La deuda histórica de Andalucía

Nuestra comunidad no ha demostrado nunca ser una ‘fuerza política regional’ en Madrid

16 feb 2017 / 22:41 h - Actualizado: 16 feb 2017 / 23:04 h.
"Andalucía eterna"
  • El pasado 12 de febrero, José Luis de Justo Alpañéz fue entrevistado por Juan Luis Pavón en estas páginas e hizo unas impactantes declaraciones en las que denunció una verdad incontestable: el abandono de Sevilla por los gobiernos de Madrid, después de la Expo 92.
    El pasado 12 de febrero, José Luis de Justo Alpañéz fue entrevistado por Juan Luis Pavón en estas páginas e hizo unas impactantes declaraciones en las que denunció una verdad incontestable: el abandono de Sevilla por los gobiernos de Madrid, después de la Expo 92.

La verdad es que en Andalucía nunca ha brillado la unidad de esfuerzos de las ocho provincias y siempre Sevilla se ha visto sola en sus batallas frente a Madrid, aunque estuviera defendiendo intereses comunes. Podríamos poner tropecientos casos que confirman nuestras palabras.

Los valores andaluces siempre han estado atomizados. Nunca ha existido una unidad de criterios regionales. La denominación de la Andalucía Occidental y la Andalucía Oriental ha tenido un significado de choque de intereses y nunca de orientación geográfica. Pero la desintegración de Andalucía es comarca a comarca... Recordamos cuando Manuel Fraga nos pedía una definición de Andalucía y nosotros le decíamos que era imposible... Que sociopolíticamente había tantas Andalucía como territorios definidos como municipios... Y no se lo creía. Para él Andalucía era una...

Andalucía tiene el mayor número de diputados en las Cortes de Madrid. Pero ni se nota. No somos nada como fuerza regional.

Cuando hace varios años las izquierdas andaluzas plantearon el tema de la deuda histórica, cuantificada por los socialistas en veinte mil millones, y por los comunistas en cincuenta y un mil millones, se justificó en las diferencias entre las aportaciones recibidas por las transferencias del Estado y el coste real de las mismas. Por eso, la petición antes citada se argumentó para poder asegurar un nivel mínimo en los servicios transferidos a la comunidad andaluza.

Se trata, por lo tanto, de un grave error de cálculo admitido en su día tanto por la Administración Central como por la Junta de Andalucía. Y no debe llamarse a esta situación, derivada de la ineptitud, inexperiencia o falta de rigor político, una deuda histórica, sino un saldo negativo que debe valorarse con buena voluntad y abonarse a los perjudicados, o sea, los andaluces.

Pero enseguida surgieron dos actitudes negativas. Una, por parte de la administración central y de los partidos de la oposición, contraria al reconocimiento del evidente error presupuestario, y otra por parte de varias comunidades que, al mismo tiempo que rechazaban la petición andaluza, esgrimían presuntas deudas históricas basadas en razones distintas que las nuestras. O sea, saltaron a la arena con evidente insolidaridad y desconocimiento de la historia.

Y encima, nos llamaron victimistas a nosotros, cuando la practicaron ellos. (Ninguna región más sumisa que la andaluza, ni menos reivindicativa, ni más insolidaria entre sus propias provincias. Todo lo contrario que Cataluña, que es un ejemplo de unidad externa...).

La verdad de la deuda histórica andaluza es muy distinta y afecta, no sólo a la Administración Central, sino a la mayoría de las hoy comunidades autónomas y antes regiones hermanas.

Aunque la deuda histórica podríamos documentarla, por lo menos desde mediado del pasado siglo XIX, cuando la administración central arruinó y expolió a los andaluces con motivo del cambio de combustible industrial, pasando de la leña al carbón mineral, lo que acabó con la industria siderúrgica andaluza, que por entonces era la primera de España, nosotros vamos a situar la actual deuda histórica desde la postguerra de 1936-1939, hasta el final del régimen de Franco.

Han bastado los anteriores alcances de esta serie dedicada a la verdadera deuda histórica, la que refleja la injusticia con que fue tratada Andalucía por el régimen anterior, para que en Madrid se escandalicen y nos llamen «victimista» desde una emisora de radio que, por cierto, más se parece a la desaparecida Radio España Independiente que a una emisora de verdad española.

¿Cómo iban a admitir algunos tertulianos que actúan en Madrid, pero que no son madrileños, sino advenedizos, que Andalucía pueda tener razones que esgrimir para demostrar el abandono en que ha estado durante el régimen anterior? Lo que gusta más allá de Despeñaperros es la Andalucía desvalida, irredenta, de escopeta, puta y perro; una región convertida en sala de fiesta de los ricos septentrionales y extranjeros, exportadora de emigrantes y de materias primas sin elaborar, mercado cautivo de la España industrial. Una Andalucía de cortijos y haciendas con sus consejos de administración en Madrid, Barcelona o Bilbao.

Una Andalucía que, nada más recibir atención normal durante los gobiernos de Felipe González, ya no cayó bien en parte de España... Ya el bien andaluz produjo tristeza en algunos lugares de España; o sea, envidia.

¿Tenemos que recordar, por citar solo dos ejemplos, los artículos publicados en el diario El País contra la Exposición Universal de 1992, por un escritor sin lectores, o la actitud antisevillana de algunas personas en la cadena de televisión Antena 3, durante la citada Exposición?

Desde 1992 en adelante, Sevilla fue descalificada por oyentes de las emisoras nacionales, con una fobia, ignorancia y envidia esclarecedoras de lo que podemos esperar de algunos compatriotas. Pero esto no es una novedad para los que conocen la historia de España. Bastaría recordar las actitudes antisevillanas de Bilbao, Barcelona y Madrid cuando, en los albores del siglo XX, se propuso celebrar una Exposición Hispano-Americana (luego Iberoamericana), y las concesiones que el Gobierno de Canalejas tuvo que hacer a las tres capitales citadas para que aceptaran el proyecto sevillano. Y gracias a la labor conciliadora de Torcuato Luca de Tena y Alvarez-Ossorio, personalmente y desde las páginas de Blanco y Negro y Abc.

Por lo menos, que se sepa por las actuales generaciones cómo nos maltrataron durante décadas desde Madrid con la ayuda de los poderes socioeconómicos del Norte de España.