Los riesgos de consumir azúcares añadidos

La Organización Mundial de la Salud (OMS) limitó en 2015 el consumo de azúcares añadidos en niños y adultos a menos del 10%, e incluso, en algunos casos al 5%, de la cantidad de energía diaria. Hoy en día, los alimentos ultrapocesados, procesados y la comida rápida, producen un exceso de azúcar en el organismo, convirtiéndose en un importante enemigo para la salud.

30 mar 2019 / 08:52 h - Actualizado: 30 mar 2019 / 08:54 h.
  • Los riesgos de consumir azúcares añadidos

El azúcar se encuentra presente en la mayor parte de los alimentos. Según la AECOSAN, la ingesta de azúcares añadidos está en aumento. Refrescos, golosinas, yogures, pastelería o bollería son solo algunos de los productos más conocidos por su alto contenido en azúcar. Una lata de refresco puede llegar a contener 25 gramos de azúcar, lo que equivaldría a 13 terrones. Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda ingerir por persona y día únicamente 25 gramos de azúcar.

La investigación publicada en la revista Nutrients realizada por los expertos de la Universidad San Pablo CEU y la Fundación Española de Nutrición, ha analizado la presencia de azúcares añadidos y de sus sustitutos edulcorantes en más de 1.200 productos para la alimentación. Al menos un 42% de ellos incluía algún tipo de azúcar añadido, el 10% presentaba edulcorantes y el 5% de los productos podían contener azúcares y edulcorantes a la vez.

El azúcar común es una fuente de energía vital para el cuerpo ya que contiene glucosa, empleada por el organismo para formar glucógeno, que constituye la principal forma de almacenamiento de los carbohidratos en el organismo. Se encuentra concentrado en mayor cantidad en el hígado y en el músculo, siendo su principal función ser una fuente limitada de energía. El problema se establece cuando nuestro cuerpo se ve sobrecargado de azúcar, pudiendo ser perjudicial para la salud por la alta probabilidad de provocar sobrepeso, obesidad o diabetes.

El estudio ANIBES (2017) comunicaba que la ingesta de azúcares totales en la población española es de 76,3 gramos de media diarios, el triple de lo que recomienda la OMS. Desde la organización advierten de que el número de personas con obesidad se ha visto duplicado desde el año 1980. Un ejemplo de ello es la capital del país, donde el 48% de los madrileños sufren sobrepeso. Para la OMS, el problema de esta ingesta masiva de azúcar, tanto en la población infantil como en la adulta, no proviene únicamente de un cambio social, sino que es dependiente de las políticas agrícolas, de los transportes, planificación urbana, medio ambiente, educación, comercialización y distribución de los alimentos que hace que estos productos procesados se vendan de forma atractiva con sabores adictivos, fáciles de consumir y de gran variedad.

Pero ¿cuáles son los azúcares perjudiciales? Desde la directriz emitida por OMS en el año 2015, definen a dichos azúcares como “azúcares libres”, monosacáridos y disacáridos, que se ven añadidos a las comidas y bebidas por el fabricante, cocinero o consumidor, así como los presentes de forma natural en la miel, jarabes, jugos de fruta o concentrados de jugo de frutas. Estos “azúcares libres” son los que se han relacionado directamente con el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad, caries y hasta cáncer. En la clasificación de la OMS no se incluyen como “perjudiciales” los azúcares complejos que contienen la pasta, las legumbres, el arroz, la patata, el pan o los azúcares intrínsecos o naturalmente presentes en la fruta y los lácteos. Por ejemplo, la fructosa existente naturalmente en la fruta viene acompañada de vitaminas y minerales esenciales, metabolizándose de forma distinta.

En la mayoría de las ocasiones la población no comprende qué es lo que consume, ya que cada vez es más difícil descifrar el etiquetado de los productos. En demasiadas ocasiones, las etiquetas de los alimentos no traen diferenciados los azúcares libres de los que se encuentran naturalmente en la leche mediante la lactosa o directamente se nombra al azúcar añadido de 56 formas distintas: dextrosa, glucosa, jarabe de maíz, lactosa o sacarosa, entre otros. A su vez, la investigación realizada por los expertos de la Universidad San Pablo CEU y la Fundación Española de Nutrición, añade que la ausencia de los niveles y cantidades añadidas de cada uno de los azúcares añadidos en el etiquetado no permite conocer la cantidad de azúcares que se consumen. Por su parte, hay que recordar que la legislación europea no obliga a ello.

Como solución alternativa existen proyectos como sinAzucar.org, que pretende ayudar al consumidor a entender cuánta cantidad de azúcar libre hay en los alimentos que consumimos diariamente. El proyecto se lleva a cabo mediante fotografías de los productos, los cuales aparecen junto a la cantidad de azúcar que contienen en terrones.

