Y ahora... sólo queda esperar

El pasado jueves finalizaba el Festival Internacional de Jazz de Madrid de este año 2017. Intenso, equilibrado, sorprendente. Y también, por qué no decirlo, cansado. Un mes completo con una oferta media de seis horas diarias de jazz es muy exigente. Pero ha merecido la pena y somos muchos los que ya esperamos con inquietud lo que venga el próximo año. Las pasiones tienen estas cosas. Hemos elegido cuatro conciertos de corte muy distinto como resumen final

02 dic 2017 / 08:42 h - Actualizado: 02 dic 2017 / 08:35 h.
"Música","Música - Aladar","Jazz"
  • Kyle Eastwood. / Fotografía de Sylvain Gripoix
    Kyle Eastwood. / Fotografía de Sylvain Gripoix
  • Vargas Blues Band./ Fotografía cortesía de Festiva de Jazz de Madrid
    Vargas Blues Band./ Fotografía cortesía de Festiva de Jazz de Madrid
  • Joe Louis Walker. / Fotografía de MarilynStringer
    Joe Louis Walker. / Fotografía de MarilynStringer
  • Jorge Pardo. / ®MANUEL MONTANO
    Jorge Pardo. / ®MANUEL MONTANO

Los que se han acercado al jazz, por primera vez, durante el Festival Internacional de Jazz de Madrid habrán comprobado algo que para los aficionados es bastante normal y que, sin embargo, resulta sorprendente a los que no suelen frecuentar conciertos de jazz.

El jazz no es algo concreto, no es un tipo de música que se pueda reconocer con facilidad. No es extraño que alguien diga que un tema que escucha en la radio le encanta y que, al mismo tiempo, no sepa que eso que suena es jazz. Los estilos, las corrientes o las fusiones, han convertido el jazz en un espacio amplísimo.

El Festival Internacional de Jazz de Madrid tiene muchas virtudes. Pero, desde luego, una de ellas que no es menor es la capacidad de ofrecer todo tipo de jazz. Nada se queda fuera de una programación extensa e intensa.

Vargas Blues Band

Javier Vargas se presentaba en el Festival queriendo dejar constancia de que sigue ahí. Hace muchos años, en 1991, comenzaba con su disco «All around blues» y, desde entonces no ha dejado de hacer buena música.

La ya casi entrañable Vargas Blues Band se subía al escenario con su nuevo trabajo «Cambalache & bronca» aunque interpretaron piezas distintas a las que incluye este nuevo disco. Blues y ramalazos rockeros, tonos latinos y una clara influencia de Carlos Santana.

El concierto, como siempre pasa con esta banda, fue intenso. No dan respiro al personal y el ritmo no baja en ningún momento. El baterista Peter Kunst, un excelente músico, dejaba claro que no hay problema con él, sea el que sea el tema que suene. Mucho oficio. Giovanni Romano, un buen guitarrista y justo de voz, acompañaba bien la guitarra de Javier Vargas. Pero esa costumbre de elevar en exceso los volúmenes (el teatro Fernán Gómez no es el que mejor acústica tiene) y la distorsión excesiva en algunos momentos, resultó algo molesta.

Si alguien pisaba un concierto de jazz por primera vez se sorprendería porque el rock estaba allí, el blues estaba allí, las letras sonaban en español, el son latino iba y venía, y ese jazz tradicional que se reconoce fácil, sencillamente, no estaba.

No está mal que en un festival como este se encuentre representada la música española.

Kyle Eastwood Quintet

El quinteto es una formación que permite mucho juego sobre el escenario. Queda más oculto el diálogo íntimo que se alcanza en, por ejemplo, un terceto, pero a cambio se gana en versatilidad y, colocando los soliloquios en distintos lugares de las piezas, parece que se va un poco más allá en creatividad. Un efecto que no es real del todo, pero eso es largo de discutir.

Kyle Eastwood (sí, es hijo de Clint, el actor) se presentaba en Madrid con un concierto de corte clásico. No enseñó nada que no conociéramos ya, pero lo hizo, en primer, lugar acompañado de unos músicos estupendos y, por otra parte, con gusto. La versión de «Cinema Paradiso» y la del tema de Charles Mingus «Boogie stop shuffle» fueron lo mejor de todo. Se podía haber ahorrado un tema compuesto por el mismo con el que cerró el concierto. No era un mal tema aunque incluía todos los tópicos que pueden manejarse al hablar de España.

Eastwood con su contrabajo y el bajo eléctrico estuvo muy bien. No es un genio, pero se defiende a un nivel muy notable. Quentin Collins correcto con la trompeta y Brandon Allen brillante con el saxo y el clarinete (salvo que me falle la memoria, este músico ya estuvo por aquí en 2015 acompañando a Anthony Strong); Andrew McCormack muy, muy, bien improvisando y el baterista Chris Higginbottom soportando la base rítmica con decisión.

Si alguien pisaba un concierto de jazz por primera vez se sorprendería poco. Lo que hace Eastwood se parece bastante a eso que pertenece al ideario colectivo y se llama jazz. Lo que se reconoce por las películas y esas cosas.

Joe Louis Walker

Este músico es, sencillamente, un volcán en constante erupción.

Blues, Rock and roll y rhythm and blues. Brutal, en estado puro.

Joe Louis Walker es un músico que busca el espectáculo, hacer vibrar al público, hacer disfrutar a todo el que esté frente al escenario. A mitad de concierto no duda en darse un paseo por la platea del teatro, con la armónica en la boca, buscando seguidores con los que reír unos instantes.

Técnicamente, Joe Louis Walker es un portento. Arranca todo tipo de sonidos a su guitarra, el swing es constante y no hay nota que caiga fuera del lugar que tiene reservado. Le acompañaban John Lindsay Bradford (bajo), Anthony Byron Cage (Batería) y William Jerald Gorman (teclados). Si el trabajo de los dos primeros fue pulcro hasta la saciedad, Gorman estuvo irregular. Muy bien algunas veces y bastante mal en otras. La improvisación no consiste en tocar de cualquier manera y un fallo en la interpretación no deja de serlo por estar improvisando. No se puede abandonar al resto del grupo en un tono y marchar a otro para volver al rato.

Joe Louis Walker presenta un directo apabullante, explosivo.

Si alguien pisaba un concierto de jazz por primera vez se debió quedar estupefacto. ¿Eso del blues no iba de llorar en las plantaciones de algodón? Pues no. No iba de eso.

Jorge Pardo «Djinn»

La propuesta de Pardo, desde la experimentación musical y desde la base flamenca de su concepto musical, es interesantísima. La improvisación, como pieza fundamental del espectáculo, y la introducción de elementos electrónicos que nos arrastran hasta territorios muy sesenteros y setenteros de la música, hacen que la música de Pardo se convierta en original, profunda, mestizaje perfecto.

Si alguien pisaba un concierto de jazz por primera vez debió pensar que se había metido en un tablao tomado por los hippies.

Se acabó el Festival Internacional de Jazz de Madrid. El año que viene más.