–¿Cree que aún persiste el concepto de que el agua de un río que llega a la desembocadura es agua que «se pierde»?
–Bueno, primero te diría que intuitivamente las personas sabemos lo que es un río, ya que de alguna manera las relaciones del ser humano con los espacios fluviales están grabadas en nuestro subconsciente profundo desde los primeros primates. Nada más hay que ver el comportamiento de los niños con estos lugares y el agua o el carácter evocador y simbólico que poseen para muchas personas. El bombardeo institucional, político y técnico al que hemos estado sometidos en las últimas décadas ha hecho mella en este sentimiento pero poco a poco creo que está volviendo a imperar el sentido común... En este sentido, creo que en los últimos años la labor de ONGs como la Red Andaluza de la Nueva Cultura del Agua, WWF, Ecologistas en Acción, Greenpeace, Ciref o la Fundación Nueva Cultura del Agua (por citar algunas) y la comunidad científica ha contribuido a que ese mito vaya cayendo en el olvido. Cada vez son más los ciudadanos que reconocen el valor y la importancia de los ríos y los servicios ambientales que aportan, como por ejemplo el aporte de sedimentos y nutrientes que mantienen las playas o las pesquerías costeras.
–Puede ser, pero cuando hay conflictos con el agua vuelven a oírse esos argumentos.
–Es cierto. Pese a todo ello, es verdad que esa idea aún sigue afianzada, especialmente dentro de determinadas corporaciones profesionales, asociaciones agrarias y regantes y algunos partidos, que cuando hay inundaciones la repiten como un mantra, sin parar ni pensar.
–Lo que no parece que haya cambiado mucho es el negocio en torno al agua: Agua y cemento parecen el binomio actual en la gestión del agua para muchas administraciones... Las grandes infraestructuras siguen siendo lo que mueve la gestión del agua.
–Lamentablemente sí. Es un problema y serio. Las obras hidráulicas son el signo de identidad de la política de aguas en este país desde hace más de 100 años. Esa forma de proceder está en el ADN de la gestión de las administraciones hidráulicas y sin construir embalses, canalizaciones, conducciones o depuradoras parece que no hay otras alternativas. Cuando llegó la crisis y cayó la inversión las administraciones se han quedado paralizadas y no han sido capaz de aprovechar esa relativa oportunidad para reflexionar y reorientar el modelo de gestión, tomando como base el diagnóstico de los nuevos Planes Hidrológicos y las determinaciones de la Directiva Marco de Aguas. Hay un amplio y necesario margen de mejora en cuestiones como gobernanza y participación ciudadana, recuperación de costes, restauración de ríos (la gran asignatura pendiente en Andalucía), recuperación de acuíferos, eficiencia, o la educación, divulgación y la sensibilización, una de las cuestiones claves para avanzar en estos aspectos.
Es imprescindible mucha información, sensibilización y educación para derribar los mitos que rodean a la gestión del agua. Sin embargo, todas esas cuestiones siguen siendo absolutamente marginales en la política hidráulica en nuestra Comunidad. No hay más que hojear las inversiones consignadas en los nuevos planes hidrológicos para comprobar que el grueso de las mismas se las llevan obras hidráulicas de mejora de abastecimiento, modernización de regadíos o depuración. La gestión del agua necesita más participación de la ciudadanía y menos cemento.
–¿Qué hay detrás de tanto cemento?
–No es fácil apuntar bien todos los factores, pero creo que entre los más importantes se encuentran la falta de modernización y actualización de la administración hidráulica, la apuesta política por el mantenimiento del empleo en la construcción y la obra civil, contentar a las corporaciones profesionales y asociaciones del sector de la construcción... Pero, sobre todo, una más que preocupante carencia de iniciativa y liderazgo político en materia de aguas. Hace falta un giro de 360 grados en la gestión del agua en Andalucía que ponga la política de obras hidráulicas al servicio del interés general y de la recuperación del buen estado ecológico de los ecosistemas acuáticos, que se base en un estricto análisis de coste–beneficio y en el principio de no deterioro adicional de las masas de agua.
