Personajes por Andalucía

«¿La vida? Hay que vivirla intensamente»

Ha operado dos veces a su padre y ha recorrido medio mundo con una mochila que llena de cirugía, de amigos y de vivencias. Magnífico conferenciante y cirujano, va corriendo a todas partes para frenar en seco y terminar operando con paz y temple

15 nov 2017 / 23:55 h - Actualizado: 16 nov 2017 / 07:45 h.
"Personajes por Andalucía"
  • El cirujano Salvador Morales posa en la hemeroteca de El Correo de Andalucía en la Gota de Leche. / Fotos Jesús Barrera
    El cirujano Salvador Morales posa en la hemeroteca de El Correo de Andalucía en la Gota de Leche. / Fotos Jesús Barrera

Va siempre corriendo a todas partes y eso no es algo precisamente aconsejable. Le reñiré como él le riñe a los pacientes que no cuidan sus tubos digestivos, cariñosamente. Su agenda viaja a la velocidad de la luz pero sus manos son capaces de parar, templar y mandar en la mesa de operaciones.

Lleva siempre la mochila llena y una media sonrisa puesta que delata que estamos ante un hombre feliz. En la sangre lleva caudal de un gran médico cirujano y óleos y trementina que cabalgan por los conductos artistas de su cuerpo.

—Se dedica usted a salvar vidas... y se llama Salvador.

—Se puede interpretar así, cierto. Esa correlación la hace mucha gente, me lo dicen los pacientes.

—¿La vida es corta o es larga?

—La vida es bonita y lo que hay que hacer es vivirla con intensidad y el mayor tiempo posible, como si no hubiera final. Mi misión es alargarla, pero con calidad de vida, no de cualquier forma.

—Y a veces los pacientes nos empeñamos en poner trabas a su trabajo.

—Cierto. Tenemos que luchar. Nuestros consejos no son en vano, tienen una evidencia científica detrás y podemos alargar la vida y mejorarla si el paciente nos hace caso. Cada día trabajamos con ese empeño.

—Dígame una cosa, ¿la ciencia está reñida con la fe?

—Yo considero que no. Es una dualidad, van paralelas y mezclarlas no tiene mucho sentido, no conduce a nada. Son caminos paralelos y pueden compaginarse perfectamente. Claro que sí.

—¿Pero en la mesa de operaciones quién cura? ¿Usted y su talento o Dios y su voluntad?

—Imagino que en el quirófano soy yo pero no le quepa duda de que la esperanza y la fe ayudan mucho. El paciente tiene que entrar con ánimo al quirófano. Eso ayuda mucho al post operatorio. No está demostrado de manera científica, pero el ánimo, la esperanza, la ilusión... todo eso ayuda y los pacientes se curan mejor. Ahí está la experiencia que puede demostrarlo.

—Estoy pensando que si yo fallo en mi trabajo, esta entrevista puede quedar peor, pero si es usted quien falla en el suyo... el paciente puede morir.

—De esto hablamos a veces. Analizamos a menudo lo exigentes que pueden ser con nosotros. Pero nuestro objetivo es siempre buscar el éxito a pesar de que existen fallos que están vinculados al proceso y que poco podemos hacer por frenarlos, intervienen incluso factores que desconocemos. La misma manera de actuar no le sirve igual a un enfermo que a otro, y eso a veces nos desespera a los médicos. Lógicamente la sociedad se ha vuelto muy exigente.

—¿Demasiado, verdad?

—No, yo no me quejo, pero la gente tiene que entender que todo no está en nuestras manos. De todas formas, el fin último de un cirujano y de su equipo de trabajo –porque aquí se trabaja en equipo– es siempre que todo funciones y salga de maravilla. Y con esa idea afrontamos cualquier intervención de cualquier índole.

—Estoy sintiendo que este oficio suyo da para muchas frustraciones.

—Sinceramente afecta, hay que aprender a convivir con muchas cosas. A veces el día a día puede ser duro. Por ejemplo salir a dar una mala noticia, que nos pasa a menudo con pacientes oncológicos. Realmente sufrimos mucho. Ese pasillo desde el quirófano hasta la sala de información a la familia es realmente complejo, muy duro. Ese momento de transmitir la información, el momento también de dar por concluida la charla...

—Y de allí sale tocado también el médico.

—Hombre, claro. Y la única fórmula que te queda es la felicidad de llegar a casa con los tuyos. Aún así, alguna noche me he despertado por culpa de momentos como esos. De todas formas, puesto todo en la balanza, me quedo con las satisfacciones que ofrece esta profesión y con todos los logros y las alegrías que alcanzamos a diario, que son muchas más.

—¿Usted cuándo supo que sería médico?

—Pues lo decidí el día antes de entrar en la facultad de medicina. Mi padre era cirujano, mi madre artista, pintaba, y yo tenía ese punto rebelde también de no estar seguro de hacer lo mismo que mi padre. Dudaba entre arquitectura, periodismo o medicina. Y, fíjate, elegí una profesión que tiene mucho de arquitectura del cuerpo y su funcionamiento, un poco de periodismo por lo mucho que escribo de artículos y conferencias y, de alguna forma, conseguí hacer las tres cosas.

—¿Pero, al final, por qué eligió medicina?

—Por el mundo científico, por la investigación, porque investigar para mí es un estímulo diario. Esa fue la clave para la decisión.

—Y resulta que pasan los años y está usted entre nuestros personajes relevantes por Andalucía...

