Aves, murciélagos, aceite y miel, ingredientes del paisaje cordobés

La Red Natura 2000 en Córdoba ha hecho compatible actividades tradicionales como la producción de aceite y la apicultura, con la conservación de un rico patrimonio natural

Ricardo Gamaza RicardoGamaza /
23 jul 2017 / 07:08 h - Actualizado: 23 jul 2017 / 21:49 h.
"Medio ambiente"
  • Foto de archivo de un apicultor que trabaja en una zona rural mostrando su labor con las abejas. / El Correo
    Foto de archivo de un apicultor que trabaja en una zona rural mostrando su labor con las abejas. / El Correo

{En el tramo medio del río Guadalquivir, en la provincia de Córdoba, el río andaluz es el escenario de lugar de paso para personas, pero también para las aves. Un auténtico corredor ecológico de vital importancia para la avifauna. Por eso, aunque menos visitado, cerca de la mezquita, Córdoba cuenta con otro gran monumento: los Sotos de la Albolafia. Una isla fluvial poblada por aves que se levanta en medio del Guadalquivir y que desde el año 2001 está protegida por su riqueza natural.

El nombre de Sotos de la Albolafia responde a dos de los aspectos más llamativos de este lugar: su vegetación de ribera y su situación junto a la noria árabe de la Albolafia. Pero su importancia reside en la comunidad de vertebrados que viven aquí, de los que nada menos que 120 especies son aves.

Desde hace más de una década y media, el Ayuntamiento de Córdoba se ha volcado hacia el río. Ha creado un paseo fluvial llamado el Balcón del Guadalquivir y ha construido miradores para ver las aves. El último paso de la colonización urbana del río fue la puesta en marcha del Club Náutico en el Puente del Arenal. Todos los usos del río son compatibles con la protección efectiva de la ribera.

Pero la Red Natura 2000 en la provincia de Córdoba tiene sobre todo en uno de sus espacios naturales más singulares un ejemplo de la simbiosis entre actividad humana y natural que da sentido a esta figura de conservación y gestión sostenible de los territorios. Una figura que, lejos de ser restrictiva, promueve esta relación entre actividades económicas y sostenibilidad ambiental; y que ha permitido que muchos paisajes modelados durante siglos por el ser humano sean aprovechados por especies singulares, como los quirópteros, que en Zuheros, en el corazón de la Sierra Subbética de Córdoba, son un reclamo turístico.

A cuatro kilómetros de Zuheros y en la cima del Cerro de los Murciélagos, se encuentra la Cueva de los Murciélagos, denominada así por estar habitada por estos mamíferos. Conocida arqueológicamente en toda Europa, es uno de los yacimientos neolíticos más importantes de Andalucía y el primero en encontrarse arte del Paleolítico Superior en el interior de nuestra comunidad. Pero no sólo hay que visitar la Cueva.

Zuheros, como típico pueblo blanco del interior andaluz, invita al visitante a conocer un poco más esa dilatada historia andaluza. Con la visita al Museo Arqueológico y a su castillo roquero, de origen árabe, el visitante realiza un viaje al pasado. Entre las actividades que más se llevan a cabo en pleno Geoparque Natural de las Sierras Subbéticas destacan el senderismo y la escalada deportiva.

Desde lo alto de esta sierra horadada por cuevas, se percibe la presencia humana a través de cultivos emblemáticos, como el olivar. Una actividad agrícola que no sólo es compatible con el respeto ambiental, sino que se beneficia de esta relación.

La apicultura tradicional

Otras actividades serían impensables sin la naturaleza y viceversa. Ese es el caso de la apicultura. En plena Sierra Morena, en Hornachuelos, un pequeño pueblo de la sierra, hay más de un centenar de explotaciones apícolas. Fernando Morales es un apicultor tradicional enamorado de su trabajo. «La apicultura además de regenerar el medio está también creando empleo y fijando población en las zonas rurales», explica este apicultor que además ha puesto en marcha un museo de la miel en su localidad para dar a conocer a los más jóvenes, que visitan por centenares su centro de interpretación, la importancia de la miel y de las abejas para la conservación de la biodiversidad del Parque Natural.

«En mi familia somos todos apicultores. Yo tengo hijas que han estudiado medio ambiente pero como el trabajo está tan mal, pues no encuentran trabajo y están dedicándose a la apicultura», aclara este apicultor. Pero la miel no sólo posibilita el empleo en los territorios rurales, «estas abejas polinizan y hacen posible también el hábitat de especies emblemáticas de Sierra Morena, como el águila imperial, el lince o el lobo ibérico», comenta orgulloso Fernando Morales mientras muestra algunas de las etiquetas de su miel en la que, además de la imagen de algunas de estas especies bandera, hay un eslogan que recuerda que consumir esta miel ayuda a proteger la naturaleza.

