Washington DC.-Madrid: En busca de las raíces

Vocación, trabajo, entusiasmo y ganas de llegar. Tal vez estos sean los cuatro ingredientes que Julio Perillán utiliza para preparar su vida como actor desde hace años. Pronto le veremos interpretando el papel protagonista de la película ‘Demonios tus ojos’, un trabajo realizado por Pedro Aguilera que resulta perturbador, inquietante, doloroso. Julio Perillán consigue encarnar a su personaje con una solvencia poco habitual en este tipo de películas en las que el personaje es tan oscuro.

18 mar 2017 / 12:50 h - Actualizado: 19 mar 2017 / 10:07 h.
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  • Julio Perillán afirma haber estado buscando sus raíces desde siempre y que eso es la razón por la que está en España. / El Correo
    Julio Perillán afirma haber estado buscando sus raíces desde siempre y que eso es la razón por la que está en España. / El Correo
  • Julio Perillán. / El Correo
    Julio Perillán. / El Correo
  • Ivana Bakero y Julio Perillán en una escena de la película. / El Correo
    Ivana Bakero y Julio Perillán en una escena de la película. / El Correo
  • Julio Perillán en una escena de ‘Demonios tus ojos’. / El Correo
    Julio Perillán en una escena de ‘Demonios tus ojos’. / El Correo
  • Oliver es el personaje interpretado por Julio Perillán en ‘Deminos tus ojos’; oscuro, cruel. / El Correo
    Oliver es el personaje interpretado por Julio Perillán en ‘Deminos tus ojos’; oscuro, cruel. / El Correo

Parece que la vida se acelera cuando llega la primavera. Todo es mucho más ágil, el tiempo se desliza sobre sí mismo dejando una estela que nos hace perseguir el presente que ya ha pasado. Prisas por no perder ni un minuto de lo que resulta agradable. Creo.

Julio Perillán es un tipo tranquilo, reflexivo, prudente. Habla mientras mueve las manos ligeramente, sin hacer demasiados aspavientos. Parece mirar todo con interés detectivesco.

Hijo de padres emigrantes. Su familia viajó a Estados Unidos a finales de los años 60. Julio nació allí, en 1973 (cumple 44 años en unos meses). Estudió Ciencias Físicas en la Universidad de Maryland y terminó viviendo en Los Ángeles, ciudad en la que comenzó a estudiar cine. Ahora es hijo de emigrantes convertido en emigrante.

Comenzamos hablando de la película que ha protagonizado y que estará en los cines el próximo mes de mayo. Demonios tus ojos. El que escribe se ha sentido completamente perturbado con este trabajo dirigido por Pedro Aguilera. Excelente película que podría funcionar bien en taquilla a pesar de tratar un tema delicado. La intimidad robada, la inocencia perdida, la violencia intelectual como forma de vida. Pero le sugiero que hablemos de él. Ya habrá tiempo de dedicar tiempo a la película.

Julio habla inglés y castellano. Perfectos ambos.

«Al regresar a España hablaba el castellano con un extraño acento. Mi esposa dice que tenía acento del Valladolid de los años 70. Y es que mi abuela, que es de Valladolid, es la que me hablaba en castellano y aprendí el idioma con ella».

Lo del cine no viene de la familia. Los intereses de sus padres y hermanos se centraron siempre en otras zonas de la realidad.

«Todos en casa nos dedicamos a las ciencias. Pero cuando murió mi padre decidí romper con lo anterior y me puse a estudiar cine e interpretación. No tenía en mente ser actor. De hecho el cine comercial no me interesaba y sabía que había otro mundo distinto dentro del propio cine y alejado de lo comercial. No conocía en mundo del cine independiente».

Le interrumpo para que me explique si es de esos actores que siempre, desde niños, interpretaban un papelito en público o cantaban una canción.

«Puedo estar en una esquina yo solo, en silencio, con mis cosas y estar años a lo mío. Soy ese tío que llega a las fiestas y no habla con nadie. Afortunadamente, mi esposa es una superdotada a nivel social y tira mucho de mí cuando estamos en público. Me ha ayudado a sentirme mucho más tranquilo en las fiestas y en las reuniones masivas».

Le pregunto si no está a gusto durante nuestra conversación. «Sí, pero con reservas». Reímos. ¿Y terminas siendo actor?

«Es que comencé a descubrir el arte dentro del cine. Conocí las primeras películas independientes; los primeros trabajos de Lucas; me enamoré de Robert Duval (un actor comercial, pero que tiene detrás un trabajo mucho más independiente); conocí a John Cassavetes y a sus hijos que estudiaban en Los Ángeles...».

Le confieso que Cassavetes no es de mis preferidos. Le salva que su mujer es la actriz Gena Rowlands. Le pido perdón por la impertinencia y le animo a que siga con lo que decía.

«No me inscribí en la escuela de cine más prestigiosa de Los Ángeles. Sencillamente me hice amigo de algunos alumnos, fingía ser estudiante y hacía los exámenes y todo».

O sea que hiciste el papel de tu vida ¿no? Contesta moviendo la mano, con la palma hacia abajo, levantando el lado derecho, luego el izquierdo, el derecho... Vaya, que más o menos lo hizo.