—A mí lo que me hace ilusión es conseguir cosas sin buscarlas, no empeñarme en tenerlas. Yo lo que quiero es hacer las cosas bien, trabajar y que me aprecie el paciente y la sociedad científica. Que llegue todo esto es un estímulo pero, sobre todo, el resultado de tener un equipo de trabajo que está formado por un grupo humano extraordinario.

—¿Por qué tiene mala prensa el aparato digestivo? ¿Por qué decimos que esa o aquella persona piensa las cosas con el estómago, por ejemplo?

—Es sorprendente, verdad. También se dice que las personas tienen los nervios metidos en el estómago y... es verdad.

—¿Si?

—Cierto, sí. El estado de ansiedad de una persona tiene incidencia en el tubo digestivo y de ahí viene la frase. Efectivamente no tiene el paciente apetito alguno y por eso se dice que los nervios están ahí. Hay problemas de estómago que se han arreglado simplemente cambiando de trabajo el paciente.

—No me diga...

—Una vez vino a verme el jefe de un hermano mío que quería que yo lo atendiera. Cuando me contó su episodio le pregunté si el 15 de agosto en el chiringuito tomando algo con los amigos en periodo de veraneo presentaba el mismo cuadro. Era que no.

—Es curioso doctor que en el mismo mundo en el que usted puede operar de estómago ahora mismo desde Sevilla a alguien que se encuentra en Houston... hay gente que en este momento se está muriendo de hambre.

—El mundo no funciona de forma adecuada. Yo puedo ayudar en el día a día. He ido con compañeros a África y hemos operado a 200 pacientes en seis días, mañana, tarde y noche sin parar. Son actuaciones puntuales pero en la Asociación Española de Cirujanos, de la que soy vicepresidente, hemos creado un grupo de cooperación internacional. Hay que destinar dinero, recursos... pero tenemos en frente a la política. Hay que fomentar la formación y transmitir conocimientos. La lucha es complicada pero no podemos parar.

—¿Quiénes han sido sus maestros con el bisturí en la mano?

—Las dos personas más influyentes en mi formación han sido el profesor Morales Méndez (que curiosamente es mi padre) y el profesor José Alcántara, dos personas magníficas y dos grandes cirujanos con los que tuve la suerte de aprender muchas cosas. Pero yo viajo por todo el mundo y me traigo siempre la mochila llena de amigos, de enseñanzas, de vivencias, de experiencias. Mi maestro es el mundo, los cirujanos del mundo.

—¿Alguien se está perdiendo sus éxitos?

—Además de que mi padre fue definitivo para mí también como médico... se lo está perdiendo mi madre, una gran artista que llegó a ser profesora universitaria, una pintora muy buena y una mujer con mucho mérito.

—¿Qué lee usted cuando se quita la bata, doctor Morales?

—Pues leo prensa. Me interesa más bien lo que pasa en el mundo. Mi inversión en tiempo de lectura es prensa. Y ciencia. No soy aficionado a las novelas, por ejemplo, pero sí a saber lo que pasa en el mundo. Eso sí, mucho.

—¿Y música? ¿Qué le satisface oír de música?

—Pues me encanta, y especialmente la de culturas lejanas adaptadas a la música relajante. Colecciono músicas del mundo.

—Y se trae música en la maleta cuando viaja...

—Claro, pero normalmente traigo mucho más. Mis maletas siempre vienen llenas de amigos, de sensaciones, de pensamientos y me hace feliz que vuelvan siempre llenas de tantas cosas. Lo único negativo es que viajar le quita tiempo a la familia. Por fortuna la comunicación avanzó con las nuevas tecnologías y eso facilita algo las cosas. Darle desde otro continente los buenos días a tu hija antes de ir al cole, por ejemplo, puede ayudarte.

—¿No tiene la sensación de que el hombre es capaz de lo mejor y de lo peor?

—Sin duda. Somos creativos y destructores. Hacemos las cosas más increíbles y también las destruimos. El ser humano tiene las dos vertientes y si lo enfocáramos siempre todo hacia el bien... En la vida hay que trabajar, disfrutar (se lo digo mucho a mi equipo) y siempre pensar en positivo.

—¿Es usted buen paciente?

—Lo que nos diferencia del resto de pacientes es que tenemos conocimientos y sabemos los pasos del proceso. No sé si seré buen paciente pero me preocupa mucho la información al paciente y estamos trabajando en nuevas tecnologías, en aplicaciones para que la información fluya.

—¿Qué le dice al paciente que le confiesa que tiene miedo?

—Le digo que es humano, que eso es lógico... y que esté tranquilo que nosotros le arreglamos el problema y todo irá muy bien.

—¿Es cierto que usted ha operado a su padre?

—Dos veces. Una hernia por la forma tradicional y otra por vía laparoscópica.

—¿Y no le temblaron las manos con su padre allí en la mesa de operaciones?

—Cuando se ponen los paños para operar ya estás metido en tu trabajo y hacerlo siempre a la perfección, no piensas en si estás operando a tu padre o a otra persona. El equipo se pone a funcionar y no pueden temblarte las manos. Es tu trabajo. A operar.

—Falta invertir más en investigación, ¿no cree?

—Pero no sólo en investigación. Hay que ligarla a la formación y que sigan yendo de la mano. Esa es la riqueza, la clave. Con ambos segmentos se fabrican recursos, se da trabajo, se ofrece calidad en la sanidad. Es indiscutible.

—¿Qué siente usted en su corazón por la medicina, por su profesión, por la cirugía...?

—Ilusión. Eso es lo que mejor lo resume... ilusión.