«Pedro Sánchez ya sabía cómo se las gasta Susana Díaz, ahora ella también ha tomado nota de cómo se las gasta él. Son irreconciliables, pero no hay que olvidar que defienden la misma camiseta. Van a tener que tolerarse y aprender a convivir de tal manera que ninguno de los dos acabe perjudicando a la marca PSOE», pontifica un veterano socialista. La secretaria regional volvió a Sevilla, después de su derrota en las primarias, con la idea de perforar una trinchera en la frontera entre su feudo y el resto del territorio. El 63,2 por ciento de socialistas andaluces que la apoyaron aquel 21 de mayo era la excavadora para fortificar su liderazgo lo más a salvo posible de las interferencias del nuevo secretario general.
Bajo la premisa de la máxima latina Do ut des (doy para que me des), la presidenta de la Junta acudió al Congreso Federal sin castañuelas pero tampoco sin tambores de guerra. Su intención era la de pasar por el cónclave con un gesto como el de la Gioconda, ese con el que nadie fuese capaz de decir si estaba contenta o triste. Esa incertidumbre fue breve, al momento en que la delegación andaluza percibió que no habría concesiones por parte de los sanchistas, la mueca de la presidenta trocó ya sin disimulos. Pocas veces se ha visto a Susana Díaz con una expresión tan desencajada como la que mostró después de los escasos 480 segundos que compartió con Pedro Sánchez a última hora del sábado congresual.
La travesura de ausentarse del plenario antes de votar los acuerdos de las comisiones y la ausencia en el discurso de Pedro Sánchez del domingo por su viaje a París para asistir a la convención aeronáutica delataron incomodidad, pero no alcanzaron la rebeldía. Do ut des. En algo más de un mes, Díaz afronta el Congreso regional, y antes las primarias para las que un sanchista, el jiennense Francisco Tirado, ya ha dado un paso adelante como su posible rival. No es el candidato de las plataformas andaluzas pro Sánchez, que apostaron por José Antonio Pérez Tapias, pero el ruido podría subir el grado de beligerancia de los críticos contra la secretaria regional. Susana Díaz no está en su mejor momento, pero al mismo tiempo es la cabeza de la federación socialista más potente y uno de los pocos territorios en los que el PSOE es la fuerza más votada. En este caso, parece que la marca prevalece sobre los bandos y los sanchistas andaluces no quieren pasar a la historia como los que facilitaron la derrota socialista en las urnas por tratar de mover la silla de la secretaria regional.
En esa entente estratégica entre ambos bandos se explica que la sevillana tratara de ser lo más diplomática posible después de que la dirección del PSOE haya decidido no apoyar, absteniéndose, el Comprehensive Economic and Trade Agreement (CETA), el Acuerdo de Libre Comercio entre la Unión Europea y Canadá. «Evidentemente no me queda más remedio que aceptar y respetar la decisión que ha adoptado el PSOE. No tengo ninguna intención de interferir en la vida del PSOE ni de provocar polémica con nadie. No voy a entrar en controversias orgánicas», dijo el viernes simulando otra vez a la Gioconda, en este caso camuflando lo mejor posible su desacuerdo. A regañadientes, Susana Díaz intenta no colisionar con el nuevo abecedario implantado por Pedro Sánchez a partir de su viraje a la izquierda. No tendrá demasiado recorrido este primer topetazo entre Díaz y Sánchez, después del Congreso, puesto que es previsible que el CETA sea aprobado gracias a los votos de PP, Ciudadanos, PNV, PDeCAT y y Coalición Canaria.
Pero no acaban en el acuerdo comercial con Canadá las desavenencias. Pocas horas después de que finalizara el congreso socialista, el PSOE-A ya encendió las luces de emergencia ante otra de las propuestas de la nueva dirección del partido: el concepto de estado plurinacional. «¿Puede suponer que haya españoles de primera y de segunda o todos los españoles serán iguales vivan donde vivan? Es que no lo sé.», dijo el secretario de Organización andaluz, Juan Cornejo. La pe de plurinacional, que Pedro Sánchez ha incorporado al nuevo abecedario socialista, incomoda mucho a Susana Díaz. La Declaración de Granada marca otra frontera alambrada entre los partidarios de uno y otro.
En esta tesitura, la presidenta de la Junta trata de dejar claro su posicionamiento sin colisionar de frente con la nueva dirección de su partido y ha tomado una circunvalación: la del Parlamento de Andalucía. «La estructura territorial de España y el sistema de financiación deben contar con un amplio consenso de los grupos que preserve el principio de equidad, ya que Andalucía no debe permitir privilegios de unas comunidades sobre otras». Lo manifestó el presidente de la Cámara, Juan Pablo Durán, en su discurso en los Reales Alcázares en el acto con motivo del 35 aniversario del Parlamento autonómico, y lo refrendó la propia Díaz minutos más tarde ante los micrófonos. Díaz podría contar en este tema con el PP y con Cs como aliados.
Existen desavenencias, pero también arterias por las que Díaz y Sánchez circulan en el mismo sentido. La marca les une, como cuenta el experimentado socialista. El impulso en las encuestas que ha dado Sánchez al PSOE es una baza con la que podría contar Díaz. Los tiempos políticos han cambiado y ahora el secretario general es el reforzado y ella la debilitada. El nuevo rumbo que ha tomado la dirección socialista vuelve a poner algo de incertidumbre sobre la esperanza de vida de la segunda legislatura de Mariano Rajoy. En ese escenario, y ante la posibilidad de unas elecciones, la líder andaluza podría verse tentada a sacar provecho del efecto Pedro.