«Félix llenó las facultades de Biología en los años setenta»

El biógrafo de Félix Rodríguez de la Fuente, que recogió el testigo de la divulgación de la naturaleza tras su muerte, ha reescrito la vida del padre de la divulgación de la naturaleza de España convirtiéndola en un ‘manual de supervivencia’ para el hombre de hoy. Esta semana Félix habría cumplido 90 años

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
18 mar 2018 / 07:36 h - Actualizado: 18 mar 2018 / 07:36 h.
"Medio ambiente"
  • El naturalista asturiano Benigno Varillas interviene en unas jornadas sobre conservacionismo. / www.fotoshove.es
    El naturalista asturiano Benigno Varillas interviene en unas jornadas sobre conservacionismo. / www.fotoshove.es

{Casado, con dos hijos, Benigno Varillas nació en Tudela Veguín, un municipio de Asturias, a orillas del río Nalón, a 800 metros de una cueva llamada La Moratina, habitada desde el Paleolítico. En esta cueva hay un medallón magdaleniense grabado con una cabeza de lobo y otros animales. El lobo ibérico es un icono para este naturalista que recogió el testigo de la divulgación de la naturaleza de Félix Rodríguez de la Fuente a su muerte, creando la primera revista de naturaleza de España: Quercus. Era inevitable que, poco después, se convirtiese a petición de su familia en el biógrafo de Félix, que esta semana habría cumplido 90 años.

—Cuando Félix Rodríguez de la Fuente, que habría cumplido esta semana 90 años, fallece en el año 1980, usted recoge el testigo de este maestro de la divulgación de la naturaleza.

—Se refiere usted a Quercus, una revista que fundé y puse en marcha en diciembre de 1981 porque pedía a voces existir, una vez muerto Rodríguez de la Fuente. Veinte meses después de su desaparición vio la luz aquel proyecto casero, espontáneo y sin medios, que supuso un reagrupamiento de muchos naturalistas, unos 14.000 que la adquirían y, pongamos el doble o el triple que la leyeran, que seguramente encontraron en esta publicación una continuidad a la labor iniciada por él.

—¿Y de ahí nació la idea de hacer la biografía de Félix?

—En 1999 yo residía en una aldea perdida, situada a pocos kilómetros del faro del Cabo de Buena Esperanza. En la espléndida y acristalada biblioteca de Kommetjie, que así se llama aquel increíble, bellísimo y añorado pueblo, encontré en sus estantes, para mi sorpresa, la Fauna de Félix Rodríguez de la Fuente en versión inglesa. Aún era, en aquella fecha, propietario y editor de la revista Quercus. Desde África escribí a redacción, avisando que en marzo de 2000 –en el que se cumplía el veinte aniversario del fallecimiento de Rodríguez de la Fuente y el treinta del lanzamiento de la enciclopedia Fauna que tantas vocaciones naturalistas despertó entre los lectores de Quercus– escribiría un reportaje en homenaje al insigne naturalista. Escribí un reportaje que ocupó diez páginas de Quercus. Ahí empecé a interesarme por la figura y obra de Félix y eso hizo que en 2006 aceptara la propuesta de su familia de escribir su biografía.

—¿Qué ha supuesto Félix para la conservación de la naturaleza ibérica?

—La influencia de Rodríguez de la Fuente en el surgimiento del ecologismo español fue decisiva. En las cuatro décadas transcurridas desde la creación de Adena en 1978, se fundaron en España más de un millar de asociaciones formadas por militantes cuyo interés por la naturaleza se despertó con la labor de divulgación y concienciación del Amigo de los Animales. Unas 100.000 personas formaron el universo de esa amalgama de cientos de siglas que fueron creadas en ciudades y pueblos de España. El ecologismo español es hoy uno de los más profesionales y organizados del mundo. Lo único que tiene que envidiar a otros países de Europa es el número de asociados. En España son pocos los ciudadanos que se inscriben y pagan su cuota a las asociaciones conservacionistas. En otras latitudes se cuentan por millones. Pero en campañas, materiales, instalaciones, publicaciones o capacidad técnica, los españoles destacan por la calidad y originalidad de sus iniciativas. Lo mismo ocurre en el ámbito científico. Los investigadores de la naturaleza españoles se han consolidado como una potencia mundial en Biología de la Conservación. Esa capacidad hay que remontarla al fenómeno surgido alrededor de 1970, cuando las facultades de Biología se llenaron y multiplicaron para acoger a los estudiantes que acudían fruto del interés que Félix despertó por las ciencias naturales.

—Félix fue el ejemplo de que divulgando se puede cambiar incluso a toda una sociedad.

—Así es. Desde la radio y desde todos los demás medios de comunicación, Félix luchó a brazo partido por la protección de Doñana. También lo hizo por otros espacios, como el bosque asturiano de Muniellos; las Tablas manchegas de Daimiel; la dehesa del Saler, en la Albufera de Valencia; el valle de Belagua, en Navarra; la laguna de Gallocanta y el cañón de Añisclo, en Aragón; el páramo de Masa, en Burgos; el archipiélago de Cabrera, en Baleares; o las dunas de Liencres, en Cantabria, así como más territorios acosados por el desarrollismo.

—Pero impacto del padre de ‘El Hombre y la Tierra’ fue más allá de las fronteras de España, ¿verdad?

