Todo es jazz
Las distintas propuestas que nos llegan desde el Festival Internacional de Jazz de Madrid están resultando magníficas. Los organizadores han sabido mezclar diversos conceptos musicales que conforman una atractiva panorámica que muestra lo que es el jazz moderno. Esta semana hay que destacar a Popa Chubby y al Tarkovsky Quartet.
Durante esta semana, el Auditorio del Centro Cultural Conde Duque de Madrid se ha ido llenando de distintos tipos de jazz que han dibujado un fresco sorprendente para los que se acercan por primera vez a este tipo de música y delicioso para los que ya llevan unos cuantos conciertos a las espaldas. O cientos.
Para muchos, el jazz sigue siendo lo que se hizo en la época de swing y solo eso. Para muchos, el blues es esa música que cantaba un hombre de color, sentado a la puerta de su cabaña, con cara de lástima, en algunas películas en blanco y negro. Afortunadamente, el jazz es mucho más que eso. Esta es una de las razones por las que los festivales de jazz como el que se está celebrando en Madrid son tan importantes. Para saber qué es el jazz hay que escuchar todo tipo de jazz. Así de sencillo.
Además, hay que recordar que si descargamos el jazz de la estructura modal encontramos debajo el swing –esas notas colocadas exactamente donde deben estar y el momento justo, ni una décima más allá-; si buscamos un poco más al fondo nos topamos con el blues –toda la música es blues, toda la música sin excepción- y si traspasamos la frontera que dibuja ese blues nos encontramos de cara con los ritmos más arcaicos, más africanos. Y, escuchar jazz en todas sus variantes hace que cualquiera llegue a disfrutar de él. Solo escuchando las diferentes formas con las que se presenta hace posible su comprensión y su disfrute.
El guitarrista y cantante de Nueva York Ted Horowitz, más conocido como Popa Chubby, se subía al escenario para dejar bien claro que el blues es grande. Él también. En sentido literal y figurado. Blues, rhythm & blues, rock & roll, trazas de country y una pizca de funk. Un espectáculo en el que los cimientos del Auditorio parecían venirse bajo (dado que el sonido contundente de los instrumentos generaba una especie de pequeño terremoto que arrollaba con todo) y el público se venía arriba desde el primer minuto de concierto.
Los músicos que acompañaron al guitarrista se manejaban con una solvencia muy evidente. Ni una nota fuera de sitio. Y, con su ayuda, Popa Chubby fue encandilando a todos con buen blues, consiguiendo un sonido sólido y profundo con su guitarra (debe llevar con ella un millón de conciertos puesto que la guitarra de Popa parece que se puede deshacer en cualquier momento).
Temas propios como Wes is mo o I don’t want nobody y ajenos como Hey Joe, la canción de Billy Roberts que tan famosa hizo Jimi Hendrix o Hallelujah de Leonard Cohen (sonando ya en el bis), iban siendo interpretados por un Popa Chubby que echaba toda la carne en el asador. Cada punteo se convertía en una especie de comunión extravagante de él con la música y del público con él.
Cuando Popa Chubby hizo hablar a su guitarra, al más puro estilo de Hendrix, contestando el scat de uno de sus músicos, fue cuando quedó claro (si es que ya no estaba) que este guitarrista es capaz de cualquier cosa con el instrumento.
Y, un día después, el Tarkovsky Quartet llenaba el mismo escenario de una exquisitez construida con jazz, con música culta y matices que recordaban al sonido contemporáneo de mayor calidad.
Esta formación compuesta por Jean-Marc Larché (saxo soprano), Jean-Louis Matinier (acordeón), Anja Lechner (violoncello) y el líder de la formación François Couturier (piano), presentaba su música como homenaje al realizador ruso Andrei Tarkovsky que hace treinta años que murió dejando una obra tan corta como maravillosa.
La música de este cuarteto va de lo hondo a la experimentación con los distintos sonidos que pueden aportar los instrumentos siendo utilizados de forma convencional o utilizándolos como cajas de resonancias o como cualquier cosa que sea posible.
El concierto fue una delicia y el contraste con el de Popa Chubby resultó extraordinario. Aunque lo más llamativo para los aficionados de siempre y los que llegan nuevos, es que unos recuerdan y otros aprenden que todo eso es jazz, que es una misma cosa de la que se puede disfrutar. De los temas que sonaron, hay que destacar tres por su belleza: Nostalgia, Luna de miel y Le soleil rouge. Y sería injusto no reconocer la calidad de todos los integrantes del cuarteto. Tanto como no rendirse a los pies de la violonchelista alemana Anja Lechner. Su sensibilidad al interpretar y su búsqueda de la verdad en cada sonido fue un espectáculo total.
Ahora sí que llega la recta final del festival. Y da mucha lástima que no dure tres o cuatro meses más. De verdad.