Amenazas forestales

La amenaza de los incendios no es la única que afecta al monte andaluz. El plan Infoca, el programa para luchar contra el fuego con más reconocimiento de toda Europa, y la investigación de las universidades son los principales bastiones de defensa

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
24 mar 2018 / 19:52 h - Actualizado: 24 mar 2018 / 20:28 h.
"Medio ambiente"
  • Imagen de un hidroavión descargando en un incendio producido en el año 2008 en el Parque Natural de los Alcornocales. / Efe
    Imagen de un hidroavión descargando en un incendio producido en el año 2008 en el Parque Natural de los Alcornocales. / Efe

Las llamas son sin lugar a dudas la gran amenaza del monte. En el sur de la península ibérica, donde el clima es más seco, el peligro de incendio se hace presente cada verano.

Cada año en Andalucía se pone en marcha un plan específico para evitar que se consuman estos seres vivos sin cuya presencia la vida sería casi imposible. El Plan Infoca, un programa andaluz de gran reconocimiento internacional, marcó un punto de inflexión en la guerra de los andaluces contra el fuego. Hubo un antes y un después. 1991 fue el peor año en la historia de los incendios: se quemaron 65.000 hectáreas en toda Andalucía y como consecuencia de ello hubo un debate parlamentario en el que nació una propuesta de hacer unas jornadas sobre incendios donde participaron todos los agentes implicados. En aplicación de esas conclusiones se diseñó un nuevo Plan Infoca en el año 1993 basado fundamentalmente en la profesionalización del personal.

En el mediterráneo, la misma naturaleza se ha sabido cuidar siempre de las llamas: la evolución de especies como el alcornoque así lo atestiguan. El corcho que conforma la epidermis de este árbol autóctono está pensada para que, en caso de ser presa del fuego, al año siguiente pueda renacer de esas cenizas... son su manto protector.

Sin embargo, para los alcornoques, una de las especies más emblemáticas del monte andaluz, la principal amenaza es económica. La progresiva implantación de los tapones de plástico puede acabar con el principal aprovechamiento forestal: el corcho.

En el parque de los Alcornocales, por ejemplo, el corcho tiene una importancia fundamental. El hecho de que este producto perdiera valor, como podría suceder porque cada vez estamos más acostumbrados a ver el vino en tetrabrick o tapado con tapones de plástico, supondría un desastre para estas zonas si no se tiene otra oportunidad para desarrollarse.

Si el alcornoque dejase de ser rentable, podría correr el riesgo de ser sustituido por otra especie que reportase más beneficios, aunque se tratase de una especie foránea. El eucalipto es la prueba viviente de ese planteamiento económico. Llegaron de Australia y colonizaron el monte. En el caso de Huelva se podría decir que casi colonizaron la provincia. Se plantaron para hacer pasta de papel. Pero ni siquiera este gigante invasor está a salvo de las amenazas forestales. En la Universidad de Huelva se estudia desde hace años la manera de erradicar algunas de las plagas que asedian, en las épocas más secas, al monte andaluz.

De hecho, durante los periodos de sequía estival, los árboles se debilitan por deshidratación; este debilitamiento hace que sean más vulnerables al ataque de los insectos, especialmente a las larvas que se alimentan de madera. De tal manera que si esa madera se mantuviese con un grado de humedad más alto, las larvas no serían capaces de prosperar porque se ahogan.

Las encinas sufren especialmente este ataque. La larva está acabando con un gran número de encinas es el gran longicornio de los géneros cerambyx y prinobius. Se trata de un insecto de gran tamaño que pone los huevos en los huecos que encuentra en la corteza del árbol. Cuando nace la larva se introduce en el interior de la encina y la devora haciendo galerías elípticas hasta que un soplo de viento es capaz de romper el árbol por la mitad. Desde hace años la Escuela de Ingenieros Forestales de Huelva trata de buscar una solución para acabar con este parásito. Empezaron por intentar identificar qué insectos o especies se consideran implicadas en los daños al arbolado y a partir de ahí se plantearon muestreos para identificar al individuo en laboratorio. En una segunda etapa plantearon estudios sobre el comportamiento relacionado con sus hábitos en ejemplares susceptibles del ataque o para evitar ejemplares que no resulten adecuados.

Pero sin duda la seca es el problema que más acecha al monte andaluz. Una patología que puede acabar con la muerte de encinares y alcornocales, dejando dehesas desiertas y alterando estos hábitats. El cambio climático, los hongos del suelo, insectos... muchas son las causas que originan la seca, un problema complejo de difícil solución.

A partir de la década de 1980 se empezó a detectar una gran cantidad de mortandad de encinas y alcornoques, sobre todo en el sur peninsular. Y desde entonces ha habido una gran fluctuación, pero se estima que sólo en la provincia de Huelva mueren 40.000 encinas al año.

Pero hay otra gran amenaza que no puede frenarse en los laboratorios. Y quizá sea la causante de las mayores mortandades de especies arbóreas y de pérdida y modificación de hábitats: el cambio climático. Como aseguran los expertos, con el cambio climático ya nada es igual.