El año de la procesionaria

La procesionaria del pino dispara este año su población y se convierte en un peligro potencial para mascotas, a las que puede causar la muerte, y para humanos en los que produce fuertes urticarias. Dos expertos de las universidades de Granada y Castilla-La Mancha explican las razones de este repunte poblacional

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
07 feb 2016 / 15:42 h - Actualizado: 07 feb 2016 / 15:42 h.
"Medio ambiente"
  • La población de procesionaria del pino ha crecido tanto este año que se ha convertido en una plaga. / El Correo
    La población de procesionaria del pino ha crecido tanto este año que se ha convertido en una plaga. / El Correo

{Un invierno anormalmente cálido ha provocado que la temida procesionaria sea este año una plaga. Esta oruga es muy peligrosa para mascotas como perros y gatos, que si la chupan o la ingieren pueden llegar a morir o sufrir gravísimas lesiones. En el caso del ser humano, la sustancia tóxica que contienen sus pelos, la histamina, pone en alerta el sistema inmunitario, causando fuertes urticarias e inflamaciones cutáneas. La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es una de las especies que prolifera y se beneficia del cambio climático, como apuntan diversos estudios científicos. «Cada vez encontramos registros de procesionaria a más altitud en las montañas y más al norte en latitud», explica José Antonio Hódar, profesor titular de Ecología de la Universidad de Granada y experto en esta especie. «En Francia en particular este proceso está muy bien documentado –aclara–; dado que esta progresión ha coincidido en el tiempo con un incremento en las temperaturas promedio, y en particular con las mínimas invernales, las más importantes para la procesionaria, la relación calentamiento global-incidencia de la procesionaria es bastante sólida».

Pero el cambio climático no es el principal agente que hace que la población de procesionaria aumente hasta límites insospechados. Las repoblaciones con pino han creado un ecosistema favorable a esta especie que sólo necesita ahora de que el clima juegue a su favor para disparar sus poblaciones. «Los criterios de repoblación son casi siempre meramente utilitaristas, mercantilistas, es decir, se planta pino con el único objetivo de rentabilizar el monte en términos de maximización de la producción; hacerlo de esta forma implica dejar en un segundo plano las consideraciones de tipo ecológico, y por lo tanto no es extraño que el riesgo de situaciones de inestabilidad ecológica aumente», apunta José Luis Yela, profesor titular de Zoología y Conservación Biológica de la Universidad de Castilla-La Mancha. Las repoblaciones llevadas a cabo en el último medio siglo trataban de evitar la enorme deforestación que sufrían nuestros montes, «y no se podía empezar repoblando con frondosas porque no hubieran sido capaces de establecerse, ya que la mayor parte de las frondosas vienen al final de la sucesión vegetal, cuando otras especies –los pinos entre ellas– han mejorado el suelo y dotado de algo de sombra al sitio», aclara José Antonio Hódar, que sin embargo coincide en que «el problema no ha sido plantar pinos, sino asumir que hay que quedarse con esas plantaciones de pinos, densas, homogéneas y poco diversas, y no promover su sustitución por bosques más naturales y diversos».

Ciertamente un pinar de repoblación «desnaturaliza» el monte respecto a lo que sería la vegetación natural esperable y deseable, tal y como señalan los expertos, pero hay que tener en cuenta que venimos de un monte básicamente yermo o de cultivos de subsistencia. «Contemplar las fotos aéreas del vuelo americano de 1957 y compararlas con las de ahora no ofrece lugar a dudas: estamos mejor; pero no es lo natural», puntualiza Hódar.

«Si los bosques fueran más diversos y heterogéneos, las oscilaciones poblacionales de procesionaria se verían muy atemperadas», explica José Luis Yela, y apostilla: «Cuanto más homogéneo y menos diverso es un medio natural –y hay pocas cosas más homogéneas y poco diversas que una plantación de pinos– más susceptibles es a las plagas».

Llegados a este punto, las medidas para evitar encuentros con procesionarias se han convertido en ineludibles. «No es ninguna broma», señala Hódar: «Los pelillos urticantes de la procesionaria pueden causar urticarias de contacto y dermatitis; a veces causan problemas respiratorios, y si afectan a mucosas pueden llegar a provocar necrosis; por ello, el control de la procesionaria en las zonas donde la probabilidad de contacto con humanos es alta está fuera de discusión». Para este profesor de Ecología, «a medio-largo plazo la mejor solución es sustituir, en esas zonas, los pinos por otra cosa, porque mientras haya pinos la posibilidad de que haya problemas persistirá».

Mientras, las medidas de choque una vez que aparece la temida procesión de orugas urticantes pasan por evitarlas y alejarse de ellas, y si uno va acompañado de niños o mascotas, tenerlos siempre bajo control. Si se la encuentra en casa o en el jardín, lo mejor que se puede hacer es solicitar la intervención de un profesional. «Lo ideal es eliminarla del árbol tan pronto como se detecte; no hay que esperar a que las bolsas invernales engorden, ya que la larva es más urticante cuanto más desarrollada esté; de hecho son urticantes sólo a partir, más o menos, de mitad de su desarrollo larvario, antes son absolutamente inofensivas; si se encuentran en el suelo, simplemente matarlas pisándolas y echando agua después para evitar que se levanten los pelillos urticantes, y lavar bien la suela de las botas», apunta José Antonio Hódar.