Una columna de fuego
Ambientada en la Europa del dieciséis y con una mezcla de personajes reales y ficticios al más puro estilo Ken Follett, la tercera parte de ‘Los Pilares de la Tierra’ es un notable ejercicio de entretenimiento. Dotado de una capacidad innata para hacernos partícipes de sus tramas, el creador de la novela más leída en España da una nueva vuelta de tuerca a su exitosa saga, situando a la legendaria Kingsbridge en el mapa de las revueltas que enfrentaron a católicos y protestantes durante el período áureo. Y todo ello con una historia de amor como telón de fondo.
«Sevilla se levantaba a uno y otro lado de un meandro del Guadalquivir. En el interior de la curva, una amplia playa de barro y arena emergía del agua en suave pendiente hacia tierra firme, donde miles de casas, palacios e iglesias se apiñaban entre sí para formar la mayor ciudad de España». Con este ilustrativo párrafo, Ken Follett nos introduce de lleno en uno de los escenarios de su última novela, Una columna de fuego (Plaza & Janés, 2017), tercera parte de la saga Los Pilares de la Tierra, cuyos dos primeros volúmenes ya superan los 38 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Al igual que Santa María de Vitoria sirvió de inspiración para la realización de la segunda entrega —Un mundo sin fin—, la ciudad hispalense acoge algunos de los episodios fundamentales de la nueva apuesta, para cuya redacción el escritor asegura haber utilizado «un total de 228 libros». No en vano, la trama narrada en Una columna de fuego abarca uno de los períodos más interesantes de la Historia, el siglo XVI, cuando la intolerancia religiosa comenzaba a extenderse como la pólvora por todos los rincones de Europa, dando lugar a numerosos derramamientos de sangre.
En ese contexto surge la figura de Ned Willard, un joven comerciante de Kingsbridge —la ciudad ideada por Follett para levantar la catedral de Los Pilares de la Tierra—, enamorado de Margery Fitzgerald, la hija del alcalde que, pese a corresponderle, debe elegir entre él y las aspiraciones de su familia. Ned, cuyo amor es inquebrantable, luchará por su propósito entre una espiral de violencia y abusos de poder, ligando por azar su destino al de la aspirante al trono de Inglaterra, Isabel Tudor.
Poseedora de un estilo directo, nada artificioso, y por supuesto cocinada con los mágicos ingredientes con los que el galés ha conquistado a generaciones de lectores durante los últimos treinta años, Una columna de fuego es la enésima confirmación de que el universo Follett parece no tener límites. Diez años después de dar a luz la segunda parte de su obra más popular, el escritor de Cardiff nos aleja de la Edad Media para introducirnos en una etapa apasionante, el siglo de oro, donde las intrigas se suceden con naturalidad en lugares tan dispares como Francia, Bélgica o Escocia. Tan inquieto como de costumbre, al artífice de El ojo de la aguja —novela con la que dio el salto a la fama en 1978— se le encendió la bombilla al descubrir que la mítica reina virgen había creado el primer servicio secreto inglés. Esto provocó que decidiese empaparse de lecturas sobre espías y agentes secretos en el siglo XVI, siempre en busca del tono ideal para su novela. Tras visitar personalmente los escenarios donde esta debía transcurrir —sus pasos le llevaron tanto a Loch Leven, la prisión escocesa de María Estuardo, como a la Torre del Oro hispalense—, Ken Follett se afanó por mezclar personajes ficticios con otros reales, incluidas Isabel I de Inglaterra, Catalina de Médici —reina madre de Francia— y Margarita de Parma, la gobernadora de los Países bajos, pues para él todas ellas comprendieron «la necesidad de la tolerancia religiosa». En ese sentido el título, que al igual que el de Los Pilares de Tierra posee claras reminiscencias bíblicas, alude a las muchas personas quemadas en la hoguera durante el siglo XVI, recordándonos asimismo a los espías, que, según el escritor, son referenciados en ocasiones como «una quinta columna».
Además de Sevilla, cuya posición privilegiada es evidente a partir de la página 114 —la manufactura de armas es uno de los principales motivos de su inclusión en la historia—, España está presente en Una columna de fuego en la figura de Felipe II y su Armada Invencible. Como buen británico, Follett no es demasiado generoso con el monarca, y mucho menos con la Inquisición, si bien podemos quedarnos satisfechos al descubrir el curioso envoltorio con el que los recubre. Amor, violencia, pasión y una dosis justa de sexo —marca de la casa—, hacen de esta propuesta un pasatiempo perfecto para las tardes-noches del otoño. Y es que lejos de convertirse en un intelectual —algo a lo que nunca ha aspirado—, el autor de la novela más leída en España según la Federación del Gremio de Editores, parece haber encontrado la piedra filosofal de la literatura comercial. Y aunque les pese a algunos, esta es la mejor noticia para una industria que lentamente, pero sin pausa, comienza a levantar cabeza...
Calificación: Entretenida.
Tipo de lectura: Amena, fácil.
Tipo de lector: Seguidores de Follet aunque cualquiera puede quedar prendado con sus libros.
¿Dónde puede leerse?: A orillas del Guadalquivir.