«Más tarde, comencé de ayudante en los cortos y luego como actor. Aprendí un poco de todo: montaje, escritura de guion... Y, finalmente, junto con algunos de los que terminaban en la escuela de teatro montamos nuestro propio grupo de teatro. A partir de ese momento, busqué un representante y decidí dedicarme definitivamente a la interpretación. Encontré a un mentor que quiso trabajar conmigo, después de verme en una obra, para que todo lo que había aprendido por mi cuenta se convirtiera en algo más profesional (me había leído todo lo que encontraba y eso era, más o menos lo que sabía). Utilizaba unas instalaciones militares para preparar mis monólogos y mis cosas... En fin...».

A eso le llamo yo buscarse la vida. Así que el teatro como arranque...

«Siempre que intento hacer teatro me entra algo de cine. Pero soy animal de las tablas desde los inicios. Y quiero hacer mucho más que hasta ahora».

Las ciencias físicas están olvidadas por lo que veo ¿no?

«Las dejé a un lado. Es una de las cosas que he dejado atrás. Aunque he de decir que estando es España me han servido para dar clases de matemáticas igual que el inglés me ha sido rentable enseñándolo. Pero sí me gustaría hacer un papel de físico. Cuando leo algo que ha hecho alguno famoso pienso que una película sobre eso sería interesante y me encantaría hacer el papel de físico, sí, me llama la atención. Además, yo como científico necesito entender las cosas y lo que más me enganchó del arte es que no hay nada que entender. Se hacen las cosas, se disfruta de las cosas... Y ya está. Es una faceta que me gusta mucho tener asimilada ahora y que supongo me hizo fácil dejar la ciencia».

El cambio parece rotundo. Y eso suena a vocacional. Hablamos de ello.

«Siendo necesidad de interpretar. Si no fuera así lo hubiera dejado. Entre otras cosas porque se gana muy poco y es imposible vivir de ello. En este mundillo hay un 1 por ciento que gana una millonada y el resto se muere de hambre. Siempre pienso que los que ganan tanto deberían decidir de forma solidaria ganar un poco menos para que el resto ganara un poco más. Seguirían siendo millonarios y el resto podría dedicarse a la interpretación. Es un sistema que podría funcionar. En España las diferencias son menores, pero en Estados Unidos son brutales. Mi pasión por la interpretación es vocacional porque de otro modo no haría lo que hago».

Washington DC. – Madrid. Hablemos de las diferencias, de los cambios.

«En Estados Unidos me pasaba una cosa muy curiosa. Todos me pedían que hablase inglés con acento español supongo que buscando algo parecido a Antonio Banderas. Pero claro, aunque soy hijo de inmigrante y me llamo Julio Perillán, mi mente me decía que yo era como cualquier actor norteamericano. ¡He nacido allí! Y encima no me sale el acento español al hablar inglés. Hice muchas pruebas para papeles de ese tipo, pero me cansé porque eso es muy duro de pelar y de romper. Después de una experiencia con una película que no se llegó a realizar (el productor tuvo problemas y abandonó), tenía yo 27 años en ese momento, algo hizo clic en la cabeza y escapé de Los Ángeles. Hice una película independiente con otros amigos desencantados que llamé Eden’s Curve y terminé decidiendo regresar a España. Poco a poco fui ingresando en el circuito de aquí y conocí a Juanma Bajo Ulloa que me fichó para hacer Frágil. Y las cosas han ido evolucionando hasta ser lo que soy como actor».

¿España? ¿Por qué?

«Creo que siempre he buscado mis raíces. Y me siento más feliz, más pleno, en la industria española. Hay algo importante: poder interpretar en inglés y en castellano te da más color, más fondo interpretativo».

Llegado este momento, la charla deriva hasta la vida. Así, sin medias tintas. La vida.

«La vida no es tiempos; la vida es lo que haces. Y conviene encontrar un vínculo con esas cosas que has hecho para que sirvan de brújula, para que te orienten y lleven a un destino que está esperando aunque no sepas dónde».

Pasando peajes como, por ejemplo, la última crisis...

«Siempre he estado en crisis. Pero puedo ser bastante austero. Un amigo y yo, hicimos una prueba y fijamos un presupuesto de 15 dólares semanales para sobrevivir. Conseguimos pasar un verano entero. Y cuando una representante me preguntó de qué iba a vivir mientras encontrara trabajo le dije que con 3500 dólares podía pasar un año. No se lo podía creer aquella mujer que gastaba esa cantidad en comidas de negocios en un solo mes. Vivir en crisis se puede y no he dejado de estar dentro de una nunca jamás. Incluso he mezclado la personal con la profesional. Pero la profesión de actor es vocacional y si no hay dinero durante ocho años sigues estando en tu sitio».

El hijo mayor de Julio sufre parálisis cerebral y autismo. Hablamos de la situación del chaval. Pulsamos la tecla que nos pone en modo padre.

«Es duro, es como el teatro, cada instante tienes que sacar todas las emociones para lograr estimularle y que responda, para trasladarle a un territorio de la comedia del arte que se convierte en un reto diario. De hecho, creo que soy mejor actor hoy porque existe mi hijo. He tenido que hacer un trabajo diario con él que me sirve para aplicarlo a mi vida profesional».

El personaje que interpreta en Demonios tus ojos, Oliver, es oscuro, frío, casi repulsivo. Él, Julio Perillán, es brillante y creo que muy auténtico. Miramos el reloj y sabemos que se acaba la conversación. Pero el tiempo ha dejado, otra vez, esa estela que dibuja cuando va más rápido que el presente. Y estamos obligados a retomar la charla para encontrar ese trocito de presente que nos arrancó el minutero. Así será. Seguro.