Y junto a las especies bandera de Sierra Morena, ecosistemas únicos, como la dehesa, imprescindibles para la conectividad ecológica. Un espacio natural humanizado sin el que sería imposible imaginar la provincia de Córdoba.

Pero la Red Natura 2000, además de abarcar espacios naturales muy extensos y emblemáticos, también reconoce otros menos conocidos pero de gran valor. Es el caso de las Lagunas del Sur de Córdoba, donde las zonas húmedas han permitido que se recupere una especie que en la década de 1970 estuvo bajo mínimos: la malvasía cabeciblanca. Con apenas 22 ejemplares en toda Europa Occidental, este ave ha podido recuperarse gracias a hábitats como la Laguna de Zóñar. Pese a estar ubicada en una zona donde siempre hubo una gran presencia humana, se ha logrado mantener estos oasis naturales en los que las aves han encontrado su paraíso.

El tren de la Subbética

En las faldas de las Sierras Subbéticas, Baena está considerado como uno de los grandes enclaves urbanos donde la producción de aceite es capaz de competir con la fama cosechada por los olivares de Jaén. Grandes parcelas de olivos eran y son todavía el origen de un producto tan popular que en el siglo XIX llevó a hacer un trazado ferroviario que unía los dos grandes centros productores: Baena y Jaén.

Parte de ese trazado está reconvertido en la actualidad en la Vía Verde de la Sierra Subbética, de 58 kilómetros de longitud, que une las provincias de Córdoba y Jaén y conforma una red de 129 kilómetros de vía verde que la convierten en el recorrido senderista señalizado más largo de Andalucía y la segunda vía verde de más longitud de España.

Las aceitunas de Baena se recogían a mano y se trasladaban a la almazara, un nombre de origen árabe que significa «donde se exprime». Todo un proceso de elaboración que ha mantenido su estructura esencial desde tiempos del Imperio Romano. Una vez obtenido este oro verde andaluz, había que llevarlo a los mercados.

En el año 1893 se inauguró el que dio en llamarse «el tren del aceite». Un trazado ferroviario de 177 kilómetros, hasta alcanzar la red principal de trenes, en los que los vagones tenían un valioso pasajero: tinajas de aceite de primera calidad. En la década de 1950 la línea entró en crisis y el tren dio su último viaje en 1985.

En el siglo XIX el aceite era un artículo de lujo. Viajaba junto al vino en vagones de ferrocarril que lo llevaban desde centros de producción como Baena hasta sus centros de distribución en toda España. Años en los que el tren era el principal medio de transporte de mercancías y en los que las estaciones estaban, por tanto, llenas de vida.

La construcción de la línea ferroviaria del aceite en la zona supuso una inversión millonaria: más de 32 millones de las antiguas pesetas, más de 193.000 euros. Una cantidad que en el siglo XIX supuso una de las grandes inversiones del momento. Aunque la tecnología del siglo XIX permitía a las máquinas ferroviarias alcanzar una velocidad punta de 70 kilómetros por hora, aun así, los tiempos que se ganaban frente al transporte animal supusieron un salto cuantitativo en la distribución del aceite de Baena, que pudo inundar los mercados con relativa facilidad gracias a su excelente calidad.

«El tren del aceite»

La vía verde del «tren del aceite» discurre por las localidades cordobesas de Luque, Zuheros, Doña Mencía, Cabra y Lucena aunque enlaza en origen con Jaén y se puede prolongar incluso hasta Puente Genil.

A lo largo de este trazado ferroviario, ya sin vías de ferrocarril y con un firme excelente para rodar en bicicleta o hacer senderismo, se van descubriendo los vestigios del viejo tren aceitero: edificios ferroviarios, viaductos, vagones y locomotoras y un túnel. Los edificios ferroviarios se han reconvertido en centros de interpretación y restaurantes.

Es el caso de la estación de Luque. En el lugar donde antaño se agolpaban los pasajeros hoy se apiñan turistas. El restaurante Nicol’s recibe cada año la visita de turistas extranjeros y en especial japoneses, cuyas excursiones tienen una parada obligada en esta vieja estación recuperada como restaurante donde se venden productos de la comarca y donde la estrella es, por supuesto, el aceite.

Antonio Molina, el propietario restaurante Nicol’s, hasta ha aprendido japonés para atender a la clientela internacional que desfila por la estación de Luque. Les vende turrón, higos, por supuesto aceite... Y en esta estación reconvertida se encuentra también el Centro de Interpretación del Aceite, donde el visitante puede conocer las bondades y calidad del aceite cordobés.