Jarapas y acantilados con vestigios del pasado árabe

Los acantilados de Maro Cerro Gordo, con huellas de su pasado árabe, los telares tradicionales de jarapas que aún siguen funcionando en la Alpujarra y un humedal de interior por el que pasaron mamuts, son algunos de los enclaves singulares de la Red Natura 2000 en la provincia de Granada

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
29 jul 2017 / 23:29 h - Actualizado: 30 jul 2017 / 08:48 h.
"Ecoperiodismo"
  • Las tiendas de jarapas de algodón abundan en todos y cada uno de los pueblos de la Alpujarra granadina. / Ecoperiodismo
    Las tiendas de jarapas de algodón abundan en todos y cada uno de los pueblos de la Alpujarra granadina. / Ecoperiodismo

Los acantilados de Maro Cerro Gordo son un enclave protegido con un pie en tierra y otro en el mar. Rodeados por zonas antropizadas, sus acantilados y playas son un imán para el visitante. Uno de los atractivos únicos de este entorno privilegiado es el boj, un arbusto que, aparte de en el sureste de Andalucía, sólo se puede encontrar en Mallorca, Cerdeña y el norte de África. Bajo las aguas de esta zona del litoral granadino, marcando frontera con la provincia de Málaga, las praderas marinas de Posidonia oceánica son una fuente de vida que propicia un recurso económico de primera magnitud para la pesca sostenible que aquí se practica.

Los acantilados de Maro Cerro Gordo, además de ser uno de los espacios naturales más emblemáticos que componen la Red Natura 2000 en la provincia de Granada, son la vía de entrada a playas paradisíacas y prácticamente vírgenes, a las que se accede a través de senderos y, en época estival, mediante un autobús que traslada a los visitantes hasta algunas de sus calas más significativas.

En tiempos de dominación árabe de estas tierras, se aprovecharon estos grandes acantilados para izar las torres almenaras de vigilancia para prevenir invasiones. Hoy son vestigios del pasado que salpican toda la costa de Málaga y Granada. Maro y Cerro Gordo es, además de un paraje natural con historia, Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo (Zepim).

Riqueza del fondo marino

Actualmente hay un total de 144 espacios naturales protegidos bajo figuras de la Ley Andaluza del Mediterráneo. La Zepim es una figura internacional que asegura la preservación de la seguridad biológica, porque la importancia de Maro y Cerro Gordo radica sobre todo en su fondo marino. Por eso, el puerto deportivo de Marina del Este es uno de los principales puntos de partida para sumergirse en los fondos marinos de este sector del mar de Alborán, vigilado desde lo alto por la Sierra de Almijara.

Esta es una zona de confluencia de dos grandes masas de agua como son el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, lo cual provoca una serie de corrientes profundas de aguas frías con nutrientes. Estos nutrientes son utilizados por especies entre las que destaca el coral naranja, que se puede encontrar desde niveles superficiales hasta los 24 metros de profundidad.

Estas aguas son un punto de encuentro de especies que viven en el Mediterráneo y otras que residen en el Atlántico. Realmente es una zona entre dos mares. Una frontera submarina que ha multiplicado la diversidad de especies gracias a la variedad de hábitats que propician las praderas de Posidonia y los roquedos. Precisamente es la vegetación submarina la que ha favorecido la presencia de especies de ambos mares. Las fanerógamas, plantas de origen terrestre que han logrado colonizar estos fondos, han creado un manto verde que sirve de sustento y refugio a muchos organismos. Una riqueza biológica que convierte a Maro y Cerro Gordo en un lugar deseado por los aficionados al submarinismo. Una prueba de esta presión es que los clubes de buceo se han multiplicado en los últimos años y se han convertido en una actividad rentable y sostenible, como aspira a lograr con estos espacios la Red Natura 2000.

Lejos de la costa, ascendiendo por los singulares pueblos de la Alpujarra granadina, donde aún parecen percibirse aires de un pasado bereber, se encuentra un turismo más interesado por las costumbres y los pueblos con esencia. Y sin duda la comarca de la Alpujarra granadina es un territorio rural en el que todavía perviven, gracias a ese turismo, actividades tradicionales como la producción artesanal.

La Alpujarra es un valle de 70 kilómetros de longitud situado a los pies de Sierra Nevada, cuyo nombre proviene del árabe al-bugscharra, que significa «tierra de hierba» o «tierra de pastos». Junto con los pequeños pueblos de Capileira y Bubión, Pampaneira es tal vez el pueblo alpujarreño más pintoresco de la comarca. Ubicado en el Barranco del Río Poqueira, un desfiladero en el noreste de Órgiva, conserva aún la presencia de las viñas que le valieron para que los romanos la llamasen pampinarius (viña).

Pampaneira turística

Aunque en Pampaneira hay censados menos de 400 habitantes, un paseo por el centro de este pueblo sorprende por la cantidad de personas que transitan sus calles. Gracias a esta afluencia de visitantes Pampaneira mantiene tiendas de artesanía local entre las que destacan tal vez los telares de jarapas, unas alfombras típicas de la Alpujarra.

El color de la jarapa alpujarreña da fe de un pasado, un presente y un futuro en el que el ser humano ha aprovechado los recursos que le brinda este entorno envidiable respetando la naturaleza y con una visión sostenible de la economía. En uno de los múltiples telares visitables del pueblo, Francisco sigue accionando las manivelas que mueven la ruidosa máquina que entremete las hebras de algodón. Este artesano tradicional recuperó el conocimiento tradicional y creó Desakos, una de las decenas de empresas de artesanía de Pampaneira. «La palabra jarapo en árabe significa basura», explica sonriente.

En efecto, la jarapa usa algodón reciclado, que en otros tiempos podría considerarse desechable. «Es todo algodón reciclado, son tiras de trapo, solían venir de Valencia, ahora se hace con luti, que son ocho ovillos de hilo y se hace uno gordo», explica Francisco; y añade que «ahora vienen en rollos grandes que tienes que pasar por la máquina de churros (un accesorio tradicional que se anexiona al telar), para que te haga hilos finos y luego se usa en la lanzadera».

El origen de la jarapa es morisco, una población que se afanó en reciclar los telares de la seda al algodón para satisfacer una demanda popular de telas. Entre sus usos tradicionales estaban la recolección de la aceituna, proteger los colchones y más recientemente la decoración. Hoy día las jarapas se fabrican también en sitios tan dispares como la India o Madagascar, pero su origen está en estos diminutos pueblos de la sierra granadina