Blasones de bisturí y tiza

Discurso. Susana Díaz defiende su gestión en Sanidad y Educación para contrarrestar las protestas ciudadanas de las últimas semanas

28 feb 2017 / 20:38 h - Actualizado: 01 mar 2017 / 23:28 h.
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  • Susana Díaz pronuncia su discurso en el Teatro de la Maestranza con motivo del Día de Andalucía. / Jesús Barrera
    Susana Díaz pronuncia su discurso en el Teatro de la Maestranza con motivo del Día de Andalucía. / Jesús Barrera

¿Quién retrata mejor a Andalucía? ¿Dónde estaba ayer la verdadera Andalucía dentro del Teatro de la Maestranza en el acto de entrega de medallas con motivo del 28F, en las protestas del Paseo Colón o de fiesta sin prestar atención por un momento a por qué ayer de Pulpí a Ayamonte el 28 de febrero se dibuja de rojo en los almanaques?

Imposible quedarse con una, Andalucía tiene tantas dimensiones como gente la pisa, pero es evidente que en los últimos días se han contrapuesto dos visiones que han entrado en conflicto. Una ha visto peligrar dos pilares del estado de bienestar (Sanidad y Educación) y otra se vanagloria de cómo la comunidad ha salvado el bache de la crisis sin apenas deterioro de estos dos cimientos. La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, habló ayer con eco. Sus palabras estaban destinadas a que tuvieran reverberación, sonoridad para tratar de desmontar, sin ir más lejos, a todos aquellos que a unos cuantos metros le recriminaban cosas tales como «Susana no sana». «Andalucía merece una mirada sincera. Una mirada que combine abiertamente la autocrítica con la autoestima», reclamó ayer la presidenta como última idea de su discurso.

El escudo de Andalucía, el de Hércules, las torres y los dos leones, podría llevar, según el retrato que perfiló Díaz, otros dos blasones: una tiza y un bisturí. Sanidad, «la joya de la corona», y Educación, «una bandera que no podemos arriar».

«Es mi obligación hablarles con claridad: una cosa es criticar, denunciar, proponer para mejorar y otra bien distinta es olvidar que en nuestra sociedad hay quien preferiría que este auténtico derecho a la vida que garantiza la sanidad pública no existiera, con el único propósito de hacer más negocio a costa del sufrimiento de la gente. Algo que creo incivilizado», dijo. Ese quien del entrecomillado fue la manera elegante de Díaz de colocar una elipsis en la frase para no señalar a quien de verdad quería señalar la presidenta en su frase. La Junta ha acusado durante las últimas semanas al PP-A de «instrumentalizar y politizar» las protestas ciudadanas a cuenta de los recortes y fusiones sanitarias con el fin de socavar la sanidad pública a cuenta de la privada.

Uno de los adalides de la marea blanca, el doctor Jesús Candel, cuestionó, minutos antes en una entrevista en Onda Cero, la política sanitaria de la Junta, que calificó de «pésima» y anunció nuevas movilizaciones, la primera el próximo domingo. El asunto Spiriman no se ha cerrado con la derogación de la fusión hospitalaria de Granada que fue publicada el lunes en el Boletín Oficial de la Junta (BOJA).

Las medallas de Andalucía para la Asociación de Víctimas de la Talidomida y la Coordinación Autonómica de Trasplantes sirvieron a la presidenta para poner la tilde en algunos de los hitos del Sistema Andaluz de Salud. También homenajeó al malagueño Pablo Ráez por su ejemplo de vida y su legado en muerte: «Para mí, es un estímulo para seguir trabajando en la defensa de una sanidad pública, universal, de calidad, avanzada para todos y para todas», admitió.

Con la educación repitió jugada. A partir del premio al Instituto de Educación Secundaria Vicente de Espinel de Málaga y con el rescate de la porción de biografía de María Galiana en la que ejerció de maestra, la presidenta de la Junta ratificó su apuesta por la educación pública. «Es la primera puerta a la igualdad de oportunidades. Creo que mantenerla e impulsarla, dedicarle los recursos necesarios, reconocer el papel de los docentes, cuidar el sistema, educar en igualdad a niños y niñas, ofrecerles las herramientas para que se abran paso en la vida con dignidad también constituye otro de esos consensos básicos entre los andaluces».

Díaz insistió en varias ocasiones durante su intervención en desmontar la tesis de una Andalucía en blanco y negro, «que se desangra», en palabras de Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente del PP andaluz. ««Andalucía no es una región atrasada, no es una región marginada, no es una región sumida en la postración o la indiferencia», refutó ayer la presidenta del Ejecutivo.

El discurso 28F sirvió de altavoz para algunas de las reclamaciones que la Junta de Andalucía hace al Gobierno Central. Así, insistió en la desconexión ferroviaria de Granada que ya va para dos años, la falta de infraestructuras en Almería o la falta de inversión para fortalecer la posición de Algeciras como uno de los puertos punteros de Europa.

La Andalucía de Díaz es una que ya no se parece a aquella en que era obligado emigrar para buscarse la vida, una a la que vienen empresas de todo el mundo a rifarse a nuestros ingenieros e ingenieras, que ha modernizado su agricultura o que genera conocimiento. Eso sí, no podía faltar una mención a los niveles «insoportables» de desempleo de la comunidad, pese a que recordó que durante su mandato el paro ha bajado en ocho puntos.

La dirigente andaluza también habló de algunos consensos que consideraba necesarios como evitar la inestabilidad o ahuyentar los riesgos de la asimetría, «la diversidad es compatible con la igualdad», dijo la presidenta en el momento que reclamó una «necesaria» reforma de la Constitución. «Una Andalucía más fuerte es necesaria para una España más fuerte, sobre eso existe un consenso básico entre todos, Andalucía es parte sustancial de España porque los intereses andaluces casan sin ningún esfuerzo con el interés del Estado».

Insistió también en una de sus más insistentes reclamaciones: un pacto de Estado para combatir «la lacra y la infamia» de la violencia machista. Además, llamó a desterrar la discriminación entre hombres y mujeres, y que tiene uno de sus puntos negros en la brecha salarial.