Una mirada al verano

No solo de novelas vive el alma de los lectores. Relatos gráficos, cuentos, cómics, ensayos y libros humorísticos, entre otros muchos, caben en la maleta del veraneante. He aquí algunas recomendaciones para quienes quieran pasárselo en grande leyendo

01 jul 2017 / 14:14 h - Actualizado: 01 jul 2017 / 14:15 h.
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Contando solo las novedades, hay tantísimos libros interesantes que no sean novelas y que llevarse de vacaciones este verano que haría falta contratar, previamente, a una reata de porteadores como las de las películas antiguas de Tarzán. Pero basta de palabreo, que las recomendaciones son muchas y el sitio siempre acaba siendo escaso: empezando por las rarezas más adorables, el primero que hay que meter en la maleta es la tercera entrega de El Hematocrítico de Arte, que es un no parar de reír publicado por ¡Caramba! y a la altura de las inteligencias más exigentes. Si ya la primera parte (El Hematocrítico de Arte: la recopilazioni della stupideci de Interneti) y la segunda (El Hematocrítico de Arte 2: La secuella molto esperata), esta tercera parte, subtitulada Piu dello mismi, lo deja a uno ya tirado por los suelos y a la espera de que vengan las emergencias sanitarias con oxígeno y una ganzúa con la que recomponerle la mandíbula. Son láminas de cuadros a las que se les han cambiado los nombres. Como ese de San Carlos Borromeo en oración, de Il Guercino, rebautizado para la ocasión como Por favor, Señor, plánchame la sotana (La peticcionni dil planciamentti miracoloso). Y así, sin parar, todo el tiempo. Tronchante.

Para adictos al humor desprejuiciado y alejado de las rutas actuales del pensamiento único, otro imprescindible: Acostarse con la reina y otras delicias, de Roland Topor y con ilustraciones de Pat Andrea (Libros del Zorro Rojo). Calcúlese lo que cabe esperar de un autor que es capaz de convertir en una comedia desternillante el accidente mortal de un autobús escolar cargado de niños, que viene a ser como los Monty Python pero multiplicado por diez, así que con eso se puede hacer una idea el lector de lo insurgente y lo desintoxicador de esta obra.

Fuera risas, que viene un drama de tomo y lomo: La levedad, de Catherine Meurisse (Impedimenta). Superviviente (por puro azar: no le sonó el despertador) de la matanza del Charlie Hebdo, la autora compone un relato de su vida a partir de ese momento que no solo contiene emoción y verdad para reventar, sino que encima la pena, el desconcierto, la fractura personal, el hundimiento y el renacer están contados gráficamente con una sensibilidad y una franqueza apabullantes. Se le podría llamar cómic, pero no lo es. Algo similar sucede con Deportado 4443 (Ediciones B), que reúne los aclamados tuits de Carlos Hernández ilustrados por Ioannes Eksis sobre cómo el tío del autor, el español Antonio Hernández Marín, pasó cuatro años y medio en el campo de exterminio nazi de Mauthausen. Estremecedor e imprescindible.

Los que sí son cómics de pe a pa, de entre las muchas recomendaciones posibles, son estos tres de Astiberri: la reedición del clásico Siete vidas, de Josep Maria Beà; Carlitos Fax, de Albert Monteys; y Cosmonauta, de Pep Brocal. El primero de ellos es el reencuentro feliz con la edad dorada de la historieta hispana para adultos de los años setenta y ochenta, poblada de nombres míticos, caso de Horacio Altuna, Fernando Fernández, Carlos Giménez, Juan Giménez, Esteban Maroto... y el propio Beà. Los otros dos, ampliamente comentados aquí hace unas semanas, son sendas muestras más recientes del talento español y de por dónde marcha el cómic autóctono del siglo XXI.

Atentos, que vienen palabras mayores: Benjamin Lacombe. El ilustrador francés no solo acaba de lanzar la segunda parte de Alicia en su más puro estilo tan inquietantemente bello y prolijo, sino que está recién salido de máquinas otra obra suya también editada por Edelvives. Esta vez, el texto lo firma Éliette Abécassis y se titula La sombra del Golem. Es probable que no se encuentren muchas exquisiteces como esta en la mesa de novedades de las librerías, tanto por la calidad literaria como por la artística, que componen un libro del que se hablará aquí en profundidad más adelante pero que sin la menor duda debe formar parte del equipaje veraniego. Sobre todo, para quienes ansían misterio y adoran las antiguas historias de terror e imaginación. Y antes de ir de cabeza a los libros para niños y jóvenes, un consejo encarecido a los adultos: si piensan que un ensayo no puede ser nunca mejor, más interesante o más literario que una buena novela, que vayan corriendo a comprarse Una temporada en Tinker Creek, de Anne Dillard (Errata Naturae). Sin duda, uno de los mejores del siglo XX y la expresión más sublime del amor por la naturaleza y de la inmensidad de las reflexiones que su admiración induce.

Hachette publica varios manuales de Star Wars: el del padawan, el del androide y el de las tropas de asalto. Son ejercicios y pasatiempos basados en el conocimiento que el lector tiene –se le presuponen– del mundillo en cuestión (llámesele mundillo, llámesele galaxia muy, muy lejana). Kalandraka, la editorial infantil por excelencia, lanza El libro de los Guarripios, de Arnold Lobel. La palabra preciosidad no le hace justicia a esta obra deliciosa y llena de encanto, marca de la casa.