Una buena película es la que te invita a decir: «Tienes que verla»

¿Puede convertirse una sesión de cine en la mecha necesaria para que tus sentidos se agudicen, para conquistar sentidos de existencia, para sentir lo sentido por el otro?

06 feb 2016 / 18:50 h - Actualizado: 01 feb 2016 / 09:04 h.
"Cine - Aladar"
  • Eddie Redmayne y Alicia Vikander en un momento de la película. / El Correo
    Eddie Redmayne y Alicia Vikander en un momento de la película. / El Correo
  • Eddie Redmayne en una escena de la película. / El Correo
    Eddie Redmayne en una escena de la película. / El Correo
  • Detalle del cartel de la película La chica danesa. / El Correo
    Detalle del cartel de la película La chica danesa. / El Correo

Me considero cinéfila aunque tengo que reconocer que no muy practicante. Una razón es la insuficiencia temporal que padezco y la otra, la cuantía económica que supone una entrada.

En las salas que me tocan no suelen ocuparse todas las butacas, miento, la penúltima que me tocó estaba prácticamente llena. Tarantino, es lo que tiene, se ha convertido en convencional y caer en lo convencional corre el riesgo de estar lejos de lo extraordinario, de la agradable sorpresa que todo espectador espera por un precio.

Decidí acudir el día de rebajas. Cuatro euros. Mis dos compañeras de trabajo y yo estábamos dispuestas a inaugurar «los miércoles de cine».

La grada se fue colmando, poco a poco, y me extrañaba porque la temática era controvertida, aun en el 2016, y nos podría resultar ajena a la mayoría. Cada vez más, me parece un término más odioso, «la mayoría», tal vez porque lo considero paternalista, zafio.

Y comienza, y yo no había visto la película en la que interpretaba a Stephen Hawkin (en La teoría del todo, 2004) y desconocía el resto del reparto. Lo que me había incitado a acudir a la cita no fue el título, ni Eddie Redmayne, puesto que nunca antes lo he visto actuar, lo que me sedujo fue la expresión de feminidad - extenuante - que rebosaba un rostro aparentemente masculino. La apariencia y la realidad conviviendo en un mismo ser.

Se me olvidó el cartel con cada fotograma que iba apareciendo, porque se podría pintar un cuadro con cada uno. Las escenas diluían en lienzos expresionistas. Que se parara el tiempo, la acción, se trataba de admirar, de acelerar tu instinto voyeur inercialmente.

Lo que en un principio, parecía un relato nimio, vano, insulso, se fue convirtiendo en algo que merece ser contado y comprendido. Pasas a plantearte ¿qué es lo que nos define? O te das cuenta de qué significa amar realmente a alguien, ¿desinterés propio, tolerancia, tu perjuicio en pro del bienestar del otro, amar su vuelo?

La película hace que te plantees si no es la sexualidad la que define lo que somos. Te hipnotiza la sensualidad de las imágenes, pero sobre todo, te muestra una historia muy bien contada porque logra convertir algo que te resultaba extraño o incomprensible, en cercano y alcanzas a verlo tan de cerca, que puedes comenzar a entenderlo y a compartirlo.

Siempre he considerado que una buena película es la que te enseña algo, con la que aprendes, la que no es previsible, y en esta historia los personajes también evolucionan pero no hubiese imaginado un trabajo con tanto tacto, tan sigiloso, tan cuidado, tan de puntillas, tan real y sin darte cuenta, plaf, te sientes Lili Elbe o Einar Wegener. Cambia el personaje, pero también tu concepción de cómo son las cosas. En pocas ocasiones me he creído tanto lo que me contaban desde la gran pantalla.

A una de mis compañeras le gusta mucho DiCaprio y comentábamos la mala suerte que tenía el pobre por tocarle competir para el Óscar con el protagonista. La de Leonardo DiCaprio (The Revenant, El Renacido), era otra que nos apuntábamos.

Más allá de los Óscar, de premios malogrados o no, esta peli consiguió que nos indignáramos, riésemos y hasta que acabásemos llorando, pero no por ser bobalicona, sino por conmovedora, sí, acabó removiéndonos el ánimo a las tres.

Salimos convencidas de que era buena idea la de dedicar al menos un día a la semana a una sesión de cine, aunque las del resto de la cartelera no creo que sean como la que acabábamos de disfrutar. Ésta es distinta y eso es lo que la convierte en excepcional, en una película digna de ser película, porque es un más allá de un cartel que seduce. No lo duden, vayan a ver qué encierra o qué esconde o qué libera, La chica danesa.