{14.000 personas se han trasladado del campo a la ciudad en el último año, y cada vez son menos las personas que desarrollan las esenciales profesiones vinculadas a la agricultura, la ganadería, la explotación forestal o la gestión de la biodiversidad. Ya son más de 2.650 los municipios que tienen menos de 500 habitantes. 1.286 ayuntamientos tienen menos de 100 personas censadas. La población rural es cada vez más vieja y más pobre. «Es una sangría que no cesa», explican desde la Fundación Savia.
La Fundación Savia, desde su creación, ha generado actividades e iniciativas para que la sociedad rural pueda dinamizarse, ganar en autoestima, buscar mecanismos que permitan generar riqueza y empleo que permitan vivir y trabajar dignamente en el campo a todo aquel o aquella que lo desee, explica Francisco Casero, presidente de la Fundación, en una carta remitida al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy a la que ha tenido acceso Ecoperiodismo. Hasta ahora esta organización, nacida para cuidar de las áreas rurales, se sentía predicando en el desierto, pero la reciente creación de una Comisionada del Reto Demográfico, Edelmira Barrera, por parte del Gobierno central ha disparado las esperanzas de esta organización, que ya se ha puesto en contacto con la citada responsable y le ha transmitido sus inquietudes.
La despoblación de las áreas rurales no es algo nuevo. Como explican Julio A. del Pino y Luis Camarero, profesores del departamento de Sociología de la UNED en su informe Despoblamiento rural, imaginarios y realidades, desde el siglo XVIII se vienen desarrollando políticas de repoblación. «Pero su fisonomía cambia como también lo hace el sentido que le da cada sociedad». Dicen estos expertos que durante años «lo rural ha jugado un papel subalterno de sostenimiento de la población del país a través de economías agrarias». Por otro lado, desde un punto de vista cultural «lo rural era sinónimo de lo tradicional, de aquello que era menester dejar atrás si se quiere lograr el progreso». Una losa que ha hecho que la población haya escogido siempre la vida en las ciudades antes que en los pueblos.
En la última década del siglo XX, 22 de las 55 provincias españolas redujeron su población rural. Pero lo grave no es sólo que cada vez haya menos personas en los territorios rurales, sino los desequilibrios que además lleva consigo esta despoblación. Los expertos de la UNED afirman que el primer desequilibrio es el «envejecimiento de las poblaciones rurales». Los que emigran a las ciudades son sobre todo jóvenes, lo cual además tiene un efecto a medio y largo plazo: la reducción de los nacimientos rurales. El segundo gran desequilibrio, según Del Pino y Camarero es «la masculinización, ya que más mujeres que hombres emigraban a las ciudades, y eso de nuevo afectaba a las tasas de fecundidad rurales».
La consecuencia es un envejecimiento paulatino de las poblaciones rurales; algo que desde la Fundación Savia tildan de problema estratégico: «Es importante señalar cómo al envejecimiento y la baja natalidad, como factor social, se suma el descenso de renta media», alerta Casero en su carta al presidente del Gobierno. En efecto, La renta media rural se encuentra ya en la mitad de la renta media per cápita de las personas que viven en la ciudad. Esta combinación de factores «es francamente desesperanzadora», dice el presidente de la Fundación Savia, «pero sin embargo este proceso no es inevitable». Factores como el teletrabajo, las telecomunicaciones, los servicios a distancia y las políticas gubernamentales activas como la mejora de infraestructuras, la instalación de conexiones de telecomunicación, la tecnología, contribuyen a frenar, e incluso contrarrestar este proceso, apuntan desde la Fundación.
Aunque la despoblación rural se asocia a comunidades como Aragón o las dos Castillas, en Andalucía la mayor parte del interior rural está perdiendo también población. Comarcas como el Valle de Los Pedroches pueden ser un ejemplo, con 18 municipios en los que todos han perdido población en el último censo; o la Sierra Norte de Sevilla, donde pese a que hay dehesa, riqueza natural, buen clima, suelo fértil, y una gran demanda turística, todos sus municipios han perdido también población en los últimos censos. En la Sierra de Huelva se están quedando deshabitadas numerosas aldeas y pueblos que han vertebrado el territorio durante siglos, como Raboconejo en San Bartolome de la Torre, El Buitrón en Zalamea, En el municipio de Aroche, las aldeas de el Shardon, El Hurón o la Contienda; en Sanlúcar de Guadiana, las aldeas de Puerto Lalajar y Santa Catalina; o también la conocida aldea de Madroñeros en Alajar; en Almonaster las aldeas de Molares, Calabazares, Escalada, Acebuche, Mina Concepción, Gil Márquez o Santa Eulalia. Pueblos con una gran actividad y acervo cultural y patrimonial que están a punto de quedarse desiertas.
