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Cuarto y mitad de Corbyn

La presidenta de la Junta traza una gestión más volcada a la izquierda para los dos próximos años de legislatura, justo cuando se aviva aún más el enfrentamiento con Podemos e IU

12 jun 2017 / 10:46 h - Actualizado: 12 jun 2017 / 10:46 h.
"PSOE","Junta de Andalucía","Susana Díaz"
  • Un simpatizante socialista fotografía a Susana Díaz en un acto del PSOE. / Efe
    Un simpatizante socialista fotografía a Susana Díaz en un acto del PSOE. / Efe

«¿Corbyn? ¿Ha dicho Corbyn?», preguntó un periodista a Miguel Ángel Vázquez en su última rueda de prensa como portavoz del Gobierno de la Junta de Andalucía, después de que éste dijera que la propuesta de matrículas gratis a todo aquel universitario que saque al menos el aprobado en una asignatura «estaba incluido en el programa electoral del laborista británico Jeremy Corbyn». La política, como la tecnología, peca de obsolescencia de poco en poco, así quien hasta hacía muy poco representaba un modelo de izquierda demasiado radical y perdedor de elecciones, de repente se convertía en un ejemplo apropiado para Susana Díaz como para compartir una de sus reformas.

Pero claro, cuando la dirigente andaluza decía eso de que las propuestas populistas y demasiado a la zurda llevaban a la socialdemocracia a las derrotas electorales, ella era una ganadora, «una máquina», según los suyos. La derrota en las primarias puso en entredicho ese dogma, y el magnífico resultado de Corbyn en las elecciones del Reino Unido cuestionó también hacia dónde marca el norte la brújula de partidos como el PSOE. Díaz, por tanto, da la impresión de haberse visto obligada a ponerle un cuarto y mitad de Corbynato a su nueva imagen, ya sin susanismo. Medidas como la de las matrículas universitarias gratis, la creación de una renta mínima de inserción para familias con ingresos menores a 415 euros mensuales o su intento de reclutar a Diego Valderas como Comisionado de Memoria Histórica y Democrática van en ese rumbo.

En esa misma línea debe interpretarse la llegada al Ejecutivo, a la Consejería de Educación, de la ugetista Sonia Gaya. A cuatro días de las primarias, Pedro Sánchez se presentó en la sede de UGT en Madrid para recibir un manifiesto de apoyo a su candidatura de más de mil sindicalistas de esta organización y también de CCOO. No hace mucho tampoco, Francisco Carbonero se despidió de la dirección de Comisiones en Andalucía reprochando a la presidenta que en los dos primeros años de legislatura había puesto más ojitos a derecha que a izquierda por su pacto con Ciudadanos. Era, por tanto, urgente que la presidenta se arrimara lo más pronto posible a las dos siglas para dar credibilidad a su cambio de estrategia. Por un lado el fichaje de Gaya y por otro la foto entre Díaz, los dos sindicatos y los empresarios en la Mesa por la Calidad y la Dignidad del Empleo, que se reunirá mañana, propiciada por ella misma, marcan una orientación destinada a recuperar el cariño de UGT y CCOO.

La paradoja o «esperpento», que diría el líder de IU Antonio Maíllo, es que esta estrategia más hacia la izquierda tiene que hacerla compatible con su pacto de investidura con Cs, «la hipoteca naranja», como lo definiría la coordinadora de Podemos Andalucía Teresa Rodríguez. Más aún, es una aproximación a la izquierda justo cuando el enfrentamiento con las otras izquierdas del Parlamento andaluz parece avivarse. El «con el PSOE ni muerta» de Rodríguez podría ser el eslogan. En el debate del pasado miércoles, los portavoces de IU y Podemos apenas valoraron la batería de medidas propuestas por la presidenta. Las acusaciones de uno y otro lado sobre incumplimientos, derechización o fuego amigo (pinza) del pasado intoxican de tal manera la convivencia entre ese triángulo de partidos de izquierdas que casi ya no hay oídos para escuchar lo que sucede en el presente, hay demasiado cerumen en las orejas de los tres como para esperar que puedan prestarse atención de forma serena.

Díaz, pues, está obligada a plantear su viraje hacia políticas más progresistas, «mero barniz», para Maíllo, sin perder de vista que la única mano amiga con la que cuenta en el Parlamento, para lo que queda de legislatura y quién sabe si para alguna más, es la de Cs. Juan Marín, su portavoz, es como esos personajes jóvenes y descarados (Mississippi o Colorado) de los westerns de Howard Hawks (Río Bravo o El Dorado), que trataban de hacerles ver a la banda de pistoleros de John Wayne, Robert Mitchum o Dean Martin, que deben ser tenidos en cuenta. Intentan convencerles de que son necesarios para la cuadrilla, pero al mismo tiempo comprenden que es complicado marcarles los tiempos a los más rápidos con el gatillo. Aunque Marín aprieta, el PSOE se siente más o menos cómodo con sus exigencias, y parece llevar el metrónomo. Díaz se resiste con el impuesto de Sucesiones, sí acepta un calendario para llevar a la Cámara las leyes pendientes del pacto de investidura, pero no dijo nada en su primera intervención del miércoles, cosa que molestó a Cs, sobre los aforamientos o la reforma de la Ley Electoral, dos cuestiones nucleares para el partido naranja. Visto lo visto, no se atisba en las predicciones del tiempo perturbaciones que puedan llevarse el anticiclón de la estabilidad de Andalucía.

La relación entre Susana Díaz y Juan Manuel Moreno Bonilla, líder del PP-A, es como aquellos eternos campeonatos del mundo de ajedrez entre Karpov y Kasparov. Llevan meses, años ya, frente al tablero sin que las piezas apenas se muevan. Depende de las circunstancias uno u otro saca alguna ventaja. Ella abre la mano al diálogo, él ofrece pactos. Pero, en el fondo, da la impresión de que ambos son conscientes de que a ninguno de los dos les interesa acercarse al otro. A la presidenta ya bastante daño le ha hecho esa imagen «empática» con el PP como para esperar cambios en su estrategia. Moreno Bonilla ve a la presidenta débil, noqueada después de la derrota en las primarias, y se ve presidente de la Junta en dos años. Ahora por la calle San Fernando se escucha más el chiflo del afilador, para darle más punta a su oposición a la Junta, que silbiditos de Sonrisas y Lágrimas.

El PP andaluz percute en asuntos como que el Gobierno de Susana Díaz ni mucho menos está inmaculado en cuanto a corrupción o en la inoperancia en la gestión de la presidenta. La hemeroteca ilustra declaraciones de Moreno Bonilla sobre la Andalucía de dos velocidades y el abandono de las zonas rurales en 2015, 2016 y hace dos días. Los populares consideran «funesta» la trayectoria de Díaz al frente del Consejo de Gobierno, hasta el punto de considerarla la «peor presidenta de la historia de la Autonomía».

Consolidar el feudo

Mientras todo esto sucede, la dirigente socialista no puede perder atención a lo que acontece en su partido. El próximo fin de semana será la primera prueba para ver hasta dónde llega el fin de las hostilidades con Pedro Sánchez. El PSOE-A dice ir sin ambiciones al Congreso Federal, aunque recuerda que es «el pulmón» del partido. De cómo salgan ambos bandos el domingo así será lo que suceda luego en el Congreso regional y los provinciales. Los antiguos griegos solían utilizar una cita cuando en su filosofía política hablaban de los pactos: «Podríamos destruirnos, pero eso nos costará cierto trabajo. Estoy dispuesto a darte más de lo que te costaría, y a cambio tú no me perjudicas tanto como podrías hacerlo».