Historia positiva de La Corchuela (III)

Sevilla fue durante el postfranquismo una plaza política inclasificable y nunca respondió electoralmente a lo esperado en Madrid, sino que fijó resultados inesperados y de signos conservadores

15 jun 2017 / 17:44 h - Actualizado: 15 jun 2017 / 18:33 h.
"Andalucía eterna"
  • Historia positiva de La Corchuela (III)
  • La Prensa reflejaba la situación social de la capital y la provincia. <br />/ El Correo
    La Prensa reflejaba la situación social de la capital y la provincia.
    / El Correo

La Corchuela podría haber sido para la historia el símbolo de la «Ciudad de los Refugios», la pieza clave para legar al siglo XXI el conocimiento de la metamorfosis más trascendente de la ciudad entre las dos Exposiciones que, en 1929 y 1992, marcaron su progreso. Pero no hubo cámaras que captaran las imágenes vivas que dieran fe en el futuro de las causas múltiples que provocaron la ruptura de las generaciones nacidas durante los años cincuenta y sesenta. La Corchuela, al final, fue un espejismo.

Un año después de la muerte de Franco, Sevilla fue una de las cuatro provincias que más contribuyeron al triunfo del referéndum nacional que aprobó la Ley de Reforma Política, el día 15 de diciembre de 1976. Fue un hecho significativo y sorprendente, pues las urnas demostraron que la Sevilla sociolaboral conflictiva, foco de numerosos y graves problemas sociales, con acentuado protagonismo eclesiástico contra el Régimen franquista y vinculada a las fuerzas políticas y sindicales de izquierdas, no secundó los llamamientos abstencionistas de sus partidos y centrales. Las izquierdas no admitían la «reforma» política, que consideraban continuista, y propugnaban la «ruptura» con el franquismo. No tenían fe en las intenciones reformistas. De ahí que, frente a la enorme extensión de los territorios nacionales que superaron el índice de abstención superior a la media nacional -casos de Madrid, Ciudad Real, Toledo, Cuenca, Guadalajara, Valladolid, Palencia, Burgos, Oviedo, Santander, Vitoria y Pamplona-, los resultados de Sevilla y de casi toda Andalucía, causaran sorpresa en Madrid. Una vez más, el voto andaluz fue decisivo para la política nacional.

La participación sevillana total superó ligeramente el ochenta por ciento -662.803 votantes de 825.419 electores-, cuando la media nacional fue del 77,72 por ciento, y en la capital la participación alcanzó el 77,90 por ciento -282.646 votantes de 362.847 electores. Los votos afirmativos sumaron 626.975; los contrarios, 10.406; los emitidos en blanco, 15.733, y los nulos, 9.989.

Para valorar este comportamiento electoral, recordamos que Sevilla fue la cuarta provincia en números absolutos de votos en favor de la Ley de Reforma Política, detrás de Barcelona, Madrid y Valencia. Con un comportamiento curioso: Sevilla fue la provincia con mayor número de votos nulos, 9.689, frente a los 7.714 de Madrid y 4.966 de Barcelona.

Durante 1976 el país conoció una serie de acontecimientos políticos que fueron modificando con rapidez la imagen que se tenía de España en el extranjero, sobre todo en las naciones que entonces formaban la Comunidad Económica Europea, Gran Bretaña y los Estados Unidos de América. La verdad es que casi nadie confiaba en que la reforma política del presidente Suárez pudiera hacer posible la metamorfosis de la dictadura en democracia sin un alto coste político y pérdida de la paz social.

Sevilla fue un espejo de los cambios sociológicos que estaban aflorando después de la muerte del general Franco, como consecuencia del protagonismo de una nueva clase media que se había consolidado durante la última etapa del Régimen. Además, tanto en la capital como en el conjunto de la provincia, el desarrollo demográfico y la profunda crisis socioeconómica, acentuaron la evolución de las nuevas generaciones hacia posiciones políticas avanzadas.

La situación política, empresarial y sindical era muy compleja y reflejaba desconcierto ante el futuro inmediato, que nadie o muy pocos acertaban a vislumbrar. Pese al largo período del tardofranquismo, que las fuerzas sindicales y políticas de izquierdas aprovecharon para organizar sus centrales en la clandestinidad, sobre todo el comunismo, el empresariado no acababa de ver la necesidad vital de crear organizaciones patronales fuertes. La CEOE era aún un proyecto nacional apenas iniciado en Sevilla. Y lo mismo sucedía con la respuesta partidista, que sólo tuvo dos iniciativas en grupos conservadores y liberales que, además, no encontraron apoyos en la derecha franquista ni en la monárquica. Tanto Godsa como el PSLA tuvieron respuesta en personas identificadas con el centroderecha.

El primero en el tiempo estuvo vinculado a la iniciativa de Manuel Fraga Iribarne, camuflada como empresa de servicios, Godsa, que promovió en Sevilla el abogado Antonio del Río, y que luego, aunque con bastantes bajas en el grupo inicial, sería la base de la futura Alianza Popular. Y el segundo, fue el Partido Social Liberal Andaluz (PSLA), fundado por el profesor Manuel Clavero Arévalo, que se fusionó con la Unión de Centro Democrático en 1977 y que sería un vivero de destacados políticos centristas.

Una tercera opción política y anterior a las dos citadas, fue de izquierda, en realidad de izquierda moderada o centrista, aunque en 1970 toda oposición al Régimen se identificaba con el comunismo. Este grupo fue fundado por Alejandro Rojas-Marcos de la Viesca, quien desde poco antes de su dimisión como concejal en el otoño de 1968, expresó abiertamente su rechazo al franquismo en una conferencia pronunciada en la Escuela de Asistentes Sociales. El grupo de oposición dirigido por Rojas-Marcos se tituló Cepe, Sociedad Anónima, y sus iniciales dieron pie a interpretaciones marxistas: CP igual a PC. Fundada en mayo de 1970, oficialmente se trataba de una empresa con objetivos de lícito comercio.