros que mayor visibilidad tengan en estos medios, más se venden, tautológicamente estos libros van a ser los más leídos, pero es que hoy todo está amenazado; ya que lo que impera ahora son los valores comerciales, no de calidad. Puede haber autores que no son necesariamente los mejores, pero que están ahí, bien visibles por factores como salir en la television o en los medios de comunicación de una manera constante y a veces irracional. Ser hoy en día, es ser visto en la televisión y caer en gracia o en desgracia a los periodistas para estar o no entre los suplementos culturales o las revistas. Los libros que tienen éxito son los que salen en la televisión o en una prensa mercantilizada, o en esas famosas listas, ahí solo entran los autores “consagrados”, y generalmente del género masculino, ya que como todos sabemos, esto está establecido desde un criterio donde el amiguismo impera y además es patriarcal.

En la colección que diriges pones atención a escritoras latinoamericanas. Me parece una elección muy interesante.

Como lectora siempre he tenido la certeza de la dificultad para que la poesía cruce orillas. Unir puentes. Sabemos que la poesía hispanoamericana es caldo de cultivo y la mayoría de esas veces no llegan a conocerse aquí porque no se distribuyen en España. A la inversa también ocurre. De ahí mi deseo de que Eme (acrónimo que significa Escritura de mujeres en español, pero también palíndromo concebido como ese viaje de ida pero también de vuelta) abarcara la otra orilla. Para mí Eme es la colección de las dos orillas. Creo que de este modo enriquece la vertiente cultural no solo de la literatura española sino de la hispanoamericana.