Tirana y Krujë
Las mafias que controlan el tráfico de drogas, los vínculos con la guerrilla albano kosovar y una imagen de pobreza perpetua, es lo que parece que es Albania. Sin embargo, como todos los países del mundo, Albania encierra sus propios secretos, sus propias maravillas. El castillo de Krüje es uno de esos enclaves casi desconocidos en el resto del mundo. Una alegoría a las hazañas del héroe nacional albanés: Skanderberg. Seguimos de visita por Albania.
Hay más de una estación de autobuses en Tirana. Se reparten en una amplia superficie bastante destartalada, con cemento y arena, y cabinas de información tan pequeñas que solo cabe una persona. Hay voceros que anuncian la población de destino. Hasta que no se llena el vehículo no sale, los horarios son orientativos. Nos subimos a uno que va a Krujë. Aunque no se ha llenado del todo, excepcionalmente, arrancamos y, a medida que atraviesa la ciudad, van apareciendo mercadillos de ropa, de comida, de zapatos, cada vez más mercadillos. Enfilamos una ruta ascendente y empinada, atravesamos una zona llena de fábricas de muebles, el paisaje poblado de pinos, de tanto en tanto vemos un búnker. Al llegar a Krujë, un bus se había averiado y obturaba la calle por lo que nos tuvimos que apear y continuar caminando. Dos grandes rascacielos emergían entre las montañas, rodeados de casas bajas, inconclusos. La torre de la mezquita asomaba muy por debajo de aquellas moles. Atravesamos un mercadillo donde vendían sobre todo banderas, camisetas, bustos del líder comunista y del héroe nacional Skanderbeg. También bellas alfombras tejidas a mano de todos los tamaños y cajas diminutas. Restos de material de guerra como cascos o diarios, balas, cantimploras, mapas... Por fin entramos a la ciudadela donde se alza el castillo de Krüje (S. V y VII). Allí en el castillo se construyó el museo Skanderbeg. La hija de Enver Hoxha, el dictador Pranvera Hoxha y su marido, lo inauguraron en 1988, según diseño del arquitecto Piro Vaso. Todo el castillo es una alegoría a las hazañas del héroe nacional albanés Skanderberg. Los murales y los bustos nos recuerdan que no hay conquista sin sangre y que en cada batalla quienes mueren siempre son los pobres. Para las mujeres no hay papel principal, solo el secundario. No sé qué hubiese pasado si las mujeres hubiesen sido las poderosas, ya sé que hubo algunas, pero nuestra historia es patriarcal. Sales del castillo con las imágenes de celebración a la guerra y al imperio grabadas en la mente, solo había que detenerse en los murales donde la presencia de la única mujer representada ofrecía una mirada hacia abajo, el resto del grupo miraba de frente, un niño desafiante era acariciado por la mano de la mujer.
El día era diáfano, de esos días azules que se recuerdan con la intensidad del color, y no quería más imágenes que la del fulgor de la luz. La terraza del castillo facilitaba observar todo el valle, se podía ver el Adriático al fondo. Un grupo de hombres comenzó a invadir la terraza, eran hombres de mediana edad, vestidos pulcramente, sin adornos ni peinados a la moda. Pensamos que eran musulmanes porque no había ni una sola mujer en el grupo. Se hacían fotos como nosotras. Nos preguntamos qué hacían tantos hombres allí, eran más de cincuenta. Al salir vimos un promontorio donde había aparcado un autocar, alrededor se escuchaba una música muy alegre, los hombres comenzaron a bailar, bailaban en corro tomados de las manos como los bailes judíos que muestran algunas pinturas de Chagall. Pregunté a alguien de dónde venía y me dijeron que de India. Bailaban alegres, no era una imposición folclórica, era verdadera la danza, y festiva. En aquel entorno había una mezquita casi oculta rodeada de un pequeño patio que un jardinero cuidaba con esmero. Entramos descalzas, los ventanucos proyectaban haces de luz sobre restos de antiguas inscripciones. Era una mezcla de paisajes y tiempos diferentes no tocados por el consumo masivo, todavía conservaban ese aire de belleza inmune al tiempo, sin la intervención humana. Al regresar a Tirana me invadió una extraña melancolía que traté de aliviar caminando de nuevo por las calles de la ciudad. Nos hicimos fotos en el puente de piedra y me sentí ridícula, la gente que pasaba por allí nos miraba, sentía la pobreza, un decaimiento que se percibe a veces, cuando cesa el momento álgido del viaje. La cotidianeidad era un espejo de otras, la gente va y viene, pasa penas y calamidades, desea y se contradice. Queremos comer, amar, sentir que somos de un territorio, establecer redes. La poesía es un método de conocimiento del alma de la gente, no he podido leer a los poetas albaneses, me han anotado en un papel dos nombres: Dritëro Agolli y Lasgush Poradeci. La desaparecida colección Maremoto de Málaga publicó una antología de poetas albaneses hace años, y en 1992 la diputación de Zaragoza –hoy es inencontrable ese libro- publicó otra antología de poesía albanesa. Los novelistas están más traducidos. Ramón Sánchez Lizarralde (1951-2011) tradujo la mayoría de la obra del escritor Ismail Kadaré. En una entrevista publicada en el semanario uruguayo Brecha dijo que la imagen de los albaneses que han estado brindando es la de un pueblo sumido en el caos y la pobreza, golpeado por las pirámides financieras y por los conflictos étnicos de Kosovo y Macedonia. Las actividades de las mafias y la vinculación de la guerrilla albano-kosovar y el dinero proveniente del tráfico de heroína, colaboraron a levantar un velo de sordidez alrededor de lo albanés. Pero Albania ha dado una de las voces más importantes del panorama literario actual, varias veces candidato al Premio Nobel: Ismail Kadaré. Libros de Kadaré en las calles y en las librerías permanecen expuestos. El índice de analfabetismo es muy bajo a causa de las políticas en educación del gobierno comunista. Los cafés continúan llenos de hombres que pasan la tarde con una consumición, esa falta de ajetreo no es inquietante, nos ofrece una imagen de lo que podría ser la vida sin no estuviese abocada, en nuestros países, al consumo constante, esa gran insatisfacción de boca ancha. Las mujeres van en grupo, como en la mayoría de países musulmanes. Los coches de alta gama que de tanto en tanto toman las calles y autovías, son de quienes se dedican al tráfico de la droga. Pasan veloces, mostrando la prepotencia de su dueño. La herida permanece abierta, un rascacielos que alberga un centro comercial con capital italiano, muestra las marcas por las que suspira la gente, pero ¿cuánta gente puede acceder a ellas? Comenzó a llover de repente y nos tuvimos que refugiar bajo los soportales del centro comercial, un guarda de seguridad nos hizo pasar amablemente para que no nos mojásemos.
El castillo de Krüje es una alegoría a las hazañas del héroe nacional albanés Skanderberg. / Concha García
Ópera Skanderberg de Vivaldi. / Concha García
Ramón Sánchez Lizarralde en una entrevista publicada en el semanario uruguayo Brecha dijo que la imagen de los albaneses que han estado brindando es la de un pueblo sumido en el caos y la pobreza. / Concha García