Igualmente, los efectos negativos del azúcar añadido en la alimentación se extienden rápidamente por los consumidores gracias a las investigaciones realizadas en los últimos años. En la actualidad, gracias a un grupo de investigadores, se ha conseguido sacar a la luz que, en los años sesenta, la defensa del azúcar estaba financiada por la industria. El último número de la revista de la Asociación Médica Estadounidense “JAMA”, incluye un artículo que ha roto los esquemas de la industria de la alimentación global. Un grupo de profesores de San Francisco descubrieron unos documentos internos de la industria donde se especificaba que la Sugar Research Foundation, denominada hoy Sugar Association (SRF) pagó a tres nutricionistas de Harvard alrededor de 50.000 dólares de hoy para publicar una investigación en el año 1967 que lograse dejar en una buena posición al azúcar y indicase como culpable de las enfermedades cardíacas a las grasas saturadas. Según el estudio financiado por la SRF, la única intervención en la dieta para prevenir dichas enfermedades era sustituir las grasas poliinsaturadas por las saturadas. Además, se aseguraba que la sustitución de las grasas por la sucrosa provocaba una gran mejora en los niveles triglicéridos.

Investigaciones actuales señalan que el vínculo entre el alto consumo de azúcar añadido, el aumento de peso y los problemas de salud relacionados con la obesidad están más que establecidos. Los investigadores de la Escuela Chan de Salud Pública de la Universidad de Harvard en Boston (EE.UU.) examinaron datos de 37.716 hombres y 80.647 mujeres. Estudiaron factores como la dieta, la actividad física y el índice de masa corporal para poder vincular cualquier medida con el consumo de bebidas azucaradas de forma independiente. Los resultados señalaban que el riesgo de muerte aumentaba a medida que las personas fueron consumiendo las bebidas azucaradas. La sustitución de estas bebidas por otras endulzadas artificialmente se asoció con un menor riesgo de fallecimiento, sin embargo, tomar cuatro o más bebidas endulzadas al día se asoció con un mayor riesgo de muerte entre las mujeres. Siguiendo esta línea, la OMS advierte de que las personas que consumen de 1 a 2 latas de refresco frecuentemente tienen un riesgo del 26% de desarrollar diabetes tipo 2.

Según un estudio dirigido por investigadores del Baylor College of Medicine y Weill Cornell Medicine, consumir una cantidad “modesta” diaria de sirope de maíz con alto contenido en fructosa, el equivalente a beber aproximadamente 340 gramos de bebidas azucaradas al día acelera el crecimiento de tumores intestinales en modelos de ratón. “Este estudio revela el sorprende resultado de que los cánceres colorrectales utilizan el jarabe de maíz con alto contenido en fructosa, el ingrediente principal en la mayoría de los refrescos azucarados y muchos alimentos procesados, como combustible para aumentar las tasas de crecimiento de los tumores” informa Lewis Cantley, coautor de la investigación. Aunque admiten que se necesita más tiempo para traducir la situación a los humanos, “nuestros hallazgos sugieren que el consumo crónico de bebidas azucaradas puede acortar el tiempo que tarda en desarrollarse el cáncer” añaden.

Por otro lado, un estudio en Reino Unido realizado mediante la Encuesta Nacional de Dieta y Nutrición, demostraba que el azúcar consumido por los más pequeños de la casa puede causar problemas tan graves en el hígado y en el cerebro como el alcohol. El hígado metaboliza la fructosa de la misma forma que lo haría con el alcohol, sobrecargando al órgano que elimina las toxinas del organismo. Productos como galletas, batidos o bollería industrial contienen cantidades de azúcar demasiado elevadas que, en la mayoría de las ocasiones, superan los niveles recomendados de azúcar en una sola comida. En cuanto al cerebro, un estudio publicado en la revista Neurology apunta a que la ingesta de grandes cantidades de azúcar o de otros carbohidratos puede entrañar riesgos para la estructura y las funciones cerebrales.

El consumo de altos niveles de azúcar parece algo inevitable ya no solo por la cantidad de alimentos que la contienen, si no por la necesidad de consumir azúcar diariamente, por lo que surge la pregunta: ¿puede el azúcar causar adicción? La respuesta según varios estudios es que sí. Un equipo de investigadores de la Universidad de California en los Ángeles (UCLA) demostró que el azúcar es adictivo, entendiendo adicción como una enfermedad del cerebro que se manifiesta por el uso compulsivo de una sustancia a pesar de que se conozcan sus efectos perjudiciales. El estudio realizado con roedores demostraba que, aquellos animales que consumían cada vez más cantidad de azúcar, mostraban alteraciones compulsivas similares a las que tienen los adictos a las drogas, necesitando, a su vez, una dosis cada vez mayor para conseguir el efecto inicial. Por otro lado, según el artículo publicado en la revista Frontiers in Psychiatry para que el azúcar fuera considerado un adictivo, debía cumplir con al menos dos de los once criterios que se usan para establecer si se trata de un desorden de uso de sustancias (SUD, por sus siglas en inglés). El azúcar cumplía cinco de esos criterios (dificultad para controlar el consumo, antojo, uso a pesar de los riesgos, tolerancia y mono) convirtiéndose así en una sustancia adictiva.

Según los expertos, la única solución para reducir las cantidades de azúcar añadido en los alimentos que se consumen diariamente en los hogares de todo el mundo es la educación alimentaria, es decir, capacitar a la población a interpretar el etiquetado nutricional de los productos para un consumo responsable y que las autoridades mejoren la información nutricional que se ofrece a los clientes en dichas etiquetas para que sean totalmente accesibles.