La jueza Alaya acusa a la Junta de poner «todas las trabas del mundo» a su trabajo

La magistrada que instruyó los ERE reconoce «haber recibido muchísimas presiones»

12 nov 2015 / 21:30 h - Actualizado: 12 nov 2015 / 21:30 h.
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  • Mercedes Alaya, en la imagen, ha recibido un galardón este jueves en Madrid por parte de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Facultad de Derecho de la Complutense. / Europa Press
    Mercedes Alaya, en la imagen, ha recibido un galardón este jueves en Madrid por parte de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Facultad de Derecho de la Complutense. / Europa Press

Sin la cobertura ni el parapeto de un auto judicial y sin ambages la jueza Mercedes Alaya señaló ayer con el dedo a la Junta de Andalucía por, según su opinión, zancadillear su trabajo al frente del juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla en la instrucción de los casos de corrupción que han salpicado a la administración autonómica durante los últimos años (macrocausas de los ERE y fraude de los cursos de formación). La magistrada acudió ayer a Madrid para recoger el premio que le ha concedido la Asociación de Antiguos Alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense y aprovechó la ocasión para hablar como hasta ayer no lo había hecho sobre sus experiencias personales y profesionales a lo largo de su trayectoria en la judicatura.

En su discurso aseguró que cuando estaba instruyendo algunos de los casos de corrupción más conocidos en Andalucía, como los ERE, recibió «muchísimas presiones» y acusó a la Junta de Andalucía de «poner todas las trabas del mundo». Además, reprochó al Ejecutivo autonómico por «no darle los medios necesarios para el mejor desempeño de la labor judicial, aunque el poder judicial siempre ha salido a flote».

Alaya valoró su trabajo como un «camino» que se ha «abierto» y apuntó a que «vivimos tiempos de cambio» pese a que «la política ha invadido la Justicia para evitar que la Justicia se ponga en asuntos de política». Reconoció que a su «pesar» ha sido conocida en los medios de comunicación por los casos que ha instruido y que, «muchos ciudadanos» se han acercado a ella para decirle que estaba poniendo en «valor» la Justicia y que «empezaban a creer» en ésta.

La magistrada relató que en la coexistencia de esos procesos de corrupción los políticos «se vieron en peligro» y añadió que «se les llenaba la boca diciendo que había que luchar contra la corrupción» pero que su reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (Lecrim) «manda al abismo la independencia judicial».

«Las reformas han puesto de manifiesto que uno de los mecanismos para luchar contra la corrupción que han creado los políticos es impedirnos a los jueces tratar de combatirla». «Ha sido una lucha importante la que hemos tenido y el poder judicial no se lo merece», señaló la jueza, que ha criticado que ahora el control de los procedimientos «está en manos de la Fiscalía y del gobierno de turno», el recorte de los plazos o «lo politizados que están los órganos de Gobierno». Alaya llamó a sus compañeros de profesión a no caer en la «desesperanza» e hizo varias alusiones a la necesidad de «luchar por lo que uno quiere» y por lo que «la sociedad merece», haya o no los medios materiales suficientes.

Como ejemplo dijo que tuvo que convencer al «pequeño equipo» con el que trabajó en los casos más mediáticos de que, pese a que «no les iban a pagar las horas extras», sí iban a impartir Justicia. «No podíamos acabar con la crisis pero sí poco a poco con la corrupción, con el cáncer de la democracia y eso lo había que hacer con interés, poniendo pasión y a tiempo completo», expresó. A lo largo de su discurso, tuvo espacio para reflexiones más personales y emotivas y también para otras de tinte cómico, que han arrancado las risas del público. «Por su puesto, me gustaba mandar y mucho me encantaba hacerme oír», dijo.