En los últimos años no han sido pocos los acercamientos al universo de Charles Dickens desde el cine y la televisión, comenzando por las modernas adaptaciones de Canción de Navidad y La pequeña Dorrit, a las quese suman la aclamada serie de la BBC Dickensian, cuyos veinte episodios presentan a numerosos personajes victorianos como Scrooge, Fagin y Miss Havisham; e incluso una curiosa adaptación de Grandes esperanzas de Abhishek Kapoor, ambientada en la India y titulada Fitoor. Aunque si hemos de destacar dos producciones recientes dedicadas al autor de Oliver Twist estas son el filme La mujer invisible y la serie El misterio de Edwin Drood, ambas unidas entre sí por un curioso hecho: su vocación de mostrar el rostro maduro del genio. En el caso de la primera, el actor inglés Ralph Fiennes (La lista de Schindler, Harry Potter) se mete en la piel del renombrado escritor, al tiempo que se hace cargo de la dirección, para narrarnos la relación adúltera que este mantuvo con la joven Nelly Ternan, interpretada por Felicity Jones (La teoría del todo, Rogue One). Una historia real revestida de leyenda que, casualmente, coincide en el tiempo con la redacción de la última novela firmada por el de Portsmouth; la misma en la que se inspira la miniserie de 2012 dirigida por Diarmuid Lawrence. Y es que el hecho de mencionar ambas producciones tiene que ver con el texto que nos ocupa, El enigma Dickens, firmado por Mariano Fernández Urresti y galardonado con el XXXIV Premio Jaén de Novela. Un trabajo complejo e inclasificable que, tras ser publicado por Almuzara este pasado otoño, merece nuestra atención por diversas razones.
Una trama ambientada en dos épocas
Para empezar, El enigma Dickens trata de resolver uno de los mayores interrogantes de la Historia de la Literatura: ¿qué final ideó el célebre autor británico para su decimoquinta y última obra, la inacabada El misterio de Edwin Drood, al sobrevenirle la muerte en 1870? Un asunto que lleva décadas intrigando a miles de seguidores, los cuales, en su búsqueda infructuosa de la verdad, han formulado todo tipo de teorías, ideado finales y planteado alternativas. La historia tiene lugar en Cloisterham, ciudad imaginaria inspirada en Rochester, cuya arquitectura y atmósfera eran bien conocidas por Dickens, y trata sobre el joven Edwin Drood, huérfano prometido por testamento a Rosa Bud, también huérfana, y de cuya unión obtendrían una gran fortuna. Figuras principales a las que acompañan el tío de Drood, maestro de coro en la catedral de la ciudad (y secretamente enamorado de su futura sobrina), amén de otros personajes como los gemelos Neville y Helena Landless. Un melodrama de tintes góticos y policíacos que se vería interrumpido en su sexta entrega —por aquel entonces las novelas se publicaban en la prensa a modo de folletín—, coincidiendo con la renuncia del muchacho al matrimonio y su posterior desaparición. En suma un material que Fernández Urresti utiliza con destreza para tejer una trama ambientada en dos épocas: la misma que describe el volumen inacabado y que se complementa con el retrato de su autor en la madurez (1869-1870), y una segunda situada en nuestro tiempo, que entra en relación directa con el mundo del cine —en este caso las películas malditas— en una ubicación de lujo situada en el norte de España.
Comillas como escenario
Aunque si por algo destaca El enigma Dickens, al margen de jugar con la posibilidad de que la inacabada historia estuviese ambientada en un caso real, es por su capacidad de combinar ambas tramas sin perder ritmo ni interés, utilizando un pegamento infalible: lo sobrenatural. No en vano, Fernández Urresti profundiza en la biografía del novelista británico para ofrecernos un retrato realista y cercano, tanto de él como del resto de su familia y allegados, incluyendo a dos personajes clave del siglo XIX español: los hermanos Antonio y Claudio López Bru, famosos hacendados cántabros, que años después se convertirían en marqueses de Comillas. Ellos son el enlace que permite unir la trama victoriana con la actual, y que Urresti utiliza con originalidad e ingenio. A su vez, el autor de Las violetas del círculo Sherlock y La tumba de Verne recrea el rodaje de una superproducción en algunos de los rincones más hermosos de Comillas; desde el palacio del Sobrellano, con su maravillosa capilla neogótica, a la Universidad Pontificia y el cementerio; rincones frecuentados por los turistas a los que se une una llamativa mansión decimonónica propiedad de los duques de Almodóvar, y que en la ficción recibe el título de La casa del inglés. Este lugar, repleto de carisma y personalidad, no es solo el escenario donde la novela adquiere sus tintes más dramáticos e interesantes —los personajes del guardés Ciro Velasco y su nieta Deva son de lo mejorcito de la trama—, sino el espacio donde Mariano Fernández Urresti vuelca su talento particular para construir suspense. Una faceta cultivada y desarrollada por el santanderino a lo largo de su larga y prolija carrera, y que en el caso de El enigma Dickens alcanza sus cotas más altas. Para rematar la faena, el galardonado autor salpica las quinientas páginas de su novela de interesantes datos que harán las delicias de los aficionados al más allá: desde la fotografía de espíritus al magnetismo animal o «mesmerismo», pasando por el fenómeno de las casas encantadas. En suma, un cóctel atractivo repleto de buenos momentos que gustará tanto a los seguidores de Dickens como a los que aún no lo son, y que nos impulsará a descubrir Comillas con nuevos ojos.