Para Antonio Aguilera, secretario general de la Fundación Savia, «es el momento, no sólo de frenar el proceso sino de revertirlo». En su organización no tienen una formula mágica pero si una filosofía capaz de cambiar la realidad: «Hay que asentar las personas en el territorio, hacer atractivo vivir en el medio rural; y para eso hacen falta políticas transversales, de emprendimiento, formación, innovación, transferencia tecnológica, cultura... que permitan la vertebración e integración del territorio en su conjunto».
«En la Fundación Savia pensamos que el camino es fortalecer el equilibrio territorial, generar empleo y riqueza, mejorando la competitividad del sector agroalimentario, diversificando la actividad económica, mejorando los servicios especializados en áreas rurales, posibilitando la creación de empresas y la progresiva diversificación de la economía rural», explica Aguilera. «Hacer crecer la valorización social de los atractivos del medio rural», sostiene, y para ello es imprescindible «desarrollar la capacidad de atracción de nuevos pobladores procedentes del medio urbano incorporando mayor valor a las actividades relacionadas con el sector agroalimentario de calidad, su transformación, actividades de ocio, culturales, medio ambiente, tercera edad y otros servicios sociales favorecidos por la generalizada implantación de las TICs».
«Hay que reforzar la dinamización social, la cooperación y el papel activo de la sociedad civil y la acción colectiva como mecanismo para reducir la elevadísima tasa de desempleo, potenciar el mercado local, paliar el escaso desarrollo de los mercados de proximidad, superar la débil dinamización colectiva y cooperación interprofesional, y suplir la escasa generación de valor añadido», apostilla el secretario general de la Fundación Savia.
Esta inversión del proceso se está manifestando ya en diversos países centroeuropeos que, mediante acertadas políticas de Estado están consiguiendo que se consolide la población rural a la vez que están logrando la descongestión de las ciudades; lo que demuestra que el proceso de despoblamiento rural no es el origen del problema en si mismo, sino la consecuencia de otras carencias en el modelo y estrategia socioeconómica.
El medio rural es un generador nato de riqueza. «A todos los productos primarios y transformados procedentes de la industria agroalimentaria, es necesario añadir todo un catálogo de productos y servicios cada vez más valorados, a los que es necesario añadir en los últimos años el turismo rural y de naturaleza», detallan en la carta enviada a Rajoy desde la Fundación Savia y recalcan que «no hay marca más prestigiosa en nuestro territorio que la que se denomina de pueblo, campero, tradicional o artesanal»
La elaboración de la estrategia contra el despoblamiento rural deberá adoptar, según la Fundación Savia, «medidas que causen un verdadero efecto en el proceso, en su plano táctico y estratégico, es decir, a corto y a largo plazo». Algo que, dicen, «no consiste, en subsidiar ni subvencionar, el campo y su gente», sino en «la puesta en marcha de políticas justas y sostenibles». Se trata de valorar en su justa medida la aportación de valor, la creación de riqueza neta, de reconocer la función esencial de gestión del territorio en un momento en que el cambio climático es ya una realidad en la Península Ibérica.
«Es hora, en nuestra opinión de hablar de discriminación positiva, de reconocer los servicios medioambientales y de conservación que realizan agricultores, ganaderos, gestores del territorio; es hora de revisar políticas fiscales y de asignación de recursos públicos para dotar de servicios e infraestructuras básicas al mundo rural».
En efecto, es el momento de reconocer que las ciudades son centros demandantes de recursos, «son centros de coste», como dicen desde la Fundación Savia, y los ciudadanos urbanos disponen de los bienes esenciales como el aire, el agua, los alimentos, la energía gracias a que se produce en el medio rural, por lo que es de recibo contribuir de manera clara a mantener las zonas rurales.