—Pues sí. Yo no había sido consciente del impacto mundial de la obra de Félix hasta que encontré el tomo profusamente manoseado por los vecinos de Kommetjie, adictos a la vida al aire libre en aquel pueblo perdido de África. Impresión que se reforzó cuando, poco después, me topé, también en el continente negro, con un ornitólogo informático chileno que trabajaba en la Universidad de Ciudad del Cabo y un explorador británico, guía legendario, que tras cruzar África en un periplo de diez años había recalado en Namibia. Ambos, por separado, me dijeron que a ellos les despertó su vocación el coleccionar de jóvenes, en sus respectivos países, la enciclopedia Fauna de Rodríguez de la Fuente. Que te diga eso un inglés en una terraza de Windhoek, al que has ido a ver por ser el primer humano que cruzó el delta del Okawango en solitario, remando durante un mes en canoa, rodeado de cocodrilos e hipopótamos, facilita que se te abran los ojos para ver hasta qué punto Félix Rodríguez de la Fuente es universal.

—¿Se podría hacer hoy una serie como ‘El Hombre y la Tierra’?

—Sí se podría, por supuesto, de hecho se están haciendo grandes documentales de naturaleza, por personas con muy pocos medios, pero gracias a las nuevas tecnologías, que permiten hacer maravillas con las cámaras pequeñas de calidad, con drones y otros avances. Pero sí es cierto que El Hombre y la Tierra tuvo un momento histórico único, en el que era fácil encontrar apoyo de la Administración y conseguir animales para utilizarlos en las filmaciones como actores, cosa que ahora sí que sería difícil de repetir.

—Dice usted que no captó en su primera biografía el mensaje de Félix.

—Capté la importancia del Paleolítico para interpretar el presente y atisbar el futuro, al profundizar en la cosmovisión de Rodríguez de la Fuente para escribir su biografía. Pero no calibré bien el abismo que separa y aleja lo libre de lo domado hasta un año después de publicar ese libro en el año 2010. Fue al entrar en contacto por esas fechas con el grupo de humanos paleolíticos aún puros de Tanzania, los bosquimanos hadzabé, cuando me percato de que había interpretado de forma errónea el pensamiento de Félix Rodríguez de la Fuente. En su anterior obra mezclo y confundo el mundo rural tradicional de pastores nómadas neolíticos primitivos –como los españoles o los masai– con los pueblos primigenios paleolíticos, lo que supone interpretar del revés el plan de futuro que cabe aplicar para salir de la actual crisis. Esta nueva obra aporta los primeros resultados de la búsqueda iniciada –a partir de percatarme de ese error– para aclarar e interpretar correctamente las ideas que permiten buscar salida al colapso de este modelo de sociedad. Así, el libro habla de la crisis ambiental, económica y de valores que se desató en 2007, al descubrirse la miseria y la estafa piramidal a la que el patriarcado arrastró a la especie humana, desde que nos impusieron el Neolítico, hace 9.000 años, hasta el presente.

—La biografía de Félix no es entonces sólo una historia de una vida, sino un manual de supervivencia en el mundo actual...

—Este libro rastrea lo libre, lo no domado. Nos lleva a nuestro pasado salvaje. A cuando en el siglo XIX se descubrió que la especie humana remonta a cientos de miles de años y a cuando se empezó a estudiar y apreciar lo silvestre en el siglo XX. El hilo conductor de ese interés por lo indómito, es la vida y el pensamiento del añorado divulgador de la naturaleza Félix Rodríguez de la Fuente. Su persona encarna el afán por lo libre y salvaje. Nos desvela el pacto de la alianza de la especie humana y el lobo en el Paleolítico, así como con las aves de presa y otras especies. El pensamiento conservacionista promueve el Rewilding con reservas de fauna que recuperan bisontes, lobos y demás fauna y devuelve la libertad a especies domesticadas en el Neolítico, como el caballo, el uro y el propio ser humano. Un modelo que gestiona con la Sociedad de la Información, de forma rentable, el territorio rural despoblado.

—¿Qué cree que nos pediría Félix si aún viviera?

—Hoy España ha cambiado tanto, que si Félix viviera, con su capacidad creadora nos diría que innováramos un poco. Estamos repitiendo como autómatas el modelo que él nos dejó. Nos pediría más imaginación. Reclamaban ellos, los pioneros, la declaración de espacios naturales protegidos. Pedían la declaración de parques nacionales o naturales para Doñana, Daimiel, Monfragüe, Gallocanta o Añisclo cuando estos lugares estaban siendo desecados o roturados con máquinas excavadoras para ser convertidos en tierras de cultivo o embalses. Su modelo de ataque era para tiempos de guerra, cuando la destrucción de la naturaleza era Ley. Ahora se aplica a territorios que se declaran protegidos «por estar bien conservados». Ahora tranquilizan a la opinión pública declarando parques, como si hubieran multiplicado por diez aquellas iniciativas de antaño frente al ímpetu destructor de los años sesenta y setenta, cuando la maquinaria pesada se generalizó e hizo pensar a los ingenieros que todo podía ser alterado y anexionado. La diferencia es que allí donde se destruyen espacios naturales ahora no hay casi nadie combatiendo. Ese frente de batalla ha sido abandonado a su suerte porque la primera línea de fuego ya no está sólo en los espacios que sucumben; ahora es aún mucho más peligroso que desaparezcan los procesos ecológicos. ~