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El economista de la ética

Entrevista a Christian Felber, economista. En 2010 escribió un libro sobre economía que se convirtió en un ‘best seller’. Desde entonces recorre el mundo proclamando la necesidad de un nuevo sistema denominado la economía del bien común, basado en valores y centrado en las personas

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
10 jun 2017 / 22:29 h - Actualizado: 11 jun 2017 / 09:09 h.
"Medio ambiente","Ecoperiodismo","Entrevista"
  • Christian Felber es una de las principales cabezas pensantes del movimiento económico del bien común. / El Correo
    Christian Felber es una de las principales cabezas pensantes del movimiento económico del bien común. / El Correo

Confianza, honestidad, responsabilidad, generosidad, empatía? Christian Felber parece cualquier cosa menos un economista clásico. Sin embargo, este austríaco no es un ecologista utópico o un solidario bienhechor, sino que es una las principales cabezas pensantes de un movimiento denominado economía del bien común, que lejos de ser una teoría idílica inalcanzable es, según sus propias palabras, la única forma de que sobreviva nuestra especie.

El principal depredador del ser humano es el capitalismo, asegura este filósofo economista que va sembrando doctrina a lo largo del planeta. En una de sus últimas intervenciones, en el Congreso Internacional de Cambio Climático SOCC de Huelva de este año, el mayor evento sobre este grave problema que atenaza a la humanidad, Felber fue el encargado de exponer sus ideas en la ponencia magistral que abría los contenidos del congreso.

Entroncan estas teorías con la nueva percepción de la vida que tras la crisis empieza a hacerse un hueco. El consumismo depredador empieza a perder fuerza y los ciudadanos empiezan por primera vez desde la revolución industrial a pensar que tener no es el objetivo vital, sino vivir. Menos es más y lemas similares empiezan a abrirse paso en una forma de pensar en la que la solidaridad gana peso. Lo que propone Felber es un nuevo orden económico que tal vez haya empezado ya a caminar. Un sistema que arrastraría, dice este teórico de la economía, al mismo sistema político para lograr «una democracia realmente soberana».

En su libro La economía del bien común, que publicó por primera vez en el año 2010 convirtiéndose rápidamente en un líder de ventas en Alemania, su Austria natal y España, Felber aboga por recuperar el tiempo, proteger el medio ambiente y democratizar los sistemas sociales, económicos y políticos. «La economía del bien común la entiende todo el mundo», repite Felber, ya que «se basa en los mismos valores en los que se basan las relaciones humanas». «La idea es recompensar a las empresas que respeten y fomenten estos valores y los muestren en sus balances del bien común frente a las empresas menos éticas», explica. En definitiva una economía basada en valores más éticos y menos monetarios.

—El capitalismo agoniza tras la crisis y se está llevando consigo al abismo las viejas instituciones –incluida la de los partidos políticos–. Es el tiempo de es un divulgador que defiende la economía del bien común y habla de inconsistencias en el sistema actual. ¿De donde surge este nuevo concepto?

—Surge del corazón. Desde sus inicios estaban empresarios y académicos –pero pocos–, y sobre todo ciudadanos preocupados que en 2010 estaban unidos por la añoranza de un bien común.

—Defiende usted que ejemplos como el de Islandia, Ecuador o Bolivia, son casos extremos. En el caso de Islandia fue el colapso económico, en Bolivia no se logra despegar de sus niveles de pobreza extrema y Ecuador se debate en lo que comúnmente conocemos como el desarrollo. ¿Es necesario llegar a un nivel crítico para mirar hacia un nuevo modelo?

—No. Para empezar con un nuevo modelo basta con mirar las constituciones de muchos países donde el bien común es el objetivo superpuesto para todas las actividades económicas –como es el caso de la constitución de Baviera, pero también de la Ley Fundamental de Alemania–. En España, toda la riqueza del país esta subordinada al interés general que es el bien común. En Constituciones como la de Colombia, si no recuerdo mal, se dice que la iniciativa económica es libre pero el límite de las inversiones y de esa libertad económica es el bien común. Y todo esto debería tener consecuencias que hoy en día no tenemos.

—¿Como cuáles?

—Pues una inversión debería demostrar si contribuye al bien común presta bien común. Una empresa tendría que demostrar cuánto contribuye con un balance del bien común, y si disminuye esos valores debería tratarse peor a esa empresa que a otra que aumenta la riqueza del país en el sentido de los valores fundamentales.

—En el caso colombiano, tras un conflicto el escenario de paz es un buen escenario para poner en práctica estos conceptos. ¿Han explorado esa opción?

—Sí pero no por parte nuestra, porque el modelo que se ha pensado por nosotros es para Europa. En Colombia si los ciudadanos quieren reformar el modelo es la competencia democrática y soberana de Colombia. Sin embargo es significativo que ya me han llamado tres veces desde ese país. Por ejemplo unos indígenas me aclararon que su modelo no era otro que el del bien común. También nos han invitado organizaciones no orientadas al lucro sino ONGs y parece que cada vez más la sociedad colombiana, como la de otros muchos países reclaman un cambio del capitalismo a una economía de verdad.

—Suena muy voluntarioso, pero ¿cómo se hace práctica esta teoría?

—Es importante que la economía del bien común no sean simples palabras, tiene que llegar a los hechos, porque si no se puede convertir en una burbuja efímera; pero si lo medimos tan rígidamente como con un balance, con auditorias externas y con consecuencias legales podremos hacer algo real: que las empresas más responsables paguen menos impuestos, reciban prioridad en la compra pública, que los bancos te pregunten «cuánto contribuyes al bien común» y que sólo si no destruyes nada te conceda el crédito? Sólo así sería una alternativa real al capitalismo.

—Habla usted de auditorías y eso son ya procedimientos. ¿Hay unos protocolos de auditorias de este tipo ya establecidos?

—A pesar de que sólo llevamos seis años de camino, ya son 2.600 empresas de cada vez más países que apoyan la economía del bien común y 400 empresas han realizado ese balance del bien común hasta el último escalón que es la auditoría externa. Son la masa incial para hacer el cambio.

—Pero hay mucha tarea por hacer en este ejercicio de medir el bien común. ¿Cuál es el papel de los biólogos en esta tarea que tenemos por delante?

—Los expertos, no importa en qué disciplina, su papel es inspirar a las personas, que son los que de verdad deciden sobre esa calidad de vida y felicidad. El índice del bien común es el del buen vivir. No es impuesto desde fuera sino propuestas de la gente. Yo ofrezco herramientas para crear ese índice del bien común pero es la gente la que las adquiere.

—¿En el medio ambiente, qué significa la economía del bien común?

—Que en lugar de maximizar el comercio y las inversiones como si fueran fines en sí mismos se vean como medios para unos fines que son, entre otros mejorar el medio ambiente, proteger el clima y los derechos humanos. ~