Vernon Subutex 1

Algunos han dicho de Virginie Despentes que es la Michel Houllebecq femenina, otros hablan de este proyecto ambicioso y delirante como la proeza orwelliana del siglo XXI

28 abr 2018 / 08:10 h - Actualizado: 25 abr 2018 / 22:15 h.
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  • Portada de ‘Vernon Subutex 1’. / El Correo
    Portada de ‘Vernon Subutex 1’. / El Correo

Esta primera parte negrísima que cuenta lo que ve en una sociedad populista como la que actualmente se vive en Francia, dividida en tres tomos, resulta en extremo adictiva. Recurre a la economía de lenguaje en la construcción de frases, sin embargo existe en su gran cantidad de personajes, así como en su aire distópico-humorístico, una ambición totalizadora que nos hace pensar en ese recorrido omnisciente a través no tanto del que habla la autora, como uno de tantos personajes desclasados no por voluntad propia, sino por la desaparición de la clase media, que se dedica a vagabundear y recoger migajas.

Así es, además, la vida de Vernon, que trabajó durante años en una tienda de discos, resistiendo no sólo a los embates del conocido fracaso comercial que empezó con las descargas en Napster, sino también a las frivolidades del éxito. Uno no tiene porqué imaginar, pero en la nómina de artistas, salen grupos del indie de los 90 como Sonic Youth, si bien para lo que aprovecha la autora es para sacar los fastos de esos años casi tres décadas después. La razón (u otra de ellas) es la reaparición en las calles de monstruos implacables como la heroína, o la menos romántica cocaína, con las que se vivieron sueños de gloria que hoy quedan empantanados por el malestar general. A la vez se suman más herramientas de autodestrucción como son ese altavoz que lo vuelve todo público, las redes sociales, y por tanto la necesidad de exhibirse no sólo en lo más íntimo, sino también poniendo el dedo en la llaga en lo escabroso de la condición humana.

Tampoco el cine es ajeno a la debacle y espectacularización del yo. A raíz del suicidio del músico Álex (amigo de Vernon) se esculpe la presencia de Xavier, que dice ser guionista de documentales, un neonazi presuntuoso en quién se descarga el cambio posible de orientación política, un Godard con ínfulas, si bien la megalomanía de Cannes y sus Croisettes tampoco hicieron nada más que fomentar este tipo de actitudes. Del cine se pasa al porno como género y de cómo la necesidad de sobrevivir en el mundo en caída libre en que vivimos fomenta la necesidad de adorar lo que antes ciertos sectores se encargaban de vapulear por insidioso.

La novela se parece a 1984, tal vez desde el momento en que el personaje de la Hiena entra en escena, un tipejo al que podríamos reinventar la identidad del Gutenberg de la era 2.0, gracias al que la novela se hace transfronteriza y global y consigue inculcar un feísmo amargo, pero brillante, en ningún momento hilarante, sino consciente de la dureza que muestra.

Calificación: Ambiciosa

Tipo de lector: Acostumbrado a lo literario.

Tipo de lectura: Más densa que complicada.

Argumento: El hoy distópico en Francia.

Personajes: Visibles.

¿Dónde leerlo?: Lejos de entornos urbanos.