Por el reconocimiento de la Iglesia católica

El Vaticano estudia el diaconado femenino, solución a la merma de vocaciones. Las cristianas andaluzas aspiran a que se valore su labor en las comunidades

03 sep 2016 / 19:44 h - Actualizado: 03 sep 2016 / 21:59 h.
"Religión","Juan José Asenjo","Papa Francisco"
  • Ana Garzón dirige la celebración de la Palabra en el Sagrario de su parroquia, en Jerez del Marquesado (Granada). / El Correo
    Ana Garzón dirige la celebración de la Palabra en el Sagrario de su parroquia, en Jerez del Marquesado (Granada). / El Correo
  • Isabel Cuenca junto al arzobispo de Sevilla. / Rosa Fergom
    Isabel Cuenca junto al arzobispo de Sevilla. / Rosa Fergom
  • Nuria Granados con los ancianos a los que lleva la Comunión. / El Correo
    Nuria Granados con los ancianos a los que lleva la Comunión. / El Correo
  • Nuria Granados viajó el año pasado a Togo para colaborar en misiones salesianas. / El Correo
    Nuria Granados viajó el año pasado a Togo para colaborar en misiones salesianas. / El Correo
  • Auxi González, secretaria regional de Cáritas.
    Auxi González, secretaria regional de Cáritas.

«Si miramos las bases de las parroquias, el 90 por ciento son mujeres. La liturgia, la catequesis, los cargos de pastoral...», repasa Auxiliadora González Portillo, la secretaria regional de Cáritas Andalucía, para sentenciar: «Somos el cuerpo fuerte de la Iglesia». «La mujer es mayoría, como se puede comprobar cualquier domingo en las celebraciones», corrobora Isabel Cuenca, la secretaria nacional de Justicia y Paz, una organización de la Iglesia católica que tiene como objetivo promover la paz, defender los derechos humanos y el cuidado de la Creación con implantación internacional. Sin embargo, como ocurre en el resto de la sociedad, conforme se va subiendo en el «escalafón de responsabilidad» su presencia disminuye, admiten dos mujeres que, precisamente, ocupan dos cargos en organizaciones eclesiásticas: Auxi, designada por el arzobispo de Sevilla, e Isabel, también sevillana, directamente por la Conferencia Episcopal Española. Eso sí, ha sido la primera mujer en llegar a este puesto, al igual que fue su primera vicepresidenta y presidenta.

Precisamente desde las bases trabajan Ana Garzón y Nuria Granados, colaborando con su parroquia y llevando la Comunión a los ancianos de un asilo donde no pueden llegar los sacerdotes. En verano, cuando falta el sacerdote de su parroquia de Jerez del Marquesado (Granada, de la diócesis de Guadix), Ana toma las riendas de las celebraciones. No es ministro extraordinario de la Comunión, pero está barajando hacerse, ante la insistencia de su párroco y, sobre todo, porque justo este verano se ha dado la circunstancia de que no ha coincidido ninguno en el pueblo, de modo que, cuando el párroco ha estado de vacaciones, han tenido que terminar las celebraciones diarias de la Palabra «recurriendo a la Comunión espiritual».

Colaboradoras necesarias

Maestra de profesión, Ana, que, con 51 años, está casada y tiene dos hijos, participa durante el año en un curso de liturgia, es catequista, miembro del coro de la parroquia y salmista, «aunque no tengo una gran voz». En verano, pese a disponer de dos meses de vacaciones, no puede irse a ningún sitio de viaje por el trabajo de su marido, así que está disponible para las necesidades de su parroquia. A diario, en el Sagrario, se reúne un grupo de feligreses y celebran una «oración asamblearia»: leen las lecturas del día, ella hace una reflexión sobre el Evangelio y entre todos comparten sus peticiones.

Auxiliar de enfermería de profesión, Nuria Granados (soltera tras obtener la nulidad matrimonial, madre de dos hijos) no dudó en enrolarse en la Pastoral de la Salud en su parroquia de Chauchina (Granada). Ministra extraordinaria de la Comunión, lleva la celebración de la Palabra y la Comunión a residencias de ancianos que no están atendidas por sacerdotes: «Hace un año me asignaron una fija y, de verdad, es muy gratificante». Todos los martes participan unos 30 residentes y «siempre me preguntan si no puedo ir más días», comenta. Los responsables de la residencia le dicen: «Ni los psicólogos ni los médicos le dan tanta fuerza como este rato de oración».

Ana, aunque no puede celebrar los sacramentos, sustituye en la medida que puede al sacerdote de su pueblo. Nuria está convencida de que «el cura de mi pueblo, si no fuera por la ayuda de las mujeres, no podría llegar a todo». Las dos están «contentas» con su labor, siempre voluntaria, dentro de sus comunidades, pero ambas estarían «dispuestas» a dar un paso más, hacia el diaconado, si la Iglesia lo permitiera.

Y precisamente en esto está trabajando la Comisión para el Estudio sobre el Diaconado de la Mujer que ha convocado el papa Francisco y que preside el jesuita español Luis Ladaria. En esta comisión, creada a partir de la petición presentada al Santo Padre por un total de 900 religiosas de la Unión Internacional de las Superioras Generales, recibidas por el Pontífice en el Vaticano en mayo, no participa ningún andaluz pero hay otros dos representantes españoles: la religiosa Nuria Calduch-Benages, miembro de la Pontificia Comisión Bíblica, y el también jesuita Santiago Madrigal Terrazas, profesor de Eclesiología en la Universidad Pontificia de Comillas.

Muchos ven en el diaconado femenino una solución a la carencia de sacerdotes en muchas diócesis y la merma de vocaciones.

Andalucía, que está dividida en diez diócesis –una por provincia más Jerez de la Frontera y Guadix–, cuenta con 2.255 sacerdotes diocesanos y la colaboración de 776 sacerdotes religiosos pertenecientes a institutos con cargos pastorales, según los últimos datos de la Conferencia Episcopal, que son de 2014.

En el curso pasado, los seminarios mayores andaluces tenían 220 aspirantes y en 2015 fueron ordenados 29 sacerdotes. Y para ayudarles, en total, las diócesis del sur suman 131 diáconos permanentes todos hombres, de momento y siete aspirantes.

Pero estas mujeres no aspiran tanto al diaconado femenino como a que la Iglesia reconozca su labor, que va «más allá de lavar y planchar el paño de altar», comenta Isabel Cuenca. «La presencia de la mujer es un signo de los tiempos y sin contar con la opinión de la mujer se pierde más del 50 por ciento de la visión de la Iglesia», sentencia. Si bien, como apunta Auxiliadora González, sería una solución a la escasez de «vocaciones religiosas», que «responde a la necesidad actual de la Iglesia». En su opinión, ésta «debería plantearse el papel del laico, tanto hombres como mujeres».

Nuria Granados admite que le «encantaría» hacer este servicio a la Iglesia, que, de alguna forma, sería «institucionalizar» la labor que ya hace en su parroquia y en el asilo de ancianos que visita cada semana, aunque tiene claro que esto no es un paso hacia el sacerdocio femenino: «Que la mujer no esté ordenada también expresa una misión especial de la mujer, una unión diferente con Jesús».

También Ana Garzón admite que el papel de la mujer es diferente al del hombre en la Iglesia: «Somos reivindicativas. No queremos ser igual que el hombre, pero sí que, al igual que cuando somos llamadas, estamos, es necesario que se nos reconozca. Es una labor pendiente de la Iglesia con la mujer», destaca.