Estamos a favor de la Ley de Memoria Histórica y en contra de la Ley de Venganza histórica promovida por Esquerra Republicana e Izquierda Unida con el apoyo del entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero. La Ley de Memoria Histórica que hoy rige solo pretende acabar con la memoria de Franco. Esta es la verdad. Nadie con un mínimo de razón pone en duda nuestras afirmaciones.
Pero es imposible acabar con la memoria de Franco. Porque es imposible destruir los 137 embalses que construyó... y que dieron agua para los regadíos y las ciudades. ¿Es que ya no se acuerdan de los años de apagones y sequía? ¿Es que ya no se acuerdan de los años del hambre, desde 1940 hasta 1952...?
Porque no se pueden destruir los cientos de miles de viviendas que edificó... En todos los rincones de España hay decenas de barriadas sociales que aún existen y que paliaron la tragedia de miles y miles de familias sin techo. Y Sevilla es buen ejemplo de lo que decimos, con 53 suburbios infrahumanos y 25 refugios de fortuna que fueron la vergüenza de Sevilla entre 1961 y 1977.
Porque es imposible acabar con la Sanidad Pública que instauró recién terminada la guerra civil... Por primera vez en España los pobres tuvieron médicos y hospitales gratuitos... Y España fue una excepción en el mundo, pese a su pobreza.
Porque nadie podrá quitar nunca el medio centenar de leyes sociales que beneficiaron a la clase obrera... Por primera vez los obreros disfrutaron de leyes que les proporcionaron todo lo que nunca tuvieron... Jamás la clase obrera fue más protegida que durante el Régimen franquista... ¿Es o no verdad? ¿Hay quien pueda negarlo?
Podrán quitar las estatuas de Franco, las placas de las viviendas, los rótulos de las calles... Podrán no citarle nunca... Pero jamás podrán borrar sus obras bienhechoras.
Con Gonzalo Queipo de Llano y Sierra sucede lo mismo que con Franco. Pero aunque muchos de los que ahora le critican sean hijos o nietos de los que salvaron la vida y la hacienda gracias al general, su ignorancia no les libera de la ingratitud. Dice el refrán español que de bien nacido es ser agradecido... Y por el contrario, ser desagradecido es de mal nacidos... Desprecian la historia y se desprecian a sí mismos. Sus razones están en la algarabía, en el escándalo, en el grito callejero, en la pintada traidora... No son individuos, son masa...
Ortega y Gasset dejó escrita su filosofía sobre las razones del tiempo. Dijo: «Yo soy yo y mis circunstancias...».
Pretender juzgar con los ojos de hoy los hechos de ayer, de un ayer ya muy lejano, es una locura. Para juzgar a las personas hay que ponerse en las circunstancias de tiempo y lugar que vivieron, o de lo contrario el veredicto sería defectuoso, injusto... Es lo que están haciendo con Franco y con Queipo. Los están juzgando sin valorar las circunstancias de su tiempo, el momento crítico que vivieron.
Queipo de Llano hizo militarmente en 1936 lo que había que hacer... Y punto. Por eso le premió la ciudad con la actitud más sencilla posible, la que marca la gratitud.
Hasta ahora, la Hermandad de la Macarena ha actuado con prudencia y sentido común. Ya accedió a retirar de la lápida de la tumba las referencias bélicas. Está en su derecho a mantener la tumba del general en su templo, y lo hace por gratitud a quien fue en su momento un hombre providencial para Sevilla y la propia hermandad. Una hermandad que nunca olvidará a quien se entregó a ella de corazón y logró que realizara sus anhelos.
Estuviera bueno que la Hermandad de la Macarena accediera al clamor de la venganza que siempre ha expresado la plebe radical. Nada más anticristiano que la soberbia del vengativo.
Ante la algarabía periódica en torno a Queipo de Llano, reflexionamos sobre unos hechos evidentes. Pensamos en quienes salvaron la vida y la hacienda en el verano de 1936 gracias a Queipo de Llano... Hoy tienen hijos y nietos. Deben saber que viven gracias a que sus padres y abuelos se salvaron de la muerte por las acciones militares de entonces.
Pensamos en quienes se salvaron de los horrores del Frente Popular, que en pocos meses asesinó alevosamente a casi quinientas personas... ¿Ya se han olvidado de aquellas tragedias? El hombre que dirigió aquella guerra fratricida y salvadora fue Queipo de Llano.
Y pensamos también en quienes tuvieron viviendas sociales gracias al general. Viviendas en barriadas que aún existen... Sus herederos podrían tener una mínima gratitud hacia quien en circunstancias excepcionales hizo posible que sus padres y abuelos tuvieran un techo.
Queipo de Llano sufrió diecisiete ocasiones en que lo tuvo todo perdido en el verano de 1936. No ganó la guerra civil en un paseo, ni mucho menos. A la luz de la razón hay que pensar en la ayuda de la Divina Providencia... Basta conocer las circunstancias de uno solo de los diecisiete casos citados, el que evitó que los milicianos destruyeran la presa de Cala. Sevilla se salvó de la mayor inundación de su historia. Cala tenía cuatro veces más agua que el Tamarguillo... Una hecatombe.
En el verano de 1936, Sevilla fue la clave del éxito inicial del Alzamiento Militar que se inició el 18 de julio y culminó el 15 de agosto en golpe de Estado. Queipo de Llano fue el hombre enviado a Sevilla por los sublevados en Madrid. Lo mandaron al fracaso, a la muerte... No sabían que en Sevilla estaba José Cuesta Monereo al mando real de los sublevados y que Queipo de Llano tendría en él al mejor escudero posible.
Ahora podrán decir y escribir lo que quieran, pero la historia, la verdad, no la borra nadie. Como cristianos decimos como Jesús en la Cruz: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen...».