–Dicen que en el futuro los grandes conflictos mundiales tendrán que ver con el agua.
–Es más que probable. Nos asomamos a un escenario muy incierto, con el cambio climático, el aumento de la degradación de los ecosistemas acuáticos y los recursos hídricos, el incremento de la población y el consumo o la falta de acceso al abastecimiento y el saneamiento. Ya ha habido importantes conflictos regionales donde el control y la dominación de los recursos hídricos ha sido uno de los elementos fundamentales y bajo otros conflictos actuales la estela del agua aparece. En el caso de Siria, se atribuye a parte de las revueltas sociales que iniciaron la guerra una pertinaz sequía en el año 2010 que dejó a cientos de miles de personas en una situación de extrema pobreza. Evidentemente el agua no ha sido la causa principal de esta guerra pero puede estar entre los factores que ha contribuido a la misma. En otro orden nos encontramos Latinoamérica, donde desde hace varias décadas grandes proyectos hidráulicos como megapresas hidroeléctricas o el nuevo canal transoceánico, se está llevando a cabo a base de aplastar y reprimir a la población local.
–¿Cuáles serán las consecuencias a medio y largo plazo de esas obras?
–Lo más seguro es que haya un incremento de la pobreza, la desigualdad y la conflictividad social en las regiones afectadas.–En Andalucía hay muchos movimientos ciudadanos que reivindican espacios fluviales. ¿El futuro es de la ciudadanía?
–Indudablemente. La experiencia nos muestra que muchos ejemplos de la recuperación de los principales ríos de nuestra comunidad han sido impulsados por colectivos conservacionistas y movimientos ciudadanos. Los ríos Guadalete, Guadaíra o Pudio han tenido detrás muchas personas luchando de forma desinteresada por recuperarlos.
–El Guadalete era en los años 80 uno de los ríos más degradados del país y gracias a la presión ciudadana está recuperado.
–El caso del Guadalete es significativo. Los colectivos ecologistas y ciudadanos de la provincia iniciaron una campaña de reivindicación y denuncia que impulsó a las administraciones a aprobar y desarrollar el Plan de Recuperación de la Cuenca del Guadalete. Fue en su época un plan moderno y pionero, basado en la coordinación administrativa, el consenso y la participación ciudadana y consiguió unos buenos resultados.
–El río Guadaíra siguió también la estela del Guadalete.
–En efecto. Prácticamente en la misma época se enfrentaba a un problema similar y la plataforma ciudadana Salvemos el Guadaira ha sido, y sigue siendo, la voz de la conciencia ciudadana que ha reivindicado su recuperación.
–La movilización ciudadana en torno a los ríos no se ciñe sólo a los grandes cursos fluviales; en la actualidad la batalla ciudadana más importante se está lidiando en un pequeño arroyo del área metropolitana de Sevilla, el Pudio, que estaba abocado a su desaparición.
–Los pequeños arroyos de campiña tienen, en general, poco aprecio por parte de la población y menos aún entre agricultores, urbanistas y gestores públicos. Sin embargo en este caso, la Asociación en Defensa del Territorio del Aljarafe, reivindicó el papel del río Pudio como corredor verde y desde hace más de una década ha estado luchando para que se lleve a la práctica su recuperación. Si no hubiera sido por ellos me cuesta trabajo pensar que este arroyo no se hubiera perdido definitivamente entre cultivos y urbanizaciones.
–Otras luchas ciudadanas, como la del río Castril, parecen una batalla entre David y Goliat.
–El río Castril es una pequeña joya fluvial de la cuenca alta del Guadalquivir que está amenazada por un trasvase para llevarse sus aguas a la comarca de Baza. Este es un triste ejemplo donde toda la maquinaria hidráulica del Estado se pone al servicio de intereses poco conocidos y si por ahora no se ha conseguido ejecutar la totalidad de la obra ha sido gracias al trabajo de la Plataforma en Defensa del río Castril, que lleva años luchando contra esta obra y han conseguido paralizarla.