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Guerra andaluza al veneno

La Consejería de Medio Ambiente ha declarado la guerra al veneno: medio millar de agentes forestales, del Seprona y de la Policía Autonómica recibe formación específica para combatir esta práctica ilegal que sigue usándose en muchos cotos de caza

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
11 mar 2018 / 12:03 h - Actualizado: 11 mar 2018 / 12:08 h.
"Ecoperiodismo"
  • En muchos cotos de caza de Andalucía se sigue usando esta práctica indiscriminada que abate especies de todo tipo. / El Correo
    En muchos cotos de caza de Andalucía se sigue usando esta práctica indiscriminada que abate especies de todo tipo. / El Correo

Está prohibido desde el año 1983, pero en muchos cotos de caza andaluces se siguen utilizando los cebos envenenados. Es el método que se hizo popular en los años 60 y 70 para luchar contra lo que se denominaban alimañas, los pequeños mamíferos que se alimentaban de la caza menor.

El problema viene de antiguo. En la década de 1960 el uso del veneno era un método legalizado para el control de las mal llamadas alimañas. Durante esa época había unas poblaciones estables de especies, pero a lo largo de estos años la presión que han sufrido por diferentes motivos, entre ellos el veneno, ha producido un declive muy grande llevando a algunas incluso al peligro crítico de extinción. La situación se agravó en los años 90, cuando se empieza a usar otro tipo de veneno que se suma al que se venía utilizando hasta entonces, la estricnina, magnificando este problema.

Colocar un cebo envenenado es delito según el Código Penal. Sin embargo, hasta ahora era muy complicado atrapar a estos delincuentes porque el animal que comía el veneno acababa muriendo en otro lugar. Pero la Ley andaluza de Flora y Fauna dio una nueva vuelta de tuerca a la lucha contra el veneno. Desde que se aprobó esta norma andaluza se pueden cerrar cotos si se encuentran en él cebos envenenados. Además hay sentencias en las que tras detectar a la autores de poner cebos envenenados en un coto se castigó con penas de prisión, aunque inferiores a los dos años.

Si al principio se recurría sobre todo a la vía judicial contra los autores personales de cometer el delito de poner un cebo envenenado, desde hace años la administración ya actúa sobre la figura o la titularidad del terreno donde se ha detectado el cebo o los ejemplares envenenados. Este hecho es muy importante porque se está actuando sobre la titularidad, no sobre la persona.

El veneno no entiende de especies. Aunque la intención de quien pone el cebo envenenado sea acabar con zorros o meloncillos, sobre todo, para que no se alimenten de la caza menor, conejos y perdices sobre todo, cualquier animal, incluso los que están en peligro de extinción pueden caer en esta trampa.

Para combatir esta lacra que afecta a la vida silvestre, la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía ha puesto en marcha una veintena de cursos de formación para luchar contra el veneno, que se desarrollarán en todas las provincias andaluzas. En total, medio millar de agentes de la autoridad ampliarán sus conocimientos en la lucha contra el uso ilegal de cebos envenenados para erradicar una práctica que pone en riesgo la vida silvestre. En concreto se van a formar agentes de Medio Ambiente, del Seprona y de la Policía Autonómica.

No es la primera vez que se declara la guerra al uso de cebos envenenados. desde 2004 la Junta de Andalucía desarrolla una estrategia para combatir esta práctica ilegal, que según el consejero andaluz del ramo, José Fiscal, ha logrado reducir las muertes por estas causas en un 50 por ciento en Andalucía. Según Jose Fiscal, la administración andaluza ya trabaja en la redacción de una nueva estrategia contra el veneno con nuevas líneas de trabajo y sobre todo, pone el foco en el compromiso ciudadano a través de un gran pacto rural contra el veneno. El nuevo documento, al que ha tenido acceso Ecoperiodismo, prevé aumentar la Unidad Canina Especializada contra el veneno, además de intensificar la persecución del delito con nuevos métodos de investigación.

En la actualidad, una vez que los agentes encuentran un ejemplar muerto posiblemente por veneno, se inicia un proceso de investigación que acaba en el Centro de Análisis y Diagnóstico (CAD) de la Fauna Silvestre Amenazada, un organismo que funciona desde el año 2001 y por donde pasan todos los animales envenenados que se encuentran en Andalucía. es ahí donde se intenta determinar las causas de la muerte y si se ha producido un delito contra la fauna.

El CAD es el centro de referencia de la Consejería de Medio Ambiente donde se estudian los casos de envenenamiento de fauna silvestre. Forma parte de un proceso que se inicia con el levantamiento del cadáver o de un cebo envenenado por los agentes de la autoridad. A partir de ahí se continúa todo un proceso en la cadena de custodia hasta que llega a este centro ese material orgánico. Se realiza el diagnóstico y se emite un informe que va a la delegación provincial que corresponda. A partir de ahí, la Consejería -si lo considera oportuno- toma medidas respecto a la infracción que se ha cometido en este caso.

El balance de la estrategia Andaluza para el control de venenos ha detectado cambios en el patrón de este delito. La estricnina, el veneno que se hizo tristemente popular en los años 60 y 70 ya no se usa. La prohibición de usar veneno ha hecho que adquirirla sea difícil. El relevo lo han tomado los pesticidas y plaguicidas utilizados en agricultura.

El más conocido es el Aldicarb. Adquirirlo no representa ningún problema porque se vende para luchar contra las plagas que afectan a los cultivos de algodón. Sin embargo muchos lo compran con otro fin: acabar con los pequeños mamíferos que ellos consideran una plaga para sus cotos de caza. Este veneno es demoledor: sus efectos son vómitos y diarrea, falta de coordinación de movimientos, convulsiones y finalmente parálisis cardiovascular y muerte del animal. La agonía que le espera a un animal que consuma esta carne envenenada es terrible. La forma en la que se esconde el veneno hace que ninguna especie sea incapaz de resistirse a la tentación. Lonchas de embutido y hasta carne bañada en plaguicidas o pesticidas. El último plato de una terrible condena a muerte.