Un solo poeta y miles de voces

Define la RAE musicalizar como «poner música a un texto para que pueda ser cantado». Quizá debiera añadir algo más: la musicalización es un arte. El de poner música a un texto para que pueda ser cantado, y llegar, de una forma honda y precisa, al receptor

03 nov 2018 / 08:48 h - Actualizado: 03 nov 2018 / 09:03 h.
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  • Antonio Machado. / El Correo
    Antonio Machado. / El Correo
  • Carátula del disco de Joan Manuel Serrat ‘Dedicado a Antonio Machado Poeta’. / El Correo
    Carátula del disco de Joan Manuel Serrat ‘Dedicado a Antonio Machado Poeta’. / El Correo

Hay quien dice que Antonio Machado es, después de Lorca, el poeta español más cantado. Y quien afirma, en cambio, que son sus versos a los que más veces se ha puesto música. En realidad, no importa demasiado. Lo cierto, y lo importante, es que a Machado lo cantan incluso quienes no saben que lo están cantando. Incluso aquellos que creen que la poesía no es para ellos. Que la poesía es un lenguaje alejado de la gente; sólo asequible para una minoría. Que lo intentaron una vez, dicen, pero no entendieron nada. Y, sin embargo, conocen perfectamente Cantares, y, por supuesto, La Saeta. O a Extremoduro. Tiene Machado la grandeza de la sencillez. De la humanidad. La que lo ha convertido, en cierta forma, en poeta de todos. Sentido y expresado de maneras tan diversas como somos cada uno de nosotros. Acompañado de una guitarra, o de una orquesta entera. Musicalizando sus versos, o componiendo a su figura. Homenajeando al poeta, al hombre, al símbolo. Hasta el punto de que no hay apenas estilo musical que no lo haya hecho. Flamenco, canción popular, composiciones clásicas, zarzuela, ópera, canción de autor, poemas musicalizados, rock, punk y rap. Sólo parece haber una excepción: el jazz. Ni un solo tema inspirado en Machado o su obra. Cifra la SGAE en más de 800 las obras que incluyan sus versos. Y esas son únicamente las registradas. Las registradas compuestas sobre su obra, a las que hay que añadir las creadas sobre su figura, para homenajear a ese grandísimo hombre y poeta, que han encontrado en él su inspiración.

Dentro de todo, una voz y unos acordes tienen especial relevancia. Tanta, que en Cantares, como el resto de los poemas incluídos en el disco, están irremediablemente unidos. Nos resulta más conocida su versión que la del propio poeta. Hablo, por supuesto, de Joan Manuel Serrat, y su «Dedicado a Antonio Machado, poeta». Era 1969, y Machado un símbolo. Símbolo de la lucha y la resistencia; de esa libertad para la que Miguel Hernández escribía. De la fuerza de la palabra contra la opresión. La palabra que siempre queda. No era Machado el único símbolo, por supuesto, ni era tampoco la de Serrat la única voz. Pero fue quien lo popularizó, sin duda, y quien hizo el primer LP íntegramente a él dedicado. Agradecía entonces el cantante a Alberto Cortéz, el «haber sido el primero que puso música a unos versos de Machado». Y es que dos años antes, Alberto Cortéz presentaba en un concierto en el Teatro de La Zarzuela lo que formaría parte de su disco «Poemas y canciones, Vol. 2», «espantosamente maltratado por la crítica», en boca de Serrat. Sin entrar en flamenco, lo cierto es que tiene Cortez el mérito de haber sido posiblemente el primero en ponerlos música. Era el final de los años 60. Eran los tiempos de los recitales, aquellos en que ser cantautor suponía significarse. Tomar postura abierta. En los que nacía, por ejemplo, Canción del Pueblo, un colectivo formado mayoritariamente por estudiantes de la Universidad de Madrid, que componían sus propios textos y musicaban a poetas conocidos, incluyendo, entre ellos a Antonio Machado, formado por, entre otros, Hilario Camacho, Ignacio Fernández Toca, Elisa Serna, Luis José Leal, Julia León, Adolfo Cedrán, y Antonio Gómez como aglutinador y presentador. En los que se cantaba a Miguel Hernández, al Arcipreste de Hita, Pablo Neruda, a Francisco de Quevedo, Nicolás Guillén, Luís de Góngora, Rabindranath Tagore y Bertold Brecht, así como, alimentándose de la identidad de sentimientos y situaciones, a Atahualpa Yupanqui, Violeta y Nicanor Parra, o Víctor Jara. Se canta a aquello en lo que se cree, lo que costó tanto a Machado, que no pudo llegar a verlo. Como no pudo ver todo lo que se ha hecho y se hará en su nombre, y su memoria.

Paco Ibáñez merece mención propia. Capítulo propio. Siempre con su guitarra, siempre coherente, siempre quedándole la palabra, mientras le quede voz. La de Machado, por supuesto, junto a la de Lorca, Celaya, Blas de Otero, Alberti, y tantos otros. Pero antes de todo ello, en 1944, desde el exilio mejicano, Miguel García Mora estrena el «Homenaje a Antonio Machado, de Rodolfo Halffter» en 1944, cuatro hermosas sonatas al estilo del las del Padre Soler. Decía entonces el compositor que «los intelectuales españoles en el exilio, considerábamos a Antonio Machado como el más grande poeta español de nuestro tiempo y le respetábamos por su condición humana, noble y sencilla. Desde el día de su muerte, en Colliure se despertó en mí el deseo de componer un homenaje al egregio poeta desaparecido».

El sentir colectivo se hace música. Avanzan los tiempos, y ya en la década de los 70, es el propio Ministerio de Educación y Ciencia quien encarga a Joaquín Rodrigo, en 1971, «Con Antonio Machado», colección compuesta por diez piezas. En 1975, es la Fundación Juan March la que organiza un concierto con motivo del centenario del nacimiento del poeta, en el que se estrenan obras encargadas para la ocasión. Destaca «Ecos de Antonio Machado (Opera imaginaria nº 1)», de Tomás Marco, en la que, este, nada dado a musicar textos, compone piezas que son cantadas, sin letra, por el coro, que se intercalan con los poemas, recitados. Siguen avanzando, y Ana Belén, Victor Manuel, Amancio Prada, Carlos Cano lo cantan. Mi profesor de literatura, en clase, lo canta. Se quedan así, fijados en la memoria. Y los tiempos siguen avanzando. Cambian las formas musicales, y Machado sigue vivo en ellas. Se hacen piques de rap con sus versos. Se hiphopea. Extremoduro introduce versos entre sus letras. Hasta el punk-rock, como el de Disidencia, adapta sus poemas a su realidad actual, y los musica. No cabe duda de que la música es un gran transmisor. Ni de que Antonio Machado fue, es, un poeta excepcional. Tan sencillo y humano; y tan grande. Un solo poeta. Y